La obra se estrena el 21 de abril en el teatro Helénico
El saludador revela que las causas de lucha del hombre actual son chiquitas
MARIANA NORANDI ESPECIAL
ƑRealmente vivimos el final de las utopías? ƑHemos cambiado los pensamientos colectivos en aras del interés individual? ƑEs posible humanizar el mundo en favor de la justicia social? ƑDónde quedaron los sueños revolucionarios de hace tres o cuatro décadas? Estas son algunas preguntas que nos sugiere la obra El saludador, del dramaturgo argentino Roberto Cossa, dirigida por Germán Castillo, que será estrenada el próximo 21 de abril en el teatro Helénico.
La obra expone la historia de un hombre (Juan Carlos Barreto) que abandona a su mujer (Bárbara Eibenschutz) y a su hijo pequeño (Luis Lesher) siguiendo sus impulsos de activista constructor de utopías. Todas sus luchas son diminutas como, según la obra, las que ofrecen nuestros tiempos. En varias ocasiones intenta reintegrarse a su familia hasta que, absolutamente disminuido, es admitido por los suyos.
Tras uno de los últimos ensayos, Germán Castillo aseguró sentirse muy satisfecho con la puesta e identificado con los planteamientos que expone el autor.
-Al trabajar este personaje, Ƒpensaba en algún idealista en concreto?
-Pensaba en mí y en todos los de mi generación. También en muchos actores, ya que éstos pueden ser personajes que abandonan su intimidad familiar por su carrera. En cuanto a la obra, creo que es consciente de la parodia de grandeza del Che Guevara. El también abandonó su intimidad familiar para ir detrás de las causas que consideraba pertinentes. El personaje de la obra hace lo mismo pero con causas chiquitas. No es que ahora tengamos menos materia de lucha que los héroes troyanos o los de la resistencia española, lo que ocurre es que las causas del hombre contemporáneo son más chicas.
''El teatro está promiscuo''
-La obra se estrena en un momento en que el mundo está conmocionado por la barbarie de una descabellada guerra, Ƒcree que una obra que trata el fin de las utopías pueda adquirir otra connotación en un momento así?
-Tal vez para la gente que sólo se percata de las guerras cuando salen en los noticieros y en los diarios sí, pero tanto el autor como toda mi generación sabemos que nunca han faltado las guerras. La de Afganistán no sale en los medios pero permanece. Esta es la situación que vivimos desde el final de la Segunda Guerra Mundial y que se ha incrementado desde que se rompió el equilibrio entre las potencias.
-ƑCon qué tono observa la obra a estos nuevos activistas de causas menores?
-No sé si es la obra o mi lectura, pero con un tono agridulce. El hombre en las condiciones más adversas es capaz de construir sus espacios de dicha, esperanza y trascendencia. Lo vemos en la guerra de Irak: en medio de una invasión criminal la gente sigue viviendo. El protagonista de esta obra se va mochando en pro de mejorar la humanidad. Por un lado da risa y, por otro, dolor.
-Al oírlo hablar se nota cierta nostalgia de tiempos pasados, Ƒde qué siente nostalgia?
-No siento nostalgia, lo que tengo es una rabia infinita conmigo y con mi generación que dinamitamos todo y ahora no tenemos la suficiente energía para reconstruir. También tengo una visión pesimista al ver una mayor desdicha, injusticia, pobreza, enfermedad y muy lejanas las soluciones. Pero creo que soy un hombre del presente.
-ƑEl teatro puede asumir un papel generador de utopías?
-El teatro está promiscuo, pero creo que su papel es el de siempre: el de reflexionar, trasmitir información, particularizar lo universal, universalizar lo particular, divertir y ser un campo donde se pueda ejercer la imaginación creadora, así como puede enriquecer la imaginación del público. El teatro tiene la función de siempre, lo que pasa es que ahora, por la existencia del cine y de la televisión, afectamos a sectores muy pequeños. Pasolini decía que el teatro es un rito meramente cultural, que ya no es un rito social. Hace falta reconquistar su función social para que la gente sea conciente que necesita el teatro.