Enrique Calderón A.
El desafío más importante de la historia
"El gobierno de Estados Unidos se siente decepcionado ante la posición adoptada por México en el Consejo de Seguridad". La declaración de un alto funcionario de la Casa Blanca, difundida por la radio, me llenó de alegría, al confirmarme más allá de toda duda que Fox había decidido bien y actuado con la dignidad que el pueblo de México pedía y la Constitución demandaba.
A un lado quedaban los tiempos en que los gobernantes estadunidenses felicitaban al Presidente mexicano en turno por la aplicación de alguna medida, afirmándonos con ello que algo contrario a los intereses del país había hecho. Ahora, en cambio, los estadunidenses sólo se sentían decepcionados; pues qué lástima.
Las bombas estadunidenses han comenzado su encomienda de destrucción y muerte en el sitio en el que la civilización tuvo su origen. La locura de la guerra se ha posesionado una vez más de quienes en su desvarío se sienten dueños del planeta entero, y capaces de dictar su destino, atacando con alevosía y con la ventaja que les da la posesión de las armas de destrucción masiva, que supuestamente quieren prohibir.
El panorama es sombrío: a la muerte de cientos de miles, y quizás millones de seres humanos, debe añadirse el rompimiento del orden mundial y del estado de derecho. Seguro de su poder, George W. Bush ha repetido los argumentos de Adolfo Hitler para atacar a Checoslovaquia y Polonia. La diferencia es, sin embargo, aplastante: frente al poderío de Alemania estaban Francia, Inglaterra, Canadá y el mismo Estados Unidos, mientras que hoy Bush sabe que puede actuar impunemente porque no existe fuerza militar alguna que pueda impedírselo.
Parece entonces que, en lo sucesivo, el gobierno estadunidense podrá decir quiénes son los buenos y quiénes son los malos; a quién premiar, a quién castigar y a quién destruir, lo cual no sucedía desde los tiempos del imperio romano, en el que por cierto alguno de sus césares se sentía frecuentemente "decepcionado", según se decía, hasta de su propia mamá.
El escenario que hoy vivimos es el resultado de un esfuerzo tesonero de más de dos siglos, en los que una clase dominante, racista y sin escrúpulos, de nuestros vecinos, ha venido apropiándose de los territorios, los recursos naturales, las vías de comunicación y las estructuras de producción alrededor del mundo. Su mayor poder, sin embargo, no esta allí, sino en su capacidad infinita de destrucción, utilizada ya abiertamente, y sin oposición posible, por sobre las leyes, aun las más básicas de supervivencia planetaria.
ƑAcaso hay algo que podamos hacer al respecto? Avasallados y abatidos por la realidad del momento, es posible prever décadas, o quizás siglos de dominación, de arbitrariedad y de terror orwelliano; sin embargo, en forma paralela al crecimiento de esta irracionalidad y de esta capacidad de destrucción, la humanidad ha venido creando estructuras, instituciones y formas de pensamiento que hace unas décadas no existían.
Pensemos por un momento, aun cuando los hubiera no existen, en un desenlace distinto al actual: "Ante el ultimátum del gobierno estadunidense a Irak, planteado el lunes 17 de marzo, Kofi Annan responde afirmando que los inspectores de Naciones Unidas tienen un mandato del Consejo de Seguridad que deben cumplir, por lo cual su estancia en Irak continúa. Esto habría forzado al gobierno estadunidense a reconsiderar su posición, enfrentarse a la ONU poniendo en riesgo a los inspectores y ganarse el mayor nivel de descrédito ante los pueblos y gobiernos de todo el mundo, o bien someterse de plano a los designios y decisiones del Consejo de Seguridad, aceptando la autoridad de la ONU".
Como ya se había dicho, no se trata de caer en el juego de las especulaciones, ni del enjuiciamiento al secretario general por su falta de visión o de valor, sino de entender la importancia de Naciones Unidas en las condiciones actuales. Mucho se ha hablado del fracaso de la ONU y de su Consejo de Seguridad, diciéndose incluso que Estados Unidos le dio el tiro de gracia; qué más quisieran los estadunidenses, pero esto no es así. De hecho, puede decirse que por primera vez el Consejo de Seguridad no se ha plegado a sus caprichos, sirviendo de comparsa, y eso es un triunfo por sí mismo; como muchos lo han hecho, la ONU le ha reiterado: "no en nuestro nombre".
Estoy cierto de que esta guerra terminará desenmascarando al imperio, dejándolo en el descrédito absoluto. La estrategia es entonces revaluar a la ONU, apoyarla y hacerles ver a los estadunidenses que es una organización de a deveras, que sin misiles ni bombarderos, tiene la capacidad de pararles el alto. Después de todo, esto es una de las ventajas de la globalidad que no tuvieron en su tiempo los pueblos dominados por Roma. Este es el desafío de la historia futura.