¿HACIA UNA COALICION CONTRA EU?
En
los 13 días transcurridos desde que se inició esta nueva
guerra del Golfo, los mortíferos ataques aéreos y de artillería
contra objetivos civiles que realizan las tropas estadunidenses y británicas
en Irak han sido, a contrapelo del discurso oficial de Washington, un recurso
sistemático y regular de los invasores. No ha transcurrido una sola
de esas 13 jornadas aterradoras sin decenas de muertes "colaterales" de
mujeres, niños y ancianos, sin la destrucción de instalaciones
y bienes de uso civil y sin bombardeos "accidentales" de zonas residenciales.
Tan sólo ayer --y no se trata de un recuento exhaustivo,
sino de unos cuantos ejemplos--, las fuerzas angloestadunidenses asesinaron
con bombas de racimo a cerca de 40 personas ajenas al conflicto e hirieron
a otras 300 en Al Hillah; atacaron con fuego aéreo un autobús
que transportaba a una misión de escudos humanos occidentales de
Bagdad a Ammán; mataron a tiros a un civil desarmado en la localidad
de Shatra y dispararon sobre un área habitacional de Bagdad un misil
que causó la muerte de una mujer y seis niños. Esas pérdidas
humanas fueron acompañadas, por supuesto, de una vasta destrucción
de bienes materiales carentes de cualquier interés estratégico.
Salta a la vista, pues, que George W. Bush y Tony Blair
han decidido hacer gala de su capacidad y de su determinación de
matar al mayor número posible de iraquíes: militares y civiles,
adultos, niños y ancianos, hombres y mujeres, sunnitas, chiítas
y kurdos, altos funcionarios o simples comerciantes. Ante esa evidencia
sustentada en un montón de cadáveres, es razonable suponer
que buena parte de los habitantes del país agredido, independientemente
de sus ubicaciones ideológicas frente al régimen de Saddam
Hussein, se vean en la imposibilidad de percibir a los soldados estadunidenses
y británicos como sus "libertadores" que los consideren más
bien sus exterminadores y opten en consecuencia por resistir, con los métodos
que sea, el avance de los sanguinarios intrusos.
No sería extraño, por otra parte, que millones
de árabes y de musulmanes no iraquíes observaran la hecatombe
desatada en Irak como una prefiguración de lo que podría
ocurrir en sus países en el momento en que los intereses de Washington
dicten la conveniencia de continuar el arrasamiento y la conquista más
allá de la región mesopotámica.
Por si hiciera falta, en días recientes el propio
gobierno de Bush se ha encargado de alimentar esos temores, al proferir
amenazas contra Irán y Siria de manera por demás injustificada
y paranoica.
Parece haber, en suma, una conspiración orientada
a romper el aislamiento de Irak y a unificar a árabes e islámicos
--individuos, gobiernos, sociedades, organizaciones clandestinas-- en una
coalición contra Estados Unidos. Paradojas aparte, ese complot está
siendo urdido en las oficinas de la Casa Blanca y el Pentágono.
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