Los halcones, cuestionados ante el fallo
de sus pronósticos optimistas sobre la ofensiva
Rumsfeld, bajo ataque; altos oficiales se quejan
de que les impide hacer su trabajo
Si los combates se alargan los "asesores neoconservadores
de Bush" podrían perder influencia
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 1º de abril. El secretario
de Defensa, Donald Rumsfeld, y un íntimo círculo de asesores
neoconservadores que han sido los promotores más agresivos de la
doctrina de la acción militar "preventiva" contra Irak, de repente
se encuentran a la defensiva como resultado de desavenencias en la guerra,
en particular el hecho de que hasta la fecha las tropas estadunidenses
no han sido recibidas como "libertadoras" tal como habían pronosticado.
Rumsfeld ahora está bajo ataque de altos oficiales
militares involucrados en la guerra contra Irak, quienes acusan al secretario
de Defensa de haber ignorado los consejos de los principales generales
y por haber lanzado la guerra sin suficientes fuerzas militares. "Deseaba
luchar esta guerra a lo barato", comentó un coronel estadunidense
no identificado al New York Times, en uno de varios comentarios
críticos por fuentes militares que se han publicado en estos días.
"Obtuvo lo que quería", afirmó.
El general retirado Barry McCaffrey, quien encabezo una
división de infantería durante la primera guerra del Golfo,
escribió hoy en el Wall Street Journal que las tácticas
empleadas por Rumsfeld habían colocado a los soldados estadunidenses
en "posición riesgosa".
La revista New Yorker reportó esta semana
que Rumsfeld decidió ignorar los consejos de sus altos generales,
quienes ahora están encabezando la guerra en Irak, en el sentido
de esperar más tiempo hasta concentrar más tropas en la región
antes de lanzar la ofensiva. Aunque Estados Unidos tiene más de
250 mil efectivos en el golfo Pérsico, en este momento sólo
hay unos 100 mil en Irak. El Washington Post dice que ha entrevistado
a por lo menos una docena de oficiales militares estadunidenses que han
criticado al secretario de Defensa y otros funcionarios civiles por "micromanejar"
la guerra y no permitir a los comandantes realizar su trabajo.
Claro que es posible que estos ataques pudieran ser un
intento por parte de los militares de evitar ser culpados por una guerra
que no se ha desarrollado tal como se anticipaba, y parte de esta crítica
proviene de gente adversa a Rumsfeld desde hace mucho tiempo. Pero estos
comentarios han causado tanta preocupación en Washington que la
Casa Blanca decidió ?en forma inusual? anunciar que el presidente
mantiene "plena confianza" en su secretario de Defensa (comentarios frecuentemente
expresados para funcionarios a punto de ser cesados).
Comentarios que "no ayudan"
El propio Rumsfeld fustigó a sus críticos
hoy en una conferencia de prensa en el Pentágono, y el jefe de la
junta de jefes militares, el general Richard Myers, insinuó que
las críticas contra los militares durante tiempos de guerra son
erróneas y esencialmente no patrióticas. "No ayuda mucho
que estos comentarios sean expresados cuando tenemos a tropas en combate",
expresó.
Nadie en esta capital cree que el presidente busca deshacerse
de su secretario de Defensa en medio de una guerra, pero los reveses de
la guerra han empezado a debilitar ?por primera vez? a un pequeño
pero enormemente poderoso grupo de funcionarios que incluye a Rumsfeld,
el vicepresidente Dick Cheney, y el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz,
quienes han sido los grandes promotores de la nueva doctrina de la "guerra
preventiva", con Irak como primer ejemplo. Estos funcionarios también
son, entre otros, los autores de una nueva doctrina estratégica
de seguridad nacional, la cual fue presentada en septiembre del año
pasado, que establece que Estados Unidos debe imponerse y mantenerse como
el poder militar supremo del mundo, asegurar que ningún otro país
o grupo de países desarrollen suficiente poder para desafiar la
hegemonía estadunidense, y que todo gobierno enemigo a Estados Unidos
tiene que ser enfrentado (se mencionan como ejemplos, Irak, Siria e Irán).
Saddam Hussein había sido seleccionado por estos
funcionarios desde la primera guerra del Golfo para ser derrocado, algo
que éstos jamás ocultaron como su objetivo prioritario. Cheney,
Rumsfeld, Wolfowitz y otros firmaron una declaración pública
llamando al derrocamiento de Hussein en 1998.
En los pasados seis meses se han incorporado a este grupo
varios intelectuales neoconservadores que permanecen fuera del gobierno
pero que mantienen gran influencia sobre la decisión política,
en este caso en torno caso a la promoción de una guerra para cambiar
el régimen de Irak. En columnas de periódicos, programas
de televisión y reuniones privadas con el vicepresidente, el secretario
de Defensa y hasta con el presidente, este grupo de neoconservadores ha
insistido que una invasión de Irak sería una hazaña
rápida y relativamente poco sangrienta, la cual contaría
con el apoyo de sectores dentro de Irak, y que era la mejor opción
y preferible a continuar con el proceso de inspecciones de armas de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU).
"Creo que demoler el poder militar de Hussein y liberar
a Irak sería un paseo", declaró Kenneth Adelman, ex alto
funcionario del gobierno de Ronald Reagan y parte de este grupo influyente.
Otro miembro de este grupo es Richard N. Perle, ex alto funcionario quien
hasta la semana pasada era el presidente de la Junta de Asesoría
de Defensa, un comité influyente de asesores no pagados del Pentágono.
En una entrevista para la televisión en febrero de este año,
Perle dijo que "podría haber bolsas de resistencia, pero muy pocos
iraquíes van a luchar para defender a Saddam Hussein". Perle fue
obligado a renunciar a su puesto como presidente de la junta de asesores
del Pentágono porque utilizó su posición para promover
negocios privados con el Pentágono, pero parte de la presión
para su renuncia también fue generada porque sus pronósticos
optimistas en Irak no se han materializado (Perle permanece como miembro
de la junta de asesores).
Adelman y otros insisten todavía que sus pronósticos
podrían ser ciertos, pues el régimen de Hussein podría
colapsarse frente a un poderío militar abrumador. Pero Andrew Sullivan,
otro intelectual neoconservador, reconoció esta semana en entrevista
con el New York Times que "nosotros, los halcones, podríamos
haber subestimado el sentimiento de violación nacional de los iraquíes
al ser invadidos, a pesar del odio por Saddam".
Jim Lobe, periodista y analista del Institute for Policy
Studies, quien fue uno de los primeros en escribir sobre este grupo de
asesores de gran influencia en el gobierno de George W. Bush, sugirió
en entrevista con La Jornada que podrían estar perdiendo
su juego político. "Creo que están perdiendo influencia.
Si esta guerra continúa por más meses y Estados Unidos se
empantana, entonces es posible que el presidente abandonará a estos
neoconservadores", dijo. "El punto es que si esto no marcha bien, Bush
tiene que culpar a alguien".
Esta pérdida de influencia, si continúa,
podría fortalecer a otras corrientes dentro del gobierno de Bush,
como la encabezada por su secretario de Estado, Colin Powell, que favorecen
una ruta multilateral en asuntos de política exterior. Powell, según
versiones aquí, ha chocado en varias ocasiones con Rumsfeld en torno
al debate sobre el papel de la ONU.
Pero aun los simpatizantes de Powell reconocen que todas
estas críticas se esfumarán si el régimen iraquí
es destruido y la ocupación de Irak se consolida dentro de las próximas
dos semanas.
No pocos empiezan a recordar que ninguna de las figuras
prominentes de este grupo de neoconservadores y autoproclamados halcones
jamás han sido militares, y todos -Rumsfeld, Cheney, Wolfowitz y
Perle- evitaron el servicio militar.