LAS FALSIFICACIONES DE WASHINGTON
A
más de un mes de lanzada la agresión contra Irak por fuerzas
estadunidenses e inglesas y a pesar de la ocupación militar que
se ha ido extendiendo desde el sur de ese país hasta prácticamente
la totalidad de su territorio, los invasores siguen sin encontrar el menor
indicio de las armas de destrucción masiva cuya supuesta existencia
esgrimieron Washington y Londres, durante meses, como justificación
central para el bárbaro arrasamiento que perpetraron en esa infortunada
nación árabe. La explicación más plausible
y lógica ante el fracaso de la búsqueda es que tales armas
no existían, como indicó el trabajo de campo que realizaron,
en las semanas previas a la invasión, los inspectores internacionales
encabezados por Hans Blix y Mohamed El Baradei.
Tal conclusión se ve reforzada por la denuncia
que formuló el primero de esos funcionarios -en una entrevista con
la BBC de Londres cuyo contenido fue parcialmente divulgado ayer- de que
las supuestas "pruebas" de los armamentos prohibidos, que Tony Blair y
Colin Powell ofrecieron al Consejo de Seguridad de la ONU y a la opinión
pública internacional, consistían en documentos falsos.
De hecho, en los días posteriores a la presentación
triunfal de aquellas "pruebas", voces autorizadas afirmaron que se trataba
de falsificaciones probablemente producidas por los servicios secretos
de Israel o por las mismas oficinas de inteligencia de Estados Unidos e
Inglaterra. Ahora los señalamientos de Blix refuerzan las clamorosas
denuncias internacionales de que el derrocamiento del régimen de
Saddam Hussein, la destrucción de la infraestructura civil de Irak
-incluido el patrimonio cultural del país-, el desquiciamiento de
las estructuras sociales y el asesinato de miles de personas fue una empresa
que no tenía nada que ver con armas de destrucción masiva
y que estaba orientada a obtener el control de los recursos petroleros
iraquíes por los gobiernos de Washington y Londres.
Así lo confirma, desde otra perspectiva, la insistencia
de la Casa Blanca en eliminar las sanciones aún vigentes contra
Irak y en cancelar el programa de la ONU Petróleo por Alimentos.
Ahora Washington pretende que las divisas por las ventas petroleras de
Irak fluyan directamente a las empresas estadunidenses que el gobierno
de George W. Bush contrató para "reconstruir" la nación que
ese mismo gobierno -con el concurso de su socio menor inglés- convirtió
en un montón de escombros.
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