lán Semo
Transformaciones de la guerra
Vista desde una perspectiva política y militar, Ƒqué es lo nuevo en la intervención de Estados Unidos en Irak que, a tan sólo dos semanas de su inicio, ya se halla fragmentada en pequeñas y dispersas batallas que contienen y posponen la marcha de las tropas de la coalición hacia Bagdad?
La mayoría de las lecturas que se hacen de la actual campaña militar de Estados Unidos e Inglaterra en contra de Irak trazan sus orígenes en la Guerra del Golfo de 1991. Tienen razón. Acaso se trata no de dos sino de una sola guerra separada por un largo interregno en el que el asedio militar (bombardeos aéreos, bloqueo económico, aislamiento diplomático) contra el régimen de Saddam Hussein nunca cede. Sin embargo, entre 1991 y 2003 un acontecimiento disloca esta historia: el atentado contra las Torres del World Trade Center en Nueva York. El 11 de septiembre de 2001 la Guerra del Golfo cobra un giro vertiginoso. Los signos de ese giro recuerdan las estaciones predecibles que preparan el "espíritu de guerra": el estupor, el duelo, el miedo, la paranoia, el ánimo de venganza. Sin embargo, algo ha cambiado. Ese algo es una relación inédita entre la política y la guerra.
El espejo sin reflejo (del adversario). Si desde los años setenta la diseminación televisiva procura la difusión mundial de acontecimientos, una difusión instantánea y abrasiva -la globalidad ha hecho del término instante una megapresencia cotidiana-, como el ataque terrorista contra el equipo olímpico israelí en 1974, o el izamiento de la bandera rusa (en sustitución de la bandera roja) en el Kremlin en 1991, o la muerte de Lady Di, ninguno de estos "hechos" había conmovido el tejido profundo de la globalización. Eran hechos que acontecían en un entorno demarcado, acotado, en una cercanía que se alejaba rápidamente.
En el atentado contra las Torres de Nueva York nos hallamos frente a un "evento" completamente distinto: un "hecho" que afecta las redes de percepción de todos los hechos, una reescritura de la política cotidiana por doquier, la "madre" de todos los acontecimientos, parafraseando a Jean Baudrillard. Es, por llamarlo de alguna manera, un evento-mundo.
ƑEn qué consiste la peculiaridad de este evento? Después de él, lo inefable, la convicción de que lo peor es inimaginable se vuelve una gramática de la vida cotidiana. En el atentado contra el World Trade Center el sistema es puesto a trabajar contra sí mismo: dos aviones estadunidenses son transformados en dos misiles antiestadunidenses. Finalmente, ha sido descubierta "el arma" contra la que el sistema no tiene defensa alguna. Esa arma se halla en el sistema mismo, está "embeded" en su seno, reposa ahí latente. El sistema se ha vuelto incapaz de garantizar su propia seguridad: es un sitio indefectiblemente inseguro. Porque su adversario, que es su reflejo, se presenta en un espejo sin reflejo: todos los sitios (ciudades, presas, reactores, escuelas, espectáculos...) se tornan súbitamente blancos imaginarios de guerra.
La respuesta a ese sentimiento de súbita y total vulnerabilidad fue la guerra; primero contra Afganistán, y ahora contra Irak. Buscar en la recesión económica, el petróleo o la geopolítica los móviles de la segunda campaña contra Irak es inútil. (Lo que no significa que la guerra no tenga consecuencias económicas, políticas, geopolíticas y sociales.) Su origen se halla en un miedo que la gran potencia ni siquiera había intuido en sus mejores fantasías: el miedo sin sujeto, la disipación total del objeto del miedo. Sólo que en Irak lo inefable se agiganta. El sistema se revela como vulnerable no sólo desde su interior, sino desde su exterior.
La pantalla siega. El conflicto del Golfo en 1991 inaugura una modalidad de la guerra que simplemente se desconocía antes: la guerra de cero muertos. La guerra "limpia", tecnológica, en la que las tropas interventoras salen libradas no con un mínimo, sino con un número insignificante de bajas (29 muertes en total). La guerra entendida como continuación perversa del bienestar. A diferencia de lo que sucedió en Vietnam, las pantallas se rigen por el control, es decir, por la estetización de la muerte, incluso la del enemigo.
Ya desde la intervención en Mogadiscio esta automplacencia había quedado en entredicho. Una muerte rapaz de un soldado estadunidense exhibida indiscriminadamente frente a las pantallas, y deprovista de ese efecto de siega, de estetización, basta para disuadir a Washington de retirarse a toda prisa. Es el efecto que buscan los iraquíes al resistir, ahora en guerrillas, en escaramuzas y batallas nocturnas. Y es el efecto que consiguen con las primeras tomas que aparecen en la cadena televisiva Al Jazeera, donde se divulgan imágenes de soldados estadunidenses torturados y ejecutados. La pantalla televisiva siega la fantasía de la invulnerabilidad, que equivale a la guerra de cero muertos. El síndrome de Vietnam y Mogadischu es un fantasma que recorre a la sociedad estadunidense, un fantasma surgido del otro campo de batalla: la guerra de las imágenes.