Paola Ghini*
La población kurda, de nuevo sacrificada
En la llamada "guerra quirúrgica contra Saddam
Hussein" la primera víctima comprobada ha sido, una vez más,
la libertad del pueblo kurdo.
El 22 de marzo, el parlamento turco aprobó oficialmente
el envío de enormes contingentes militares hacia territorio kurdo
iraquí. Al mismo tiempo, después de una negociación
con Estados Unidos, que se remonta a noviembre pasado, el parlamento turco
le autorizó el uso de su espacio aéreo. A pesar de las declaraciones
oficiales confusas y fluctuantes de los generales estadunidenses, Turquía
parece haber obtenido la aprobación de Washington a la entrada de
las tropas turcas en el Kurdistán iraquí. Se trata, sin duda,
de un intercambio de favores mutuamente ventajoso.
Sin embargo, quienes están en contacto directo
con la oficina de información sobre el Kurdistán y con el
exilio kurdo asentado en varias ciudades europeas saben que, desde enero,
los comandos militares turcos habían tomado posiciones estratégicas
a lo largo de la frontera entre Turquía e Irak, precisamente en
el área conocida como región autónoma kurda. Ello
muestra que la invasión turca al territorio kurdo en Irak fue decidida
previamente al inicio de la segunda guerra del Golfo.
Nada de esto asombra. A partir de los años 70,
después del golpe militar en Turquía, la Constitución
de este país aprobó la existencia de un órgano militar
llamado Comisión de Seguridad Nacional, la cual tiene la facultad
de legislar en materia militar, en claro conflicto con cualquier principio
democrático, de manera autónoma al parlamento, sometiendo
a éste de facto al poder militar.
Ahora, el parlamento turco ha maquillado una decisión
de invadir Irak previamente tomada, declarando que el presunto objetivo
de la incursión territorial era ofrecer ayuda a los prófugos
iraquíes y combatir el terrorismo.
El kurdo es un pueblo sin Estado independiente, que tiene
la mala suerte de vivir en una tierra abundante en petróleo, oro,
agua, gas, uranio e hierro. Cerca de 30 millones de kurdos habitan un territorio
de 550 mil kilómetros cuadrados. Después de la Primera Guerra
Mundial, con el Tratado de Lausana y principalmente por voluntad de Turquía,
Reino Unido y Estados Unidos, el Kurdistán fue seccionado y subdividido
entre cuatro países: Turquía, Irán, Siria e Irak.
Hoy en Turquía hay más o menos 18 millones de kurdos (20
por ciento de la población del país); en cambio, hay casi
6 millones de ellos en Irak. Las áreas petrolíferas de Mosul
y Kirkuk, bombardeadas en estos días, son en su mayoría kurdas.
Turquía, Irak, Siria e Irán jamás
han sido benévolos con los kurdos, que han sido secuestrados dentro
de su misma tierra. Los genocidios de Halabja (Irak, 1988) y de Tunceli
(Turquía, 1938, y 1995) son solamente la punta visible del iceberg
de una larga lista de maltratos. Torturas y deportaciones son parte de
la realidad de cada día para cualquier kurdo que manifieste el mínimo
disenso dentro de los cuatro países que habitan. Los reportes de
las asociaciones pro derechos humanos así lo confirman.
Los kurdos ven a los militares turcos con el mismo terror
con que miran a Hussein. Aún hoy en día, las aldeas kurdas
en Turquía son inundadas, el ganado matado y quemado, los disidentes
mutilados y sus abogados encarcelados. Apenas la semana pasada la prensa
turca informó que el gobierno de Ankara declaró ilegal el
Hadep, partido pro kurdo, reabriendo de facto la temporada de persecución.
El gobierno turco teme las demandas soberanistas y autonomistas del pueblo
kurdo.
Estados Unidos concluyó las operaciones militares
de la guerra del Golfo en 1991 dejando la región con un desorden
político deplorable. La definición sobre la situación
del territorio kurdo fue congelada por Naciones Unidas. Ninguna de las
ofertas hechas al pueblo kurdo por las fuerzas aliadas se cumplieron: la
autonomía de la región sigue siendo provisional, a pesar
de que debe ser renovada por el organismo internacional cada semestre.
Los tanques turcos entran en la región cada mes haciendo estragos.
En 1996, Hussein también penetró sin problemas en la región
kurda y perpetró matanzas.
Para coronar esta "obra maestra" de la diplomacia, la
ONU dejó la guía de la región en manos de dos familias,
Talabani y Barzani, las cuales aunque han tenido el mérito de poner
orden con pocos medios en un área de guerra, así como de
establecer un Estado laico, que permite cierto acceso a la educación,
se han colocado en el lucrativo nicho del narcotráfico y del contrabando
petrolero con los países limítrofes, sin permitir que se
lleven a cabo elecciones legítimas.
En estos años las poblaciones kurdas, tanto en
Turquía con el Hadep, como en la región autónoma en
Irak, han intentado varias veces democratizar sus territorios, pero los
disidentes siempre han sido eliminados.
En la segunda guerra del Golfo, los Barzani y los Talabani
han apoyado a Estados Unidos, confiando en que el nuevo orden que emane
será favorable a sus intereses. Así, gracias a Turquía,
Estados Unidos ha obtenido el espacio aéreo y, de las cumbres kurdas,
la carne de cañón para las batallas de frontera. El resultado
final es que Turquía, temiendo el reconocimiento del Estado kurdo,
está invadiendo silenciosamente el Kurdistán con las mismas
fuerzas especiales antiguerrilla utilizadas en los años 90 para
exterminar a los kurdos en las aldeas del Kurdistán turco. Mientras
tanto, la población civil kurda se está refugiando en las
montañas.
Esta es la guerra quirúrgica planeada por
Estados Unidos.
* Italiana integrante del Centro por la Paz de Cesena,
Derechos Negados a la Población Kurda.