EU: LOS PROXIMOS ESCENARIOS
Las
acusaciones formuladas ayer por el presidente de Estados Unidos, George
W. Bush, contra el régimen de Damasco, tanto por la supuesta existencia
de armas químicas en Siria como por el presunto refugio que esa
nación habría podido ofrecer a ex funcionarios iraquíes
prófugos, tienen, a la luz de lo ocurrido en Irak en las últimas
semanas, todas las características de una amenaza de agresión
militar.
Con la destrucción humana y material de Irak emprendida
por las tropas estadunidenses y británicas, Washington ha expresado
de forma inequívoca su necesidad y su determinación de emprender
nuevas guerras de conquista, saqueo y avasallamiento. La invasión
ha puesto en evidencia que, para robustecer su respaldo político
interno, intentar una reactivación económica y dar cauce
a sus fundamentalismos mesiánicos, el gobierno de Bush no tiene
otro recurso ni otro proyecto que arrasar países previamente configurados
como enemigos y como amenazas a la seguridad de la gran superpotencia.
Esa configuración pasa por la fabricación
de acusaciones como las expresadas ayer por Bush a Siria, cuya semejanza
con las previamente esgrimidas contra el régimen de Saddam Hussein
no puede pasarse por alto. La Casa Blanca supuso vínculos entre
Al Qaeda y Bagdad y denunció armas químicas y bacteriológicas
que siguen sin aparecer por ningún lado; hoy especula con la supuesta
complicidad entre Damasco y los iraquíes prófugos y acusa
al régimen de Bachar el Assad de poseer armas químicas. Si
la falsedad de tales argumentos se torna demasiado evidente -como ocurrió
con los motivos pretextados para destruir a Irak -el Departamento de Estado
podrá argüir que Siria no es una nación democrática
-que no lo es- y Bush podrá sentirse listo para anunciar la "liberación"
y la "democratización" de esa nación árabe.
Algo que podría salvar a Siria de convertirse en
el próximo objetivo militar de Estados Unidos es su carencia de
petróleo, lo que la haría un botín nacional menos
apetecible para el grupo que gobierna Washington. Otro factor que haría
desaconsejable, desde la perspectiva de la Casa Blanca, una invasión
a ese país es que, a diferencia de Irak, las fuerzas armadas sirias
no han sido debilitadas en una guerra previa ni su economía se ha
visto sometida a una década de embargo económico total. Pero,
por otra parte, en términos geopolíticos, la destrucción
del régimen de Damasco significaría el fin de cualquier perspectiva
de resistencia árabe al expansionismo sionista de Ariel Sharon,
y la ocupación militar de territorio sirio por tropas estadunidenses
podría representar para Washington la tentación de controlar
sin rivalidad todo Medio Oriente.
El de Damasco no es, por último, el único
régimen amenazado por la delirante barbarie militarista a la que
ha quedado reducida la política exterior estadunidense bajo la
administración de George W. Bush; Irán, Corea del Norte y
Libia también se encuentran en la mira de los estrategas de Washington,
quienes analizan además tres "escenarios" posibles en nuestro propio
hemisferio: Colombia, Venezuela y Cuba.
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