Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 30 de marzo de 2003
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Política

Antonio Gershenson

La guerra y las reservas petroleras

Se ha seguido insistiendo, en declaraciones de funcionarios, en que se exporte más petróleo por las necesidades de la guerra -aunque no siempre se mencione explícitamente esta última palabra-. El domingo pasado ya abordamos el asunto. Vamos a abordar el problema de si en verdad tenemos tanto petróleo como para derrocharlo, desde otro ángulo, y ya con los datos oficiales de Pemex para 2002 (en producción) y para el primer día de 2003 (en reservas).

A finales de diciembre pasado, nos referíamos a que un estudio de la SEC estadunidense, algo así como la Comisión de Valores de allá, asumía que las reservas probadas mexicanas de petróleo crudo y de gas natural eran claramente inferiores a las entonces cifras oficiales. Ya habíamos tenido una revaluación de reservas, muy hacia abajo, en 1996-1998, que mostraba que muchas de las supuestas reservas probadas eran falsas.

Ahora, en el Informe Estadístico de Pemex 2002, se oficializa esa reducción, además de reconocerse otra, adicional, para ese año. Si tomamos cifras globales, resulta que tenemos reservas de crudo equivalentes a 13 años de la producción vigente en 2002, frente a más de 50 años que se anunciaban en tiempos del llamado auge petrolero.

Sin embargo, mientras que en la región norte, que tiene menos de 3 por ciento de la producción nacional, hay reservas para 32 años, en las regiones marinas, que producen 82 por ciento del crudo mexicano, las hay para 11 años.

Esto no es todo, el petróleo sale a la superficie básicamente por la presión del gas natural que lo acompaña. Y las reservas de gas natural en esas mismas regiones marinas alcanzan para ocho años de la producción de 2002. En la región marina suroeste lo tenemos sólo para seis años, lo cual nos explica la caída anual de 14 por ciento en su producción de ese gas.

Las reservas probadas de gas natural en el norte, donde se concentra la inversión en esta materia, equivalen a siete años de la producción del año pasado, cuando que se hablaba, hace apenas un año, de casi 35 años. De modo que es, en el mejor de los casos, poco responsable andar ofreciendo en venta lo que no tenemos. Es incorrecto sacrificar el futuro buscando alguna palmadita o algún favor en lo inmediato. Ya el pasado domingo preveníamos contra la sobrexplotación del yacimiento Cantarell, el mayor de México. Este yacimiento, más el segundo en importancia, Abkatún, han representado 77 por ciento de la extracción de crudo en las regiones marinas. El primero fue descubierto en 1976 y el segundo en 1978. Ya están más que exprimidos, deben ser manejados con cuidado. Las reservas probadas de crudo en Cantarell son menos de la cuarta parte del crudo que ya se sacó de ahí. Las de Abkatún, 6 por ciento de lo que ya se extrajo.

Ni la guerra, ni menos aún la escasez de petróleo, son cosas de unos días o de unas semanas. Ya antes de la guerra, las existencias de crudo en los principales países consumidores estaban en niveles muy bajos. A medida que se frena la exportación de Irak, esto se acentúa; y la capacidad productiva mundial de reserva es muy limitada. Embarcarse en una producción compulsiva a costa de incluso dañar los yacimientos, no es admisible.

Aun al terminar la guerra, la exportación iraquí, con los daños de la confrontación bélica, se irá reanudando sólo gradualmente. Mientras, se acerca la temporada de alto consumo de gasolina, en julio-agosto. Y eso implica tener crudo, para refinarlo, por lo menos uno o dos meses antes. De modo que embarcarse con una sobreproducción de crudo, con una sobrexplotación de yacimientos, no sería cosa que pasaría pronto, y el daño sería mayor.

En México, el discurso a favor de la paz predomina de manera casi absoluta. Hay que ser consecuentes con él, y no darle, en los hechos, prioridad a la guerra, por encima del cuidado que requieren nuestros yacimientos.

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