Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 2 de abril de 2003
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Editorial
 
¿HACIA UNA COALICION CONTRA EU?

sol-2En los 13 días transcurridos desde que se inició esta nueva guerra del Golfo, los mortíferos ataques aéreos y de artillería contra objetivos civiles que realizan las tropas estadunidenses y británicas en Irak han sido, a contrapelo del discurso oficial de Washington, un recurso sistemático y regular de los invasores. No ha transcurrido una sola de esas 13 jornadas aterradoras sin decenas de muertes "colaterales" de mujeres, niños y ancianos, sin la destrucción de instalaciones y bienes de uso civil y sin bombardeos "accidentales" de zonas residenciales.

Tan sólo ayer --y no se trata de un recuento exhaustivo, sino de unos cuantos ejemplos--, las fuerzas angloestadunidenses asesinaron con bombas de racimo a cerca de 40 personas ajenas al conflicto e hirieron a otras 300 en Al Hillah; atacaron con fuego aéreo un autobús que transportaba a una misión de escudos humanos occidentales de Bagdad a Ammán; mataron a tiros a un civil desarmado en la localidad de Shatra y dispararon sobre un área habitacional de Bagdad un misil que causó la muerte de una mujer y seis niños. Esas pérdidas humanas fueron acompañadas, por supuesto, de una vasta destrucción de bienes materiales carentes de cualquier interés estratégico.

Salta a la vista, pues, que George W. Bush y Tony Blair han decidido hacer gala de su capacidad y de su determinación de matar al mayor número posible de iraquíes: militares y civiles, adultos, niños y ancianos, hombres y mujeres, sunnitas, chiítas y kurdos, altos funcionarios o simples comerciantes. Ante esa evidencia sustentada en un montón de cadáveres, es razonable suponer que buena parte de los habitantes del país agredido, independientemente de sus ubicaciones ideológicas frente al régimen de Saddam Hussein, se vean en la imposibilidad de percibir a los soldados estadunidenses y británicos como sus "libertadores" que los consideren más bien sus exterminadores y opten en consecuencia por resistir, con los métodos que sea, el avance de los sanguinarios intrusos.

No sería extraño, por otra parte, que millones de árabes y de musulmanes no iraquíes observaran la hecatombe desatada en Irak como una prefiguración de lo que podría ocurrir en sus países en el momento en que los intereses de Washington dicten la conveniencia de continuar el arrasamiento y la conquista más allá de la región mesopotámica.

Por si hiciera falta, en días recientes el propio gobierno de Bush se ha encargado de alimentar esos temores, al proferir amenazas contra Irán y Siria de manera por demás injustificada y paranoica.

Parece haber, en suma, una conspiración orientada a romper el aislamiento de Irak y a unificar a árabes e islámicos --individuos, gobiernos, sociedades, organizaciones clandestinas-- en una coalición contra Estados Unidos. Paradojas aparte, ese complot está siendo urdido en las oficinas de la Casa Blanca y el Pentágono.
 

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