EL HACKER BUSH
Los
intercambios internacionales y nacionales de información, comunicaciones
y noticias han sido, en la agresión militar lanzada por Estados
Unidos e Inglaterra contra Irak, uno de los "teatros de operaciones" de
la guerra en curso, y en él, de acuerdo con una expresión
tan común como certera, la verdad ha sido la primera baja de la
confrontación. En este terreno, y en la circunstancia presente,
el régimen iraquí se ha conformado con proseguir su conocida
hostilidad represiva hacia todo lo que suene a información independiente.
En cambio, el gobierno de Estados Unidos, que se ostentaba como defensor
de la libertad de expresión y del derecho a la información,
y cuyos mecanismos de control sobre los medios informativos y de comunicación
eran mucho más sutiles que los de las dictaduras formales, ha ido
cerrando los márgenes informativos, ha restablecido la censura de
Estado y ha entablado acuerdos implícitos o explícitos con
los consorcios propietarios de los medios para manipular a discreción
toda la cobertura de la guerra, tanto la de medios estadunidenses como
la que realizan entidades periodísticas de otros países.
Además de modelar a su antojo los despachos y los
reportajes que las cadenas informativas del país vecino presentan
al público, Washington ha lanzado una campaña indignante
y vergonzosa contra la emisora qatarí Al Jazeera, la cual se ha
distinguido por su profesionalismo, su sentido de la oportunidad periodística
y su independencia ante los poderes públicos y los bandos en pugna.
En el mundo árabe Al Jazeera es, de hecho, una excepción
luminosa que le ha valido prestigio y reconocimiento en todo el mundo,
menos en Estados Unidos. Desde los días posteriores a los atentados
del 11 de septiembre de 2001, cuando esa emisora difundió videos
de Osama Bin Laden, la Casa Blanca satanizó el trabajo de Al Jazeera
y la acusó de ser un aparato de propaganda de Al Qaeda. En el momento
actual, la empresa televisiva ha sido acusada de violar la Convención
de Ginebra debido a que transmitió imágenes de soldados estadunidenses
muertos o capturados, a pesar de que CNN, NBC, ABC, BBC, Univisión
y demás consorcios angloestadunidenses han transmitido, desde antes,
fotos o videos de prisioneros de guerra iraquíes y de los muertos
en los bombardeos contra la nación árabe agredida.
Más allá de los improcedentes e injustos
señalamientos contra la televisora qatarí, ésta ha
sufrido, en días recientes, ataques informáticos de toda
clase: desde los ilegales bloqueos de sus servidores por hackers -presumiblemente
al servicio del gobierno de Bush- hasta la negativa de empresas estadunidenses
a brindarle conexión a Internet, pasando por la expulsión
de sus corresponsales de la Bolsa de Nueva York. En forma involuntaria,
esa persecución ilegal contra un medio informativo revela hasta
qué punto el gobierno de George W. Bush y su aventura bélica
en Irak se han vuelto vulnerables a la difusión de la verdad.
Otro aspecto alarmante de la guerra informática
que se produce como correlato de la guerra a secas es la súbita
desaparición o el bloqueo de casi todos los sitios iraquíes
en Internet, fenómeno del que difícilmente podría
considerarse ajenos a los poderes políticos y económicos
de Estados Unidos. Este arrasamiento virtual, que configura un bloqueo
informativo al conjunto de la sociedad de Irak, pone de manifiesto la necesidad
de redistribuir y descentralizar por todo el planeta los sistemas que controlan
y gestionan la red mundial y que por ahora se encuentran concentrados,
en su gran mayoría, en la nación vecina. Adicionalmente a
la exigencia de parar la agresión criminal contra Irak, las sociedades
deben incluir en sus movilizaciones la demanda de quitar a Estados Unidos
la atribución de facto de sacar a un país cualquiera del
conjunto de conexiones informáticas mundiales. Tal atribución
constituye, en el contexto de desarrollo tecnológico contemporáneo,
una amenaza contra la soberanía de todas las otras naciones.
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