Supervisa por la noches obras del distribuidor
vial
Alma Rosa, la ingeniera, llegó de Chihuahua
a construir la ciudad
MIRNA SERVIN VEGA
Los ingenieros que hoy fraguan el distribuidor vial San
Antonio no tienen miedo. No dudan de sus cálculos, que han sido
avalados académicamente, ni de su a veces emergente pero eficaz
habilidad. Las estructuras de la obra que planearon están casi a
término, pero ya no son sólo ellos quienes están ahí.
En
los recorridos y supervisiones nocturnas aparece el trabajo de Alma Rosa,
que vino desde Chihuahua hace más de 20 años para construir
la ciudad.
Primero formó parte del equipo que diseñó
los túneles del Metro. Después los ejes viales, que recorren
de lado a lado la ciudad. Y ahora un gusano de concreto que se extiende
en seis tramos por el poniente de la ciudad.
No le importa ser una de las poquísimas
mujeres que portan casco, guantes y que caminan por la noche en medio de
cientos de trabajadores que a lo largo de cuadras y cuadras no ven a una
mujer.
Es ingeniera civil. Se graduó en 1972 y supo desde
entonces que la competencia no sería fácil. En su generación
sólo se recibieron 15 mujeres más.
Alma Rosa se esfuerza por no ser demasiado vista. No quiere
que ser mujer sea una distinción. Huye de la notoriedad. "Es una
profesión y si se hace con gusto da igual." Dice: "Ser mujer u hombre
es una circunstancia".
A la par que otros de sus colegas, elabora los cálculos
de las vías terrestres a su cargo en el distribuidor vial. Sigue
instrucciones por igual, ejecuta, trabaja y deja a "su nuevo hijo" en la
madrugada para llegar a platicar con el otro que ya va a la universidad.
Reconoce que tiene que sobrellevar dobles jornadas, pero
es exactamente lo que le gusta. No sabe decir si la pareja puede sobrellevar
el ritmo y carga de trabajo de una mujer profesionista. Ella es separada,
pero "como mamá aguanto y como mujer más".
Alma Rosa siempre se imaginó así. Estudió
ingeniería por convicción. "Tenía ganas de venir para
acá." Aunque todas las obras son importantes, hay algunas de especial
emoción y ésta, asegura, es una de ellas.
Alma Rosa camina rápido, se va. "No puedo perder
las instrucciones. Tengo que trabajar."