ƑLA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
Jugar con la ley
OTRO FANTASMA RECORRE el mundo: el del desprecio por la ley a cargo de individuos, instituciones y estados, en un proceso que amenaza con regresarnos a la época de las cavernas, sólo que ahora en nombre de la autorregulación, el antiterrorismo y la falsa democracia.
UN POBRE EMPLEADO megalómano a las órdenes de inconfesables amos manda un ejército a invadir Irak, al margen de toda cordura y pasando por encima del Consejo de Seguridad de la ONU, hace años al servicio de Washington. Un presidente desentendido de lo que le ordena la Constitución hace un tardío cuanto farragoso pronunciamiento de su gobierno en favor de la paz, y un soliviantado empresario, con una imaginación inversamente proporcional a su impunidad, se desentiende de toda normativa y continúa llevándose entre las patas -literalmente- la tradición taurina de México.
LA HISTORIA VUELVE a repetirse y por enésima vez unos cuantos "malos" pero poderosos, pueden más que millones de "buenos", sin otro poder que su masiva indignación, y ante el ofensivo capricho de algunos, los más de los medios se vuelven cómplices, la opinión pública resulta impotente, y organismos e instituciones se prestan de nuevo al manoseo de la ley.
FUERA DE CONCURSO por sus niveles de desvergüenza, el gobierno estadunidense exhibe una vez más el trasfondo de su ideología seudopacifista: la contraproducente obsesión por el dominio del planeta, a costa de lo que sea.
EL ARTICULO 89 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su fracción X ordena al Presidente de la República observar los siguientes principios normativos en lo referente a la política exterior del país: "la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de controversias, la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, la igualdad jurídica de los Estados, la cooperación internacional para el desarrollo, y la lucha por la paz y la seguridad internacionales".
CON SOLO HABER recordado su protesta del primero de diciembre de 2000, de "guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República" (Art. 87), el primer mandatario no hubiese tenido necesidad de tantos rodeos ante nuestro vecino, cuya corta sensibilidad hacia el mundo hace que sus días como imperio estén contados.
POR SU INTOCABLE y despreocupada parte, el seudoempresario de la Plaza México -conservadoramente "perdió" 17 millones de pesos en las veinte corridas de la recién concluida temporada grande, como lo documentó semana a semana La Jornada- incurrió por décimo año consecutivo en graves inobservancias al reglamento, con un logro adicional: haber impuesto a uno de sus incondicionales como representante de los pasmados matadores, neutralizando así al último gremio que pretendió oponérsele. Tarde o temprano, sin embargo, el incumplimiento de la ley acarrea consecuencias que rebasan las meramente jurídicas.