GUERRA CONTRA IRAK
Autoridades impiden la transmisión de imágenes
que muestran civiles muertos
El derramamiento de sangre en Irak, ausente en los
medios estadunidenses
A pesar de que la vida parece transcurrir normalmente,
en las calles se siente temor
DAVID BROOKS Y JIM CASON CORRESPONSALES
Nueva York y Washington, 24 de marzo. Las escenas
de la guerra son llevadas por televisión a cada hogar y comercio,
pero no se ve la sangre.
De vez en cuando muestran imágenes de medios "árabes"
(la televisora Al Jazeera, la más mencionada), pero siempre se advierte
que "supuestamente" o "según se dice" son consecuencias de esta
guerra, como la de un padre abrazando a su niña muerta.
Otra escena de un niño muerto, y aun así
los adultos no detienen la guerra. ¿Qué hacer con este hecho?
Los corresponsales de los principales medios no reportan,
o sus jefes no les ofrecen mucho espacio para ello, las "versiones" sobre
la muerte de civiles, entre ellos niños, en lo que el secretario
de Defensa insiste en que son bombardeos diseñados con "mucha humanidad".
No son pocos los reporteros estadunidenses en Bagdad que comentan -desde
las ventanas de hoteles- lo maravillados que están de la "precisión"
de las bombas.
Una de estas bombas de precisión -al parecer, dicen
algunas versiones- mató a esta niña que es llevada en brazos
por su padre.
Los noticieros nacionales de televisión interrumpen
con comerciales sus reportajes e imágenes de los combates en Irak.
Anoche, en uno de los noticieros, algo estallaba en Bagdad y segundos después
un comercial promovía un laxante; soldados corrían por el
desierto, seguidos por el anuncio de un medicamento para dar flexibilidad
a las articulaciones; aviones y helicópteros cazas y una explosión,
seguidos por una escena familiar en un hogar con niños rubios y
la madre con dolor de cabeza, que se componía al tomar dos aspirinas,
y así por el estilo.
Pero
al incrementarse los combates, con las primeras bajas y muertes estadunidenses,
la gente "de la calle" entrevistada por los medios empieza a expresar sorpresa
y miedo. "No sabía que sería así; pensaba que habría
menos resistencia", dice una mujer en las calles de Nueva York. No esperaban
sangre, por lo menos no estadunidense.
Con la noticia de los primeros prisioneros de guerra estadunidenses
en Irak y sus compañeros muertos (imágenes transmitidas por
Al Jazeera que provocaron amargas críticas de oficiales estadunidenses)
hubo protestas por la violación de la Convención de Ginebra
y advertencias hasta del presidente George W. Bush de que se tratara "humanamente"
a los prisioneros o los iraquíes serían acusados de "crímenes
de guerra".
Mientras, despegaban más bombarderos B-52
hacia Bagdad y se seguía "interrogando" a los presos de guerra de
Afganistán, y varios países y organizaciones continuaban
diciendo que la guerra es "ilegal". Pero en Washington se insiste en el
respeto al derecho internacional.
A la vez se incrementa la pugna civil por la bandera estadunidense
y el patriotismo en las calles del país, con manifestaciones en
contra y en favor de la guerra, cada lado insistiendo en que su acto, su
motivación, es el más patriótico. Ayer en Manhattan
cientos de manifestantes por la guerra se congregaron en Times Square,
en uno de varios mítines parecidos en varios puntos del país
convocados por programas conservadores de radio.
Entre las pancartas se leía: "Nucleen a Irak (arrójenle
una bomba nuclear), boicoteen a Francia", "Apoyen a nuestro país",
"Denle una oportunidad a la guerra", "La guerra es la respuesta". Según
el columnista Pete Hamill, del Daily News, un líder de la
protesta declara por altavoz: "todos los organizadores de los mítines
antiguerra son comunistas... Quieren tomar este país y convertirlo
en Cuba".
Y Dios, claro, está de su lado. Este mitin fue
organizado, le dicen a Hamill, por la Coalición Cristiana, la Organización
Sionista de América y un sitio de Internet de derecha. Por fin algo
ha unificado a los cristianos y los judíos ultraderechistas: una
guerra para controlar la cuna de la civilización y el lugar de nacimiento
de las principales figuras bíblicas.
Un tipo barbudo se atreve a pasar frente a los manifestantes
con una pancarta que dice "No matarás", y le llueven mentadas de
madre de los cristianos y judíos ultraderechistas que, al parecer,
no recuerdan esa parte de su Biblia.
En nombre de lo mejor
Los antiguerra insisten en que su motivación es
el patriotismo y el apoyo a las tropas. Insisten en que su demanda es la
paz en nombre de lo mejor de este país, de hecho para rescatar a
esta nación, y que la mejor forma de apoyar a las tropas es pedir
que regresen a casa ya. Cientos de miles desfilaron por el corazón
de Manhattan el sábado, miles con esta consigna y varios con la
bandera estadunidense. Desde veteranos de guerra hasta estudiantes y trabajadores;
desde estrellas como Susan Sarandon y Tim Robbins (quienes marcharon en
Los Angeles 24 horas antes de acudir al Oscar), hasta los líderes
religiosos de todas las principales iglesias, todos se pronuncian como
defensores de este país.
Así, con la guerra contra Irak también ha
estallado otra guerra por el corazón y la identidad de Estados Unidos.
Y para ésta no hay ni laxantes ni relajantes, ni pastillas para
el dolor ni alguna medicina para curarla o para apaciguarla. Ni el gran
espectáculo del Oscar logra distraer la atención nacional
(por culpa de Gael García, de Michael Moore, de Susan Sarandon,
de Adrien Brody y de Almodóvar).
Los medios y los encargados de este país desean
evitar mostrar la sangre, pero ya nadie puede lavarse las manos. Algunos
la justifican por el bien del mundo. Otros gritan que esa sangre corre,
pero "no en mi nombre".
Aquí critican las imágenes transmitidas
-al parecer sin interrupción comercial- por medios árabes
sobre niños heridos y muertos. "Tal vez esto hará a Al Jazeera
más popular entre aquellos que nos ven como malhechores, aun cuando
nuestros mejores jóvenes mueren bajo la bandera del bien común
superior", comenta Michael Daly, columnista del Daily News.
Las calles de Estados Unidos a primera vista lucen normales
-la gente compra, come, trabaja, se emborracha, se grita y se abraza, los
niños van a la escuela-, pero si uno ve un poco más de cerca
la inquietud, el temor, la ira y la incertidumbre brotan en muchas esquinas.
Hoy una bala o una bomba matará a un desconocido -tal vez un padre,
una madre, un hijo, un trabajador, un estudiante- a miles de kilómetros,
y una bala o una bomba acabará con la vida de un estadunidense o
británico -un joven, un tío, un hermano, un trabajador, un
estudiante- conocido por alguien en este país.
Todavía no se ve la sangre aquí. Pero la
sangre de por lo menos un niño corre por todas estas calles. Y ahora
la pregunta es ¿quién decidió que ese niño
ya no jugará más? Con razón se necesita anunciar tantas
pastillas para matar dolor y tantas recetas para permitir que el sistema
digestivo pueda asimilar todo esto.