Teresa del Conde
Bagdad
Quizá si los lectores de todos los periódicos que han reseñado el terrible conflicto que a todos atañe conocieran ciertas cuestiones relativas a la región donde tantos jóvenes, adultos, niños y ancianos han perecido en circunstancias aterradoras, sería posible una conciencia colectiva universal de oposición a la guerra que acabara con ésta y paliara sus consecuencias. Hubo voces de tal índole en la entrega de los premios Oscar que preside la academia hollywoodense. Y México se hizo escuchar no sólo por medio de Frida (obtuvo dos estatuillas), sino igualmente en la simpática figura del protagonista de El crimen del padre Amaro, el joven actor Gael García Bernal. No fue tan radical como el cineasta estadunidense Michael Moore, recipiendario del Oscar por un largometraje documental. Igual que éste y contra lo que se diga en las noticias oficiales hay millones de estadunidenses que sustentan idéntica opinión. Es inadecuado fundir aquello que denominamos ''el pueblo norteamericano" con sus gobernantes y si no que lo diga Noam Chomsky.
Pero ese no es mi terreno ni debo incursionar en él. En cambio sí puedo recordar cosas o hechos relacionados con aquella fértil región entre dos ríos, el Tigris y el Eufrates, donde según algunas leyendas se ubicó por su fertilidad el paraíso terrenal, punto clave de todas las utopías, antes de ''la caída" que resumió el jesuita Gerard Manely Hopkins en un poema memorable.
En Mesopotamia (nombre griego que alude a la región entre los dos ríos) se ubican Bagdad y otras ciudades legendarias como Nínive y Babilonia. Los excesivos refinamientos y la acumulación de riqueza a la que llegó Babilonia, donde se encuentra una de las siete maravillas el mundo, los Jardines Colgantes, engendraron fatalmente su caída y corrupción. Antes de que Alejandro allí se aposentara, había sido tomada por dos reyes persas: Ciro (539 aC) y Darío (519 aC).
Lo que fue Babilonia se localiza a una hora aproximadamente al sur de Bagdad; allí estuvo la famosa puerta de Isthar, que se encuentra en el museo Pergamon de Berlín, perfectamente conservada. Lo que hay en el primitivo sitio de ubicación es una réplica.
Bagdad, ciudad escenario de Las mil y una noches, quedó como capital del mundo de la cultura sólo un par de siglos. Fue fundada en un sitio con amplios vestigios civilizatorios desde el tercer milenio aC. Cuando hablamos del Código de Hammurabi, del banquete de Nabucodonosor; de Nabucco, la ópera de Verdi; de la Torre de Babel, de las tumbas de los chiítas en Kazimayan, sitio muy cercano a Bagdad, nos referimos a instancias, monumentos o lugares que fueron sagrados y a sitios de peregrinaje que siguen siéndolo para muchos. Un reportero de la actualidad fotografió ya tres mezquitas destruidas, pero eran 50 ejemplos más los que tenía a la vista si atendemos a las imágenes recopiladas por William Steans Davis.
Los toros alados con rostro humano del Museo Británico (uno, según recuerdo, está en el Louvre) de allí provienen, igual que la estatuilla del rey Gudea que corresponde quizá a la más antigua caracterización monárquica que existe, los caldeos, cuya ciudad principal fue Ur. Los babilonios, sumerios e hititas poblaron la región milenios antes de la fundación de Bagdad por un califa notable, Harum Al-Rashid, quien creía en la bondad de las creaciones culturales. El fundó la Universidad Al-Mustansiriya, el mayor faro intelectual del medievo.
Los asirios sustituyeron a los antiguos pobladores en el siglo VIII aC. El arte asirio atraviesa, por tanto, tarde esas regiones. Ellos abrevaron y aprendieron de sus predecesores varias técnicas arquitectónicas, dieron al mundo las primeras construcciones de arcos y bóvedas que los griegos no adoptaron porque fueron amantes de la arquitectura adintelada. Los asirios fueron crueles, los romanos serían sus herederos una vez que Babilonia pasó a ser parte del Imperio. Del arte de la época de Asurbanipal recuerdo una leona herida por la flecha que, atravesándole la columna vertebral, le paralizó el cuarto trasero. El animal intenta alzarse apoyándose en las patas delanteras. Es un relieve que, como muchos otros de esa época, muestra especiales dotes de observación, percepción y síntesis por el artífice anónimo que lo realizó. Igual que los toros alados de cinco patas, se encuentra en el Museo Británico, que el ex guapo Tony Blair debiera visitar a diario para comprender que la invasión actual no tiene más futuro que el de algunas de aquellas antiguas culturas guerreras.