BUSH: ADUEÑARSE DEL MUNDO
Por
si alguien necesitara una confirmación de los designios de Estados
Unidos de hacerse del control permanente de Irak -lo que implica el dominio
de la posición estratégica de ese país y la posesión
de sus recursos petroleros-, George W. Bush mismo se encargó de
porporcionarla ayer, al declarar que las tropas que destruyeron la nación
árabe permanecerán en ella por tiempo indefinido: dos años,
o menos, o "quién sabe".
De esa forma, el presidente del país vecino reafirma
lo que hasta ahora su gobierno negaba en forma sistemática: que
la agresión militar contra Irak no tuvo nada que ver con el fortalecimiento
de la seguridad nacional estadunidense, con el combate al terrorismo o
con la promoción de la democracia y los derechos humanos, sino que
se trató de una aventura colonialista como las del siglo antepasado
y de la primera mitad del pasado.
La actitud de Estado evidenciada por Bush en su comentario
a la NBC tiene otras expresiones, incluso más crudas, como la insolencia
y la arrogancia con que los representantes de Washington ante la Comisión
de Derechos Humanos de la ONU -Jeahne Kirkpatrick y Kevin E. Moley- se
refirieron al secretario general del organismo, Kofi Annan, quien justificadamente
había demandado a ingleses y estadunidenses que cumplan, en Irak
con las obligaciones que la Convención de Ginebra establece para
las potencias ocupantes, y había señalado, atinadamente,
las graves consecuencias de "la decisión (angloestadunidense) de
ir a la guerra sin autorización específica del Consejo de
Seguridad". Moley manifestó que era "escandaloso que (Annan) nos
llame la atención" y acusó al funcionario de cometer "una
enorme falsificación de los hechos". El representante estadunidense
olvidó, al parecer, que ha sido su jefe, el secretario de Estado,
Colin Powell, quien ha tenido el descaro y el cinismo de exponer, en el
máximo estrado de la ONU, falsificaciones y mentiras como "pruebas"
de la posesión por Irak de armas de destrucción masiva cuya
existencia, hasta ahora, no ha podido ser demostrada.
A lo que puede verse, Washington no sólo ha decidido
prescindir de la ONU -como quedó claro con la agresión militar
ilegal que lanzó contra Irak-, sino también ha optado por
abandonar las más elementales formas diplomáticas y responder
cualquier señalamiento crítico -así provenga del secretario
general de la ONU- con una prepotencia fundada en la posesión del
máximo poderío militar del mundo.
Las expresiones mencionadas, aunadas a la guerra criminal
emprendida por Estados Unidos en el golfo Pérsico, permiten hacerse
una idea precisa sobre la determinación del actual grupo que gobierna
en Washington de recurrir a los métodos más atroces y a pasar
por encima de cualquier instancia o norma internacional -la ONU y su carta
constitutiva, por ejemplo-, con tal de llevar adelante su designio de dominación
planetaria. Ese proyecto está basado en una profunda ignorancia
del mundo y en concepciones por demás delirantes y mesiánicas,
y su concreción es, por ende, imposible. Pero, por desgracia, el
gobierno de Bush seguirá tratando de realizarlo y seguirá
llevando destrucción, violencia y muerte a otras naciones, a menos
que los otros protagonistas poderosos de la comunidad internacional -la
Unión Europea, Rusia, China y Japón, por ejemplo- le pongan
freno.
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