Gutiérrez Oropeza y su justificación
del 68
El general denunció en 2 libros conjura en
la que involucró a Cárdenas, la URSS, la CIA...
GUSTAVO CASTILLO
Lo sucedido en 1968 fue efecto de una conjura de "judas,
desleales y traidores a México" que involucró lo mismo a
políticos mexicanos priístas y comunistas que a estadunidenses,
cubanos y soviéticos, según la versión del general
Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial en el
sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, y quien es señalado como uno
de los principales responsables de la matanza del 2 de octubre.
Para él, esa conjura fue impulsada por el general
Lázaro Cárdenas al apoyar a los estudiantes y resguardar
en su casa a opositores al régimen como Heberto Castillo, o bien
al apoyar el surgimiento de organizaciones sociales como el Movimiento
de Liberación Nacional en 1961, o reclamar a Díaz Ordaz que
violó la Constitución al meter al Ejército a Ciudad
Universitaria el 18 de septiembre de 1968.
''El general Lázaro Cárdenas -rememora Gutiérrez
Oropeza-, en su empeño por servir
al comunismo ruso, llegó al extremo de presentarse inesperadamente
en Los Pinos pidiendo ser recibido por el presidente Díaz Ordaz,
quien precisamente en esos momentos salía para asistir a una ceremonia.
Como no había prevista solicitud de audiencia, se pidió a
dicho militar que esperara unos momentos en tanto el señor Presidente
era informado de su deseo.
"Cárdenas, cuando estuvo en presencia del presidente
Díaz Ordaz, le manifestó la razón de su urgencia y
agregó: 'señor Presidente, he sido presidente y considero
que está violando la Constitución'. A esta afirmación
el presidente Díaz Ordaz contestó: 'yo soy Presidente y además
abogado; el proceder de mi gobierno se ajusta a un artículo de la
Constitución, señor general'. '¿Cuál es ese
artículo?', replicó el general Cárdenas al Presidente.
"A esa pregunta la respuesta de Díaz Ordaz fue:
'el mismo artículo en que usted se apoyó para sacar del país
al general Plutarco Elías Calles'. El general Cárdenas, visiblemente
confundido, guardó silencio.
"A continuación el presidente Díaz Ordaz
dijo al general Cárdenas: 'mi general, ya me acordé del artículo:
ese artículo es México, ¡México, mi general!
Alentar la subversión y dar asilo a los subvertidores del orden
y respeto a las instituciones, eso sí es violar la Constitución,
señor general. Con permiso', agregó, 'queda usted en su casa'.
"El Presidente salió dejando parado a medio despacho
al general Cárdenas. Ya se alejaba el vehículo en que el
presidente Díaz Ordaz iba a cumplir sus compromisos cuando el general
Cárdenas salió del despacho presidencial con la mirada perdida,
llevando en la mano su sombrero."
Así lo narra Luis Gutiérrez Oropeza, jefe
del Estado Mayor Presidencial (EMP) de 1964 a 1970, en sus libros Gustavo
Díaz Ordaz. El hombre. El político. El gobernante" (marzo
1986) y La realidad de los acontecimientos de 1968 (abril 1996),
que constituyen la auténtica versión ''desde adentro" del
sector más duro del gobierno de Díaz Ordaz y que es señalado
como uno de los responsables de la matanza del 2 de octubre de 1968.
Estas obras son de circulación restringida en círculos
militares. La Jornada pudo obtener copia de ellos en el Archivo
General de la Nación (AGN), donde un ejemplar de cada uno fue enviado
como parte del material que entregó la Secretaría de Defensa
Nacional (Sedena) en el 2001 a esa institución.
En los escritos, el militar da su versión de aquella
matanza. Perfila al ex presidente y lo que desde su óptica fueron
los "problemas" del sexenio 1964-1970, de los cuales, incluido el 2 de
octubre, responsabilizó a "políticos resentidos", "traidores"
y "pro comunistas que servían a los intereses de Rusia".
En
sus libros, Gutiérrez Oropeza nunca menciona al Batallón
Olimpia y considera como uno de los principales políticos traidores
al diazordacismo a Luis Echeverría, "el sucesor que no sólo
engañó al hombre, al político, sino también
a la Patria", y a Emilio Martínez Manautou, secretario de la Presidencia
en esas fechas, quien "alentó el problema estudiantil para que se
quemaran el jefe del Departamento del Distrito Federal (Alfonso Corona
del Rosal) y el secretario de Gobernación (Echeverría)".
En cuanto al conflicto estudiantil, refiere que "el Consejo
Nacional de Huelga buscaba derrocar al gobierno de México para colocar
tal vez a cualquier súbdito de Fidel Castro Ruz (presidente cubano),
de Leonid Breznev (presidente soviético) o de Mao (Tse Tung, presidente
chino) o tal vez de la CIA". Considera que lo sucedido en México
en esas fechas fue el resultado de "un choque entre los extremos", la CIA
y la KGB.
En una delirante narrativa, Gutiérrez Oropeza señala
que escritores como Carlos Fuentes, periodistas como Julio Scherer, políticos
como Carlos A. Madrazo, maestros como Elí de Gortari, los estudiantes
politécnicos y universitarios, así como gobiernos extranjeros,
concretamente Estados Unidos, la Unión Soviética (hoy desintegrada)
y Cuba, según él, cada uno a su manera, buscaron terminar
con el régimen diazordacista. Todo este coctel molotov en
contra de su jefe.
Según él, Estados Unidos participó
por su resentimiento ante la eliminación de los contratos-riesgo
en la industria petrolera y ante la obtención de la sede de los
Juegos Olímpicos de 1968.
La Unión Soviética y Cuba tenían
"la finalidad de crear en México una base que controlara países
latinoamericanos".
"Viole la Constitución, pero que nadie se entere"
Gutiérrez Oropeza fue la espalda de Díaz
Ordaz de 1964 a 1970. Señala que sus textos forman parte "del conocimiento
amplio de los hechos" en los cuales reconoce que fue testigo, confidente
o protagonista.
Refiere que Díaz Ordaz era un hombre que "tendía
su mano de amigo antes de pegar; si era necesario pegaba, pero dentro de
sus facultades, nunca lo hizo violando la ley, sino que actuó con
dureza para que se cumpliera con ella".
Tal vez por eso justifica que el Ejército se apoderara
de Ciudad Universitaria. Señala que durante un mitin en la UNAM
"se habló sobre la formación de una junta de gobierno", la
cual, presume, "en la primera oportunidad se pediría que fuera reconocida
por países socialistas y comunistas".
Como político, Díaz Ordaz "jamás
apadrinó causas, ni lidereó a países o a ideas
ajenas a México", en referencia a lo que definió como "una
aguda infiltración comunista que se hacía extensiva a las
organizaciones en general".
Pero en sus memorias del sexenio diazordacista tampoco
olvidó mencionar las primeras órdenes de aquel presidente:
"coronel, si en el desempeño de sus funciones tiene usted que violar
la Constitución, no me lo consulte porque yo, el presidente, nunca
le autorizaré que la viole; pero si se trata de la seguridad de
México o de la vida de mis familiares, coronel, viólela,
pero donde yo me entere, yo, el presidente, lo corro y lo proceso, pero
su amigo Gustavo Díaz Ordaz le vivirá agradecido. ¿Estamos
de acuerdo, coronel?
"Sí, con Díaz Ordaz no podía uno,
no debía, no tenía por qué equivocarse. Las reglas
del juego eran bien claras y en cualquier caso uno sabía a qué
atenerse."
Según el militar, "desde el principio del gobierno
de Gustavo Díaz Ordaz la izquierda radical recibió órdenes
precisas del comunismo internacional de aprovechar los preparativos de
la Olimpiada para desarrollar en México la parte que en la revolución
mundial le estaba asignada". El mismo la define como caer "dentro de la
órbita comunista".
Reconoce en sus textos que la designación de Díaz
Ordaz provocó resentimientos entre grupos priístas y por
ello no fue "posible evitar" una labor de zapa que trató de restarle
valor a su campaña y también a su gobierno.
En lo que llamó el "indigno proceder de los resentidos"
ubicó actos como el paro médico (1964), el incidente en la
inauguración del estadio México 68 y la matanza del 2 de
octubre en Tlatelolco.
Eran los años de la guerra fría.
Pero en su versión, incluso "Fulton Freeman (embajador de Estados
Unidos en México) organizó una conjura con la mira de derrocar
al gobierno de Díaz Ordaz buscando adeptos entre militares mexicanos,
quienes no lo tomaron en serio".
Gutiérrez Oropeza disculpa los errores del ex presidente
y menciona que "nunca fueron producto del dolo, la apatía, la indolencia
o la conveniencia".
Díaz Ordaz, escribió el general, "heredó
un legado de ideas políticas y la presencia de gente comunista de
los regímenes que le antecedieron", por lo que "valientemente decidió
sacudirse de esa negativa influencia".
En el libro La Realidad de los acontecimientos de 1968,
Gutiérrez Oropeza asegura que el ex presidente Lázaro
Cárdenas fue el principal impulsor del comunismo en México
y del surgimiento de grupos guerrilleros.
En 1968 México vivió "un plan nacional de
subversión" en el cual el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra,
instigado por Lázaro Cárdenas, "directa o indirectamente
ayudaba a los líderes del Consejo Nacional de Huelga", sostiene
Gutiérrez Oropeza.
En
su versión, Lázaro Cárdenas aparece como el auténtico
villano que manipulaba a "los enemigos comunistoides" de Díaz Ordaz
y trataba de mantener "el poder detrás del trono". En otras partes
lo considera parte de lo que llamó "la Máquina Infernal".
Para Gutiérrez Oropeza "a Barros Sierra le quedaban
resabios" contra Díaz Ordaz, "pues había oído los
cantos de las sirenas, ya que el presidente Adolfo López Mateos
pensó en designarlo como candidato y así se lo hizo saber,
pero desistió de esa idea al aclarársele que Barros Sierra
era apolítico, por lo que presentarlo como candidato del PRI provocaría
rechazo por parte de la cúpula" del partido.
El ex jefe del EMP definió así el surgimiento
del movimiento estudiantil: "Heberto Castillo, Ifigenia Martínez,
Víctor Flores Olea, Elí de Gortari y otros más, usando
la imaginación, la fogosidad, el entusiasmo y la candidez de los
líderes (cursivas en el original) y estudiantes del CNH,
con sus cátedras, sus charlas, en conferencias y a través
de sus escritos, los convencieron, indujeron y manejaron arrastrándolos
en su loca aventura", ya que "ellos confiaban en que el conflicto estudiantil
podría aprovecharse para hacer la revolución de México".
La "mano de la CIA"
"El dinero provenía de parte de políticos
resentidos del gobierno anterior, de políticos del gabinete de Díaz
Ordaz con intereses presidenciales, de la embajada rusa, de la embajada
de Estados Unidos y de personal de la CIA."
Según el ex jefe del EMP, "Díaz Ordaz paró
en seco las maniobras de Fulton Freeman", pero señala que Amado
Sócrates Campus Lemus y otros estudiantes supuestamente arreglaron
con Jorge B. Groos, agregado de la CIA en México, el financiamiento
del movimiento estudiantil.
El general afirmó que también mediante Freeman
obtuvieron financiamiento para el movimiento estudiantil "Humberto Romero
(secretario privado del Presidente López Mateos); Benito Coquet
(director del IMSS en 1964); Carlos Madrazo (subdirector federal del Trabajo
en 1965); Donato Miranda Fonseca (secretario de la Presidencia de la República
en el mandato de López Mateos); Ernesto P. Uruchurtu (regente de
la ciudad de México) y el escritor Sealtiel Alatriste".
De acuerdo con lo escrito por Gutiérrez Oropeza,
"si los instigadores del movimiento de 68, Heberto Castillo y sus seguidores,
hubieran triunfado, desde aquel fatídico año México
sería ahora otra Cuba o Nicaragua".
Confiesa en sus libros que Díaz Ordaz le dijo el
día de su toma de posesión, cuando "leyó la cartilla"
a todos sus colaboradores: "lo he nombrado a usted mi jefe de Estado Mayor
no por lo que ha trabajado, sino porque usted me ha sido leal y espero
que lo siga siendo; de no ser así, pobre de usted y pobre de mí".
Al final del sexenio, asegura Gutiérrez Oropeza,
"Echeverría manipuló en su provecho el desarrollo de los
hechos de 1968", pero, aclara, "en este juego no hay perdedores, todos
ellos tienen mayor o menor premio. Martínez Manautou fue cuatro
años secretario de Salud y seis años gobernador de Tamaulipas".
Para el militar "son los integrantes del sistema-gobierno
y sus partidarios los fabricantes de la casi totalidad de los problemas
que enfrenta un presidente; en 1968 fueron Martínez Manautou y Luis
Echeverría Alvarez las cabezas de estas manifestaciones y golpes
bajos".