Desde hace 53 años se representa la muerte
de Cristo en el barrio de la Candelaria
En Coyoacán, una visión laica de la Pasión
Se debe a Novo el impulso de esa escenificación
organizada por un grupo experimental
ANGEL VARGAS
Las representaciones de la pasión de Cristo son
como las películas de Pedro Infante o Tin Tan: todos saben el desenlace,
pero nadie quiere perdérselo.
Así, en el pueblo de la Candelaria, Coyoacán,
más de 6 mil personas de todas las edades, según cifras preliminares
de Protección Civil, presenciaron ayer, una vez más, la escenificación
del martirio y la muerte de Jesucristo a cargo del grupo de teatro experimental
Salvador Novo, como lo han hecho desde hace 53 años de manera ininterrumpida
en ese barrio capitalino.
Lo que diferencia a esta representación de otras
que se efectúan en el resto de la República e inclusive en
varias partes del planeta es su carácter esencialmente laico. Aunque
parezca contradictorio o paradójico, su aspiración inicial
es netamente artística y no religiosa, según explica el director
de la compañía, Martín Morales, quien aclara, sin
embargo, ''que el guión está apegado totalmente a los aspectos
históricos, por respeto a los que somos creyentes''.
El montaje es considerado ya una tradición en aquel
pueblo ubicado en la zona del pedregal coyoacanense, al extremo de que
parte considerable del presupuesto para su realización proviene
de la comunidad (60 mil pesos este año), así como poco más
de 90 por ciento de los actores y del equipo creativo y técnico.
En total son 80 personas las que intervienen directamente,
la mayoría dedicada a otra profesión o actividad ajena al
teatro, desde el libretista, el director escénico y los actores,
hasta los escenógrafos, iluminadores y encargados del vestuario,
maquillaje y tramoya.
Quien
representa el papel de Jesucristo o aspira a hacerlo debe pasar por un
casting en el que se pide "sólo buena conducta, y no casi
santidad", contrario a lo que sucede por ejemplo en la famosa Pasión
de Iztapalapa, además de que el candidato ''tenga facciones similares
a las de Cristo y buena condición física y mental''.
Ese papel protagónico correspondió este
año a Juan Torres Membrilla, de 28 años, quien se gana la
vida como técnico en escenografía, y con ésta es la
cuarta ocasión que encarna al Mesías, la primera de ellas
se remonta a 1998.
La Representación de la vida, pasión
y muerte de Jesús en el pueblo de la Candelaria, como se intitula
la obra, se desarrolla desde su primer año durante dos días,
el jueves y el viernes santos.
En el primer día se escenifican aspectos de los
últimos momentos de Jesús, desde que se despide de su madre,
María, hasta la última cena, la oración en el huerto
de Getsemaní y la aprehensión por parte de los soldados romanos.
El atrio de la iglesia de la Candelaria sirve como escenario,
al igual que el Viernes Santo, cuando se determina la muerte de Cristo
tras ser juzgado por Pilatos y Herodes. La procesión del viacrucis
parte de ese sitio y recorre tres y medio kilómetros antes de llegar
al Gólgota coyoacanense, ubicado en el parque ecológico Huayamilpas.
Las reacciones que despierta esta representación
entre quienes la presencian, cuando menos así ocurrió en
la versión de este año, van del sufrimiento al llanto de
algunos, hasta la sorpresa y la emoción de no pocos chiquillos que
comentan a sus padres el deseo de ser Cristo cuando sean grandes.
También hay algunos, sobre todo adolescentes, que
bromean acerca de la obra y hacen escarnio de sus cuates que intervienen
en el montaje, señalando ''lo cagado" que se ve fulanito de "árabe"
o menganito de soldado romano. Las carcajadas estallan cuando de pronto
de una de las gargantas de los actores, todos ellos aficionados, se escapa
un gallo en pleno diálogo o un haiga o un pos.
En este evangelio según el grupo Salvador Novo,
Cristo pronuncia sus últimas siete palabras viendo de frente un
arenoso campo de futbol llanero, aunque sin acaparar totalmente la atención
de las casi 6 mil personas que se encuentran allí reunidas, pues
hay quienes juegan una cascarita, otros comen frituras o fritangas,
o tratan de amainar el insolente calor con un vaso de fruta fresca, un
raspado, una paleta de agua o un chesco.
Llega la muerte del hijo de Dios y la inocencia infantil
pregunta a su padre a qué hora temblará la tierra y se desatará
la tormenta. "No, mi'jo, eso nomás pasa en la película".
La pasión de la Candelaria se debe al señor
Jesús Martínez, originario del barrio, quien, según
se cuenta, decidió comenzar esta tradición en 1951 para ganarse
el perdón de sus pecados.
Con el paso del tiempo fue tanta la participación
social que logró esta escenificación que un día llegó
a oídos de Salvador Novo, quien decidió apoyarla mediante
asesoría y contactos. De allí que el grupo de teatro experimental
haya decidido asumir el nombre del gran poeta y dramaturgo tras su muerte,
a manera de agradecimiento.