En el imaginario, los feligreses reclaman las
calles para su religión
Terminó la Pasión, pero el milagro no
ocurrió; la pasividad ante la injusticia permanece
MARIA RIVERA
En medio de una mañana luminosa, despejada por
los vientos de abril, el Viacrucis volvió a salir a las calles del
Centro Histórico de la ciudad de México. De la mano de las
transformaciones políticas recientes, que restablecieron las relaciones
entre el Estado y la Iglesia católica, se ha recuperado una tradición
que la Independencia, y más tarde las leyes de Reforma habían
dejado trunca.
Aunque
novedosa, esta representación no cuenta todavía con los miles
de seguidores que tienen otras puestas en escena, pero los feligreses que
la siguieron se mostraron conmovidos.
Escuchada en incontables ocasiones, la vida de Jesús,
una de las piedras fundacionales del catolicismo, cada vez tiene ecos nuevos.
En esta ocasión, indicó José de Jesús Aguilar
Valdés, sacristán mayor de la Catedral metropolitana, estuvo
dedicada a la población civil de Irak que padece la guerra, a los
niños que sufren maltrato familiar y a las víctimas de la
delincuencia.
Pasadas las 10 de la mañana y tras escuchar la
condena a muerte por parte de Pilatos en el atrio de la Catedral, Jesús,
representado por el actor Rodolfo Galindo, inició su camino a la
cruz, donde lo mismo encuentra la injuria y el desprecio de los rabinos,
que la piedad, la solidaridad y el consuelo de su madre, de Simón,
Verónica y las mujeres de Jerusalén.
Temprano se realizó su juicio, los jefes del pueblo
lo había presentado ante Pilatos, y éste, tras mandarlo a
azotar, lo condenó a morir crucificado.
Atrás quedaba la cena con sus discípulos
que conmemoraba la libertad de los judíos cuando eran esclavos de
Egipto; su lección de humildad lavando los pies de sus invitados,
"enseñándoles que quien quiere ser mayor debe convertirse
en el servidor"; atrás, la oración en el monte de los Olivos,
donde supera el temor y pone su vida en manos de Dios padre; atrás,
la traición de Judas Iscariote, quien lo entrega a Anás y
Caifás, al escarnio, a la afrenta.
Juan
Francisco Hernández, director de la obra, explica que la Pasión
confronta a los humanos cada vez que se representa. "Para mí sería
maravilloso que de pronto alguien del público se acercara a Cristo
y lo ayudara a cargar su cruz. Si un grupo de hombres evitara que fuera
crucificado, la humanidad podría cambiar su historia.
"Para este Viacrucis elegí un Cristo vivo, fuerte,
que represente a la humanidad actual. Las características físicas
de Rodolfo son mexicanas, pero fácilmente podría ser confundido
con un iraquí, un sirio, un perseguido..."
Recuerda que hubo cinco personas que aspiraban al papel
de Jesús, inclusive llegaron algunos que ya lo habían representado
en otros sitios. Al que finalmente le pidió una improvisación,
la escena donde lanza a los ladrones del templo, "Rodolfo gritó:
¡fuera de aquí! Y a los cinco minutos llegaron policías
reportando que había un loco aullando en el atrio... todos supimos
que él tenía que ser Cristo".
Concluyó la Pasión, pero el milagro no ocurrió,
la pasividad ante la injusticia permanece. La historia terminó como
hace mil 970 años. Desde la cruz Jesús expresó las
siete palabras con las que, según San Lucas, absuelve al género
humano: "Perdónalos señor, no saben lo que hacen".
Sin tiempos muertos
La representación se realizó sin tomar en
cuenta lo que en teatro se llaman tiempos muertos, para agilizar su desarrollo.
Por ejemplo, en lugar de las tres horas que tardó Cristo en la cruz,
en este caso sólo estuvo por breves momentos. El drama concluyó
en escasa hora y media.
Pero
si la Pasión está llena de significados religiosos, ayer
tuvo otros más terrenales. A las 10:30 de la mañana, durante
la estación en que Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén,
la representación se detuvo frente a Palacio Nacional. El estigma
de las manifestaciones religiosas en la calle ya forma parte del pasado.
En el imaginario de los mexicanos actuales hay espacio para todo, pero
a cada cosa le da su lugar. Reclama la calle para su religión, pero
defiende sus conquistas laicas. En una reciente encuesta de la empresa
de consulta Mitofsky, la inmensa mayoría consideró como su
máximo héroe, antes que Hidalgo o Morelos, a Benito Juárez.
El Viacrucis comenzó a ser representado en el país
desde la llegada de los primeros misioneros, quienes ante el conflicto
que les ocasionaba el desconocimiento de la lengua de los indígenas
empezaron a utilizar el teatro con propósitos evangelizadores. De
ahí que la Pasión tuviera auge sobre todo en los pueblos
cercanos a la capital, como Iztapalapa y Cuajimalpa.
En la Catedral de la ciudad de México, por las
leyes que restringían la participación de la Iglesia, se
impedía este tipo de manifestaciones, por lo que en el centro de
la capital no existía ningún acto religioso externo, popular.
El año pasado las celebraciones todavía quedaron restringidas
al atrio, sin embargo, esta vez las autoridades ,tanto locales como federales
concedieron los permisos y así, las calles del centro han vuelto
a ser habitadas por la representación, por la fiesta.
Al concluir la escenificación del Viacrucis, por
la tarde se realizó la parte litúrgica. Primero se realizó
la lectura de la Pasión, seguida de la comunión, la adoración
de la cruz y concluir con la oración universal. Cabe recordar que
este día es el único en que se lee completa la versión
del evangelio de San Juan, que es la que contiene mayores detalles.
Hoy la quema del Judás
Hoy continuará la celebración de la Semana
Santa en el atrio de la Catedral metropolitana. Al mediodía se realizará
la representación de la destrucción de los pecados capitales,
mencionando su influencia en nuestro tiempo. Por ejemplo, la ira y la soberbia
se relacionarán con la guerra en Irak, y así, uno a uno se
relacionará con la actualidad. Para finalizar con las celebracione
mientras un ángel se encargará de la destrucción de
los Judas, una banda de pueblo se encargará de ponerle música
a la festividad.