Luis González Souza
Coalición por la paz y por un nuevo orden mundial
Desgraciadamente, comenzó la guerra; Bush Jr. y los mercaderes de la guerra (complejo militar-industrial) se salieron con la suya. Pero tarde o temprano el diablo musulmán se les habrá de aparecer, en Medio Oriente o en el mismo Washington.
Por lo que hace a México, o mejor dicho al gobierno de Fox, se perdió una triple oportunidad: 1) la de recobrar un lugar de vanguardia en el concierto internacional en la lucha por la paz, 2) la de discrepar clara y abiertamente frente a los halcones de Bush y comenzar así a enderezar las relaciones México-Estados Unidos, y 3) la de reunificar a la ciudadanía mexicana en torno de un ideal tanto más noble cuanto legítimo.
A reserva de una mejor opinión de los historiadores futuros, e independientemente de los titubeantes malabarismos discursivos en el gobierno, este capítulo de la política exterior probablemente pasará a la historia como aquel en que México, debido a las ambigüedades, y aun las cobardías, de Fox y sus seguidores, dejó de ser una radiante y esbelta paloma de la paz para pasar a ser un oscuro gusano, no de maguey sino de magüey. Porque se necesita mucha obcecación y servilismo a Estados Unidos para haber dejado pasar esta oportunidad para recolocar a México al frente de la lucha por la paz mundial. Por ningún motivo insinuamos que los tiempos de ayer, es decir los priístas, fueron mejores. De hecho, esos tiempos pavimentaron el terreno, de múltiples formas, para el desbarrancamiento semibelicista y harto estadunidense del México actual. Ni unos ni otros.
Sólo bajo los laxos criterios de la vieja ciudadanía y los politicastros de siempre, los malabarismos discursivos de Fox pueden llevar, como llevaron a muchos sectores de la población, a felicitarlo por su dizque oposición a la guerra de Bush. Pero bajo los modernos criterios de la nueva ciudadanía que surgió a partir de la insurrección zapatista en 1994 -tanto más exigentes cuanto más críticos-, dichos malabarismos quedaron lejos de engañarnos, perdón, de convencernos. Sólo una mente tan tecnocrática, mercantilista y proestadunidense como la del actual canciller Derbez puede considerar los avatares que sufrió el Consejo de Seguridad de la ONU antes de estallar la nueva aventura belicista del cowboy Bush Jr., puede calificarlos como un "juego", y como un "acierto" haber guardado hasta el último minuto, hasta que los demás miembros del Consejo de Seguridad se definieran, la postura oficial de México. Ni la lamentable guerra de hoy es un "juego", ni el voto de México en tal consejo es un cálculo propio de una bolsa de valores. Sólo en estas bolsas los gobiernos se convierten en "jugadores"; sólo en tales bolsas los jugadores se juegan sus apuestas hasta el último minuto. Sólo en cabezas tan neoliberales como la del mentado Derbez las tareas de gobierno se confunden con las tareas bursátiles.
Nosotros creemos que la única postura plausible del gobierno mexicano debió haber sido la pronta y firme oposición al capricho belicista, a la vulgar vendetta de Bush Jr. en relación con el fracaso de su padre en la hollyoodescamente llamada Tormenta del desierto. En honor a su tradición pacifista, lo mismo que a la necesidad y hasta la obsesión del gobierno foxiano de pasar a una política exterior en verdad "proactiva", México pudo y debió defender desde un principio y de manera inequívoca la causa de la paz mundial. Eso sí pudo haber evitado la triste guerra hoy comenzada por Bush Jr. Y si no la hubiera evitado, por lo menos el nombre de México se hubiera inscrito en las filas de los firmes y claros defensores de la paz. ƑQue ello hubiera implicado un choque frontal y temprano con el gobierno de Bush? No importa, pues lamentablemente ese choque es un prerrequisito para enseñarle a tal gobierno a respetar y abrirle cauce al nuevo mundo intercultural que necesitamos, y que muchos exigimos, lo mismo que a reconstruir, sobre bases de dignidad y verdadero beneficio mutuo, las relaciones de México con Estados Unidos, es decir, con una potencia que en su inevitable declinación no vacila en llevarse a todos y a todo entre las patas. Lo hemos dicho hasta el cansancio, junto con el escritor Carlos Fuentes y el ex canciller Jorge Castañeda padre (repetimos padre, no confundir con el penoso ex canciller Castañeda Jr.): sólo con dignidad y hablando con respeto pero de tú a tú al gobierno estadunidense lograremos su respeto y su verdadera consideración. Agachando la cabeza, sólo continuaremos acumulando agravios, ofensas y demás trapacerías. En vez de confrontar honesta y resueltamente los apetitos belicistas del gobierno de Bush Jr., el gobierno de Fox prefirió andarse por las ramas, ofrecer un rastrero "apoyo incondicional y hasta lo último" a la guerra de Bush en tiempos de Castañeda Jr.; prefirió, pues, guardar su postura oficial hasta el último minuto. šQué distinto hubiera sido si la postura dizque antibelicista del gobierno foxiano se hubiera declarado desde el principio y sin titubeo alguno! Pero ya ni llorar es bueno. Lo que sí se puede hacer todavía es dejar de morder el anzuelo de la "unidad nacional" en torno de Fox gracias a su supuesta postura pacifista y, por ende, dizque antiestadunidense. Ya lo dijimos la vez pasada: sólo el pueblo mexicano mismo, y no Fox, tiene el derecho y la autoridad moral para convocar dicha unidad nacional.
En lugar de promover una dudosa y limosnera "ayuda humanitaria" para el pueblo iraquí, el gobierno mexicano debe luchar ardua y convincentemente por el fin de los arteros bombardeos que, a manos del Tío Sam, hoy sufre el pueblo iraquí. Es más, si el gobierno mexicano en verdad desea recuperar su papel pacifista de vanguardia, y si en verdad se atreve a enderezar las relaciones con Estados Unidos y a lograr una genuina y convincente unidad nacional, debe encabezar, desde ya, una coalición no sólo por la paz sino por un nuevo orden mundial, donde la maltrecha ONU (primera baja de la nueva guerra de Bush) sea remplazada por un consejo en verdad democrático, y donde la voz de los pueblos mismos sea tan escuchada como respetada. Lo que proponemos es una nueva diplomacia ciudadana y una nueva arquitectura internacional en la que seudorrepresentantes de los pueblos no vuelvan a atreverse, ni siquiera con el pensamiento, a colocar a la humanidad al borde de una nueva guerra mundial.
Que México encabece esa coalición por la paz. Acompañantes sobrarían: desde Francia y Alemania, hasta Chile, el Brasil bajo Lula, la Venezuela bajo Chávez, y desde luego la Cuba de Fidel, pasando por India, Pakistán y, por si fuera poco, China. Entonces sí que hasta Fox se atreva a llamar a la unidad nacional. Pero por lo pronto desde acá decimos, como en todas las marchas en que hemos participado: "desde Chiapas a Bagdad, queremos, exigimos la paz". Y no cualquier paz, sino una paz justa y digna.
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