Arnoldo Kraus
Lo absurdo ya no es absurdo
La invasión a Irak, un país gobernado desde la irracionalidad, por parte de Estados Unidos e Inglaterra, destacados expositores de la civilización, ha generado un vacío inmenso. Un hueco donde coluden la brutalidad de un dictador y un pueblo desgastado, silenciado y sobajado ad nauseam, contra el ideario y el inmenso poder de la ciencia y la tecnología bélica representados por Bush y Blair, que aunque no cuentan con todo el apoyo de sus gobernados, no son pocos, sobre todo en Estados Unidos, los que miran con buenos ojos la guerra contra Hussein. Este capítulo de la historia ha creado un marasmo muy particular, un déficit poblado por la sinrazón, por la falta de lógica y por la larguísima ausencia, a pesar de sus continuas invocaciones, de uno o varios dioses. Un vacío poblado de cuerpos, de fatalismo, de fotografías llenas de muerte, de miseria humana y de odio. Un hueco donde la incertidumbre y el malestar mundial se incrementan día a día.
Sin duda, un vacío muy, muy extraño, donde "uno", a pesar de haber encontrado la compañía cotidiana y a todas horas de la guerra, experimenta la molesta sensación que nace de la incapacidad para entender lo que se ve, lo que no se ve, lo que se vive, lo que no se vive. "Uno", ese "uno" obsesionado y habitado por lo que dicen los medios de comunicación, soy yo, es usted, son los millones de manifestantes en casi todo el mundo, los connacionales convertidos en soldados gringos y luego en muertos mexicanos, los iraquíes diezmados y asesinados o los periodistas que retratan desde Irak el absurdo. Un vacío, permítaseme la expresión, tautológico. Sí, un vacío tautológico: la invasión no tiene lógica, Aznar es un asno y un capado, Bush, Blair y Hussein representan el mal, el fundamentalismo en todas sus formas se incrementará, la guerra no tiene ni pies ni cabeza, etcétera.
Este vacío tautológico es, hasta que termine la "primera fase" de la guerra, una verdadera enfermedad, donde ningún argumento basta para entender las explicaciones que antecedieron a los combates. Importa mucho el peso de la estupidez, de la inmoralidad, del mesianismo de Bush, de las matanzas de Hussein y de la sinrazón; pero quizá lo que más duele ahora es la falta de respuestas coherentes y la ridiculez a la que se ha reducido la condición humana. Esa suma de absurdos es el mejor alimento para que la tautología se clone y para que la cotidianidad se transforme en enfermedad.
Con la guerra, vivimos un vacío habitado por todas las posibilidades de lo absurdo. Un vacío tan lleno de absurdo y tan saturado de imposibles que cualquier intento de explicación es banal. Me obsesiona y me preocupa la insensatez de la intelligentzia estadunidense: Ƒqué esperaban de la población iraquí?, Ƒexploraron si serían recibidos como libertadores, o si la invasión sublimaría a Hussein?
Leo en el periódico: "Otra bomba mata más de 50 civiles en un mercado de Bagdad". Y recuerdo el dictum de Bush: "el que no está con nosotros, está contra nosotros". Transcurre un día y leo: "Irak amenaza a Estados Unidos con utilizar más comandos suicidas como arma. El vicepresidente iraquí anima a cualquiera a atacar a los responsables de la agresión". Y también recuerdo que los tres mosqueteros prometieron una guerra rápida con pocos muertos, una invasión preñada de cirugías sin errores. Y luego, las fotos: una niña sin piernas, un pequeño muerto en una caja de plástico, las caras de soldados estadunidenses surcadas por el miedo, kurdos armados con sed de venganza, cuatro soldados de la alianza apuntando a un civil iraquí, manos anónimas que se disputan la posibilidad de seguir con vida al pelear por la "ayuda humanitaria" y la cara de una vieja iraquí ciega viendo al cielo. Mientras todo eso sucede, Bush y Hussein invocan a Dios.
Estados Unidos prometió eliminar a Hussein y liberar a Irak. Las grandes constructoras ya se disputan la reconstrucción del país. Los invasores lanzan cohetes y distribuyen pan. Bush sigue rezando, enviando tropas a Irak y persiguiendo a Hussein. Los kurdos claman venganza y la mayoría de los soldados de la coalición, sin duda, ni saben quién es Hussein ni cuál es la razón para matar iraquíes. Mientras tanto, el vacío sigue saturándose de sinrazón y de cuerpos. El odio que sienten los iraquíes será la mejor defensa de su dictador. El absurdo ha llegado a su clímax: hoy, lo peor que puede suceder es matar a Hussein.