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México D.F. Jueves 12 de junio de 2003
DUELO DE ASESINOS
Los
cruentos atentados terroristas perpetrados en horas recientes en Gaza y
Jerusalén por el gobierno israelí y por la organización
fundamentalista palestina Hamas confirman la inoperancia y la frivolidad
del llamado mapa de ruta formulado por Estados Unidos, Rusia, la
Unión Europea y las Naciones Unidas como un enésimo intento
diplomático por concitar la buena voluntad de los asesinos de ambos
bandos. El primer ministro israelí, Ariel Sharon, no dejó
pasar ni una semana luego del encuentro de Aqaba -en el que su régimen
y el representante protocolario palestino, Abu Mazen, dieron su
aprobación al documento de los mediadores internacionales- antes
de ordenar un atentado criminal contra el líder de Hamas, Abdel
Aziz Rantissi, en el que murieron dos personas y otras 30 resultaron heridas,
entre ellas el propio Aziz Rantissi. El ataque, que sólo se diferencia
de los atentados suicidas palestinos por la abrumadora superioridad de
medios militares, provocó una respuesta rápida y previsible,
aunque igualmente condenable, en un autobús jerosolimitano repleto
de pasajeros, con resultado de 16 muertos y decenas de heridos. La contrarréplica
de los terroristas de Tel Aviv se cobró otras seis vidas en la zona
oriental de Gaza.
Ante esta nueva espiral de violencia protagonizada por
el gobierno israelí y Hamas, y que suscita horror y vergüenza
por los grados de barbarie que puede alcanzar la especie humana, puede
constatarse la nefasta congruencia de los fundamentalistas palestinos en
su rechazo al mapa de ruta, la hipocresía de los halcones
de Tel Aviv, que dijeron estar de acuerdo con el plan cuando en realidad
deseaban proseguir el lento exterminio de los palestinos, y la exasperante
improcedencia de una gestión internacional que se limita a ofrecer
buenos oficios diplomáticos entre adversarios que no desean la paz.
Las autoridades de Israel y los grupos extremistas -religiosos
o seculares- del bando palestino mantienen, a la vista de todo el mundo,
el acuerdo fundamental de dialogar mediante acciones terroristas, de hacer
imposible la convivencia entre ambos pueblos y de ahondar los rencores
históricos y las sospechas mutuas. Lo único que justifica
la existencia de las organizaciones palestinas terroristas es la barbarie
de la ocupación israelí; el único argumento político
con que cuentan Sharon y los suyos para permanecer en el poder es la amenaza
de la violencia palestina. Los asesinos se necesitan mutuamente. Así,
y ante la completa impotencia de los pacifistas israelíes y de unas
autoridades palestinas que han quedado reducidas a un papel meramente simbólico
por la destrucción sistemática de sus estructuras, los partidarios
de la guerra se empeñan en mantener a sus respectivos pueblos en
una catástrofe que no va a detenerse con buenas intenciones.
La Unión Europea, Rusia, China y la Secretaría
General de la ONU deben presionar al gobierno de Washington -aliado vergonzante
de Tel Aviv en la promoción de la violencia- para que éste
acepte el envío de una fuerza militar internacional que desaloje
a las tropas israelíes de Gaza, Cisjordania y la Jerusalén
oriental, impida nuevas atrocidades de los ocupantes contra la población
civil de esos territorios y desarticule a conciencia las organizaciones
terroristas palestinas que atacan, en forma igualmente atroz, a los civiles
israelíes. A la vista de la destrucción, de los muertos,
de los heridos y de los enconos, las gestiones de paz no coercitivas resultan
meras simulaciones.
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