Tres nuevas víctimas del terror desatado por Estados Unidos
Tarik Ayoubi, de 35 años de edad, era de origen palestino. Trabajaba en el canal qatarí, el más popular de Medio Oriente, desde hacía tres años como corresponsal en Ammán. Antes había laborado para el Jordan Times y la agencia Ap. Había llegado cinco días antes a Bagdad para re-forzar el trabajo de la televisora. Deja una pequeña hija. Su esposa, Dima Tahboob, aseguró que Ayoubi no tenía miedo. En la conversación telefónica que sostuvieron apenas un día antes él le dijo que estaba cansado, que había dormido poco.
Taras Protsyuk tenía la misma edad. Quiso ser astronauta pero el derrumbe de la Unión Soviética frustró su sueño. En-tonces se enroló como camarógrafo en Reuters, en 1973. Cubrió todos los frentes de guerra desde entonces. Sus colegas lo recuerdan como un hombre alegre y divertido. Deja a su esposa Lidia y a su hijo Denis, de ocho años.
José Couso tenía 38 años y dos pequeños, en España. Llevaba dos largos me-ses asignado en Bagdad como camarógrafo de Telecinco de Madrid. Gravemente herido en el tórax, piernas y mandíbula fue llevado por sus colegas a un hospital local. Le fue amputada una pierna, pero 20 minutos después le sobrevino una insuficiencia respiratoria y murió.
El gobierno de España envió un avión para recoger el cuerpo del periodista Julio Anguita Parrada, de El Mundo, muerto un día antes. El Hércules español, país que apoya la guerra, regresará con dos periodistas caídos. BLANCHE PETRICH