REPUBLICA DE PANTALLA
Jenaro Villamil
Los goodfellas de EU contra los periodistas
Bush y Rumsfeld contra informadores
Una teocracia de guerra impone su guión
UNA DE LAS frases preferidas de Al Capone, reproducida
por Donald Rumsfeld, el jefe del Pentágono, es la siguiente: "se
consigue más con una palabra amable y una pistola que con una palabra
amable solamente". En estos tiempos de gangsterismo internacional,
las palabras amables se han hecho a un lado para quedarse sólo con
la pistola. El gatillo de Rumsfeld está listo ahora para todos aquellos
elementos incómodos a la guerra de propaganda y de fundamentalismo
militar que el gobierno de George W. Bush pierde en el terreno de la información.
En los pasados tres días el "fuego amigo" ya no
sólo causa bajas entre los propios soldados angloestadunidenses
que intervienen militarmente en Irak. También han enfocado sus "bombas"
inteligentes a civiles, a la televisión árabe Al Jazeera
y, particularmente, a los periodistas que se salen del guión de
la guerra preventiva y "liberadora" que nos anuncian ya como eterna, como
si fuera un dogma de fe.
Con un cinismo fuera de toda proporción, Bush y
Rumsfeld han enfocado sus baterías contra la cobertura informativa
de los propios periodistas de casa, los mismos que en la mañana
del 28 de marzo protagonizaron una rebelión ante el comando central
de Doha. Ahí, el corresponsal de The New York Times le reprochó
a los militares la falta de claridad sobre los bombardeos contra civiles
y el déficit de veracidad de los informes (continuamente desmentidos
por los hechos, como la supuesta "toma" de las ciudades de Basora y Um
Qsar). La cadena televisiva ABC decidió enviar a su corresponsal
de vuelta a casa ante el sesgo informativo del comando central. En las
pantallas de Televisa, Joaquín López Dóriga ha criticado
las contradicciones entre los partes militares optimistas y maquillados
y las imágenes que se observan en las televisoras árabes.
Hasta los reporteros de CNN, tan tímidos para salirse del guión,
han recrudecido sus críticas y observaciones en los días
recientes.
En
paralelo, Bush se dijo "algo frustrado" ante la prensa de Estados Unidos,
y se ha tomado la atribución de descalificar como "tontas" preguntas
tan precisas como los errores de los aliados y la duración y efectividad
de los avances militares durante los primeros días de la invasión.
No terminaba de extenar sus diatribas contra la prensa, cuando el Pentágono
expulsaba al periodista Phil Smucker por haber puesto en peligro una unidad
militar con un reportaje muy preciso, según consignó el periódico
The Christian Science Monitor.
Los británicos no se han quedado atrás.
El ministro de Defensa, Geoffrey Hoon, dijo que las imágenes de
los periodistas incrustados que acompañan a las tropas británicas
son las responsables de las oscilaciones en la opinión pública
inglesa en torno a la efectividad de la guerra. En consonancia con la satanización
que se ha hecho desde Washington contra la televisora árabe Al Jazeera,
tropas británicas bombardearon equipo de esta emisora qatarí
en Basora. Su "pecado" no es sólo transmitir imágenes incómodas
de soldados estadunidenses y británicos muertos o presos, sino desmentir
las victorias militares y el carácter "quirúrgico" de los
bombardeos.
Los goodfellas de la guerra acusan a los periodistas
de todo el mundo por sus coberturas y sus preguntas. Basta observar el
rostro de hastío y los gestos amenazadores de Rumsfeld cuando se
enfrenta a las entrevistas televisivas o las ruedas de prensa. Tampoco
a Al Capone le gustaba que le preguntaran por qué mataba impunemente.
Las revueltas periodísticas
El problema central es que ya muy pocos medios y muchos
menos periodistas están dispuestos a servir de parapeto para una
contienda en donde no sólo se cometen simples "errores", sino crímenes
de lesa humanidad, y que la exhibición de estas fallas se transmiten
casi al mismo tiempo que ocurren. Los periódicos británicos
se preguntan: ¿cómo ocultar o evadir el hecho incontrastable
de que 85 por ciento de los soldados ingleses que han muerto ha sido a
causa de accidentes, al "fuego amigo" o a errores ostensibles de la coalición
angloestadunidense?
El periódico The Independent, al cual pertenece
el extraordinario corresponsal Robert Fisk, cuyos reportes se publican
también en La Jornada, recordó en un editorial del
27 de marzo que "está claro que la impresión de que era posible
acabar con el régimen de Saddam rápidamente y casi sin derramar
sangre era, en el mejor de los casos, excesivamente optimista y, en el
peor, un esfuerzo deliberado de engañar".
Otro ejemplo es un e-mail enviado a varios sitios
en Internet por periodistas españoles de Informativo Tele5. El reportero
Pachú denuncia en este correo electrónico que se le han "revuelto
las tripas" cuando observa el tratamiento que le dan a sus materiales desde
Irak. "Yo no lo entiendo. No me cabe en la cabeza que un gobierno tenga
la desfachatez de meterse de esta forma en un medio de comunicación
privado(...) No hay cojones para defender una profesión que vive
de la verdad y la honestidad cuando se difunde, ante todo, un despacho.
Me siento profesionalmente mal, me siento que no he sabido reaccionar a
tiempo. Y aislado de mi equipo".
En respuesta a este e-mail, Pedro y Jon Ander,
camarógrafo y productor, rematan con un dejo de ironía: "habrá
que resignarse a ver la verdad de la CNN y de Moncloa, pero nunca nos resignaremos
a ser corderos de un rebaño de 'periodistas demócratas' que
no son otra cosa que la voz de su amo. No nos callarán".
En contraposición con el creciente malestar de
los periodistas occidentales, se ha querido acusar al gobierno de Irak
de atacar a reporteros. No pocas agencias dieron como un hecho que los
siete reporteros italianos desaparecidos en la región de Basora
habían sido víctimas, en realidad, de un ataque de tropas
iraquíes. El sábado 29 de marzo, la BBC y el periódico
Il Corriere della Sera informaron que los reporteros fueron liberados
y se encuentran en Bagdad.
Los predestinados de la guerra
El problema central es que los profesionales de la información
están enfrentándose no a un dictador sanguinario en Irak,
sino a una especie de teocracia bélica que no acepta la información,
sino el dogma, y en su lógica todo aquel que difunda hechos "inconvenientes"
se convierte automáticamente en enemigo del "eje de la guerra".
Esta teocracia formada por un cuarteto de "halcones",
o de goodfellas, se concentra en la Casa Blanca alrededor de George
W. Bush. Ellos son Richard Cheney, el vicepresidente; Donald Rumsfeld,
jefe del Pentángono; el vicesecretario Paul Wolfowitz (autor de
la tesis de la "guerra preventiva"), y Richard Perle, apodado el Príncipe
de las tinieblas, presidente del Defense Policy Board hasta hace unos
días por sospechas de conflicto de intereses, e identificado como
parte del fuerte lobby pro israelí.
Estos cuatro fantásticos, junto con Colin Powell
-el único con amplia experiencia de combate militar-, fueron los
autores de la invasión a Panamá en 1989, sin autorización
de las Naciones Unidas para derrocar al "dictador" Manuel Antonio Noriega,
ex agente de la CIA, que se convirtió por la magia del control de
estos personajes en los medios en un "verdugo de su pueblo", "traficante
de drogas" y "pornógrafo". Como recuerda el periodista Ignacio Ramonet
en un artículo reciente, este mismo cuarteto (o quinteto) dos años
después planeó y ejecutó la Guerra del Golfo en 1991.
"Su gran frustración fue no haber derrocado a Saddam", apunta Ramonet.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 establecieron un nuevo
guión para confrontar al "eje del mal" (aportación conceptual
de Condoleezza Rice, la pianista frustrada que encabeza el Consejo de Seguridad
Nacional y comparte con Bush su fervor por las ceremonias religiosas).
En su guión, el gobierno talibán de Afganistán cayó
sin problemas, salvo por la "prensa incómoda" que les ha recordado
que no pudieron atrapar a Osama Bin Laden, tan satanizado como Noriega,
Hussein y el gobierno de Corea del Norte, otro objetivo de este grupo.
Poco después de los atentados del 11 de septiembre,
Rumsfeld escribió en The New York Times que "si de salida
el apoyo público (a la guerra) es débil, el liderazgo de
Estados Unidos debe estar dispuesto a invertir el capital político
para generar el respaldo dirigido a sostener el esfuerzo durante el tiempo
que se requiera".
Las cosas no les están saliendo bien en materia
de control informativo en Irak. Este control se perdió antes de
que cayeran los primeros misiles contra Bagdad. Ahora ya demostraron que
en su misión están dispuestos no sólo a bombardear
la verdad, sino a quienes trabajan por encontrarla.