Falta aterrizar en las políticas públicas
la idea de respeto a la diversidad indígena
El Estado, renuente a aceptar los cambios en las culturas
populares
Prevalece la concepción de que las manifestaciones
populares son necesariamente marginales: García de León
ARTURO JIMENEZ ENVIADO
Queretaro, Qro., 29 de marzo. Ante los vertiginosos
y permanentes cambios en la cultura y la llamada tradición, el Estado
mexicano todavía responde con lentitud y con referentes ya rebasados
que tuvieron vigencia durante la Colonia, el siglo XIX o la etapa posrevolucionaria,
señaló el antropólogo Antonio García de León.
Durante su participación en el primer foro Regiones
Culturales Culturas Regionales, organizado por los consejos Nacional y
Estatal para la Cultura y las Artes y el Colegio de San Luis, que se realiza
en el Museo de la Ciudad, García de León aseguró que
el Estado sigue cultivando una visión de la "cultura popular" que
ignora la existencia de los nuevos códigos culturales "en ebullición".
"Todavía el Estado asocia lo popular a lo marginal,
a lo que se mantiene fijo, y se obstina por sacar de la jugada todos los
códigos que no respondan al viejo esquema, simplemente porque los
nuevos no le sirven para sus intereses", dijo en su conferencia magistral
Historia y región: territorios en movimiento y vinculaciones
relevantes.
En la sesión de preguntas, García de León
dijo que, más bien, ahora se trata de precisar cuáles son
las políticas culturales que la sociedad civil le tiene que "imponer"
al Estado: "habría que profundizar el pacto entre los organismos
del Estado y la sociedad civil. Se obtienen mejores resultados donde hay
diálogo que atrincheramiento", comentó.
En su conferencia, el investigador y músico indicó
que los mecanismos más poderosos de la "obstinación" del
Estado se observan en los financiamientos a los pequeños proyectos
culturales, donde los criterios se basan en las antiguas nociones de lo
que es tradicional y lo que no lo es, utilizando esos subsidios como una
forma de desalentar las nuevas expresiones.
"Un subsidio cultural puede ser entonces un lastre, una
encubierta subvención a la pobreza, usada para detener y mantener
igualmente empobrecida a la cultura popular real, no a la imaginaria."
Por lo general, abundó, el Estado va a la zaga
sin percatarse de que estamos en el vórtice de una revolución
tecnológica y de las mentalidades que "destruyen a gran velocidad
los anteriores códigos", en donde las expresiones "tradicionales"
suelen reaparecer recubiertas de nuevas simbolizaciones y de las más
inesperadas formas.
Basta ver a Cesárea Evora, de Cabo Verde, o a Luzmila
Carpio, quechua de Bolivia, acompañadas en escenarios del mundo
por músicos europeos e instrumentos de tecnología de punta,
puso como ejemplo. "¿Y si esas manifestaciones no son auténticas,
entonces, cómo las catalogamos?", preguntó, y concluyó:
"Hoy más que nunca hemos perdido la inocencia,
pero cuesta mucho trabajo reconocerlo. Y por sobre un mundo que configura
de nuevo su red de asociaciones, una inmensa marea amenaza con convertirnos
muy rápidamente en parte del pasado. Muy pronto seremos tradición
y de nuestros desmembrados despojos se alimentarán los nuevos mitos."
La autonomía, en el plano de la enunciación:
De la Peña
ARTURO JIMENEZ ENVIADO
Queretaro, Qro., 29 de marzo. Luego de varias décadas
de predominio en México de una política "indigenista", que
si bien planteaba el reconocimiento a las diversas culturas autóctonas,
también buscaba "abrirlas" al resto de la sociedad e "integrarlas"
a la modernidad, ahora comienza a predominar, en un giro de 180 grados,
la idea de la necesidad de autonomía de esos pueblos, de una educación
intercultural y bilingüe e, incluso, de darles cabida en el sistema
educativo nacional.
Sin embargo, este cambio fundamental se encuentra "poco
aterrizado" en las políticas gubernamentales, dijo el investigador
Guillermo de la Peña, quien por otra parte, tras hacer un recuento
de tres modelos de autonomía territorial vigentes en América
Latina, advirtió que el desafío no es decir cuál de
ellos es el mejor sino cómo pueden coexistir y combinarse.
Un segundo desafío, agregó, es buscar formas
de autonomía "no territorializadas", pues muchas búsquedas
de "formas de ciudadanía étnica" se realizan fuera de las
comunidades debido a los crecientes fenómenos de migración
a las ciudades, al norte del país y a Estados Unidos.
Los modelos de autonomía territorial mencionados
por De la Peña, quien aclara que dicha idea no es nueva pues comenzó
a gestarse desde la década de los 30, son los que se centran en
la defensa de los recursos naturales y que son reivindicados en el Amazonas
o en Centroamérica.
Además, el que plantea los derechos territoriales
y agrarios, pero también formas de gobierno comunitario y, por último,
el que propone "regiones autónomas pluriculturales", en las que
conviven diversas culturas y existe una forma de gobierno con representación
de todos los grupos, modelo desarrollado en Nicaragua.
De la Peña expuso otras ideas, como la necesidad
de vincular la reivindicación de los "derechos ciudadanos" con la
demanda de "territorios autónomos".