Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 19 de abril de 2003
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Espectáculos
Se realizó en Iztapalapa la representación número 160 de la Pasión de Cristo

Si Jesús es enemigo del imperio, morirá, sentenció Poncio Pilatos

Más de 100 mil personas presenciaron la escenificación; cientos de nazarenos iniciaron la procesión

El Comité Organizador hizo un llamado a reflexionar sobre la actual situación por la guerra

MIRNA SERVIN VEGA

"Si no es enemigo del imperio se le perdonará la vida, pero si ha atentado contra el Máximo, será condenado", dijo Poncio Pilatos en el juicio contra Jesús de Nazaret este viernes en Iztapalapa, tal como hace más de 2 mil años sucedió en Jerusalén. Pero esta vez, la voz bien pudo ser la del representante del imperio actual, quien ha emprendido la "guerra de liberación" de Irak.

Pilatos no encontró pruebas para condenar "al hijo del Señor" a la muerte en la cruz. El juez romano había prometido a Claudia, su esposa, tratarlo con justicia y revisar las acusaciones contra él. Pero Pilatos cedió ante la presión de los integrantes del Sanedrín.

En un primer intento por evitarlo, el juez envió al acusado con Herodes, quien por falta de pruebas reales de sus "crímenes" no pudo sentenciarlo. Cuando Jesús regresó nuevamente por un veredicto con Pilatos, la ausencia de intervención lo condenó por omisión.

"Acepto que a este loco sólo se le puede acusar de eso, de ser un loco que proclama ser el redentor, pero nada más ha hecho", aceptaba su juez sobre un templete con micrófonos que todos podían oír, nazarenos que no estaban de acuerdo, vírgenes del pueblo que lloraban y más de 100 mil espectadores atrás de una valla que lloraban sin hacer nada.

En la representación 160 de la Pasión de Cristo, el presidente del Comité Organizador hizo un llamado para reflexionar que "en la actualidad, el proceso que ha desarrollado la guerra en Irak, desvirtúa todos los principios católicos y no justifica absolutamente nada el hecho de que se invada a un país por conceptos de religión, económicos o simplemente porque tenga un gobernante que no corresponde a los intereses internacionales".

Sacrificio general

En esta ocasión, el sacrificio no fue sólo para el representante de Dios en la Tierra, también hubo otras muestras de fe, que aunque más locales, no fueron menos duras para sus ejecutantes.

Antes de las nueve de la mañana, cientos de nazarenos con túnicas moradas -representados principalmente por jóvenes de secundaria y preparatoria- emprendieron un recorrido por los ocho barrios de Iztapalapa con cruces de madera al hombro, que iban desde los 10 hasta los 70 kilos, dependiendo de la edad del actor. Algunos pequeños nazarenos eran ayudados por sus padres que cargaban parte del peso de la estructura de madera en alguna esquina, o como en el caso de Juan, a quien su madre, de vez en vez, le daba gajitos de naranja, que se entremezclaban con el sabor de sus gruesas gotas de sudor.

"Lo hago porque Cristo ofreció su vida por nosotros. Yo le ofrezco mi dolor", explicaba con una gran elocuencia para su edad, que no sobrepasaba los 10 años.

"Dinero, todo fue por dinero"

La procesión mostró un gran despliegue de romanos con trajes rojos y cascos de más de mil pesos; hebreos con túnicas de satín de 250; las damas de Herodes con vestidos blancos bordados de mil 200 pesos, y cientos de mujeres y hombres de pueblo, profetas, sacerdotes, sirvientes, samaritanos y hasta adúlteras, callejeras y leprosos para completar el cuadro.

Alrededor de las 11 de la mañana, los romanos entraron a la plaza principal en medio de los nazarenos, quienes recibían primeros auxilios de los elementos de la Cruz Roja por los pies ampollados y lastimados.

Las fanfarrias anunciaron la entrada de Judas, que trataba de regresar sus 30 monedas bañadas de sangre, pero era tarde. El juicio, la cárcel, los azotes y el camino a la cruz esperaban.

"Dinero, todo fue por dinero" lloraban los parroquianos. "Condenaron a Jesús porque amenazaba su poder. El era el único rey. El rey de reyes y por eso murió", narraba doña Chelita, mientras caminaba hacia el Cerro de la Estrella.

El sacrificio fue más allá de la caminata. Los nazarenos, el grupo policiaco Cisne, elementos del Grupo especial Fuerza de Tarea de la demarcación y granaderos se convirtieron todos en romanos modernos: "háganse para atrás, sólo actores en esta zona", empujaban, retiraban y volvían a empujar.

Todos querían ver al sentenciado hasta la muerte. Sus acusadores, los ejecutantes, el pueblo, las mujeres. Todos hasta el final. Los clavos no habían sido suficientes, ni las caídas con la carga de su peso. No fue suficiente tampoco su persecución. Había que verlo morir. Había que tener la extinción de su pueblo, de su cultura y la conservación de su riqueza. "Guardemos la manta porque sus fanáticos pagarán bien por ella", decían los romanos ante a la cruz.

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