Se presenta hoy junto a Diego el Cigala
en el Festival de México en el Centro Histórico
Jerry González, el músico que convirtió
el ritmo caribeño en jazz
Lo mismo ha tocado con los bravos de la rumba que con
los maestros de la síncopa
En su más reciente álbum demuestra que
el flamenco y lo afrocubano sí se llevan
ERNESTO MARQUEZ
¿Qué música puede hacer alguien que
ama el folclor afrocubano y conoce las técnicas del jazz, que se
ha graduado en un conservatorio de música con altos honores y aprendido
"lecciones verdaderas" en la universidad de la calle; que como conguero
ha tocado con los más bravos de la rumba y como trompetista ha sido
reconocido por sus maestros e influencias (Louis Armstrong, Dizzy Gillespie
y Miles Davis); que como músico no se amedrenta ante la aventura
de experimentar con el rock, el flamenco, la música electrónica,
y como melómano se puede pasar dias enteros revisando y escuchando
su amplísima, variada y selecta colección de discos "para
gozar y soñar"?
Solamente alguien como Jerry González, que desde
que nació no ha parado de pensar y alimentarse con música,
música y más música.
Y precisamente esta hambre de experimentar lo llevó
a fusionar el jazz, la rumba y los ritmos afrocaribeños con el flamenco,
de la mano de uno de los máximos exponentes de este género
español: Diego el Cigala. Ambos músicos se presentarán
esta noche en el Teatro de la Ciudad como parte de los actos de la edición
19 del Festival de México en el Centro Histórico.
El niño maldito del jazz latino
El discurrir de Jerry González comienza siendo
apenas un niño, cuando su padre, que cantaba boleros en una orquesta
latina, le regala una trompeta, un tambor y una colección de música
cubana. A partir de ahí la música caribeña y el jazz
estadunidense le ayudan a desarrollar un talento que más adelante
hará posible que derrumbe varios mitos y tabúes en las estructuras
de la música establecida.
Jerry
González es el hombre que ha dado más vueltas de tuercas
al jazz y, sobre todo, al jazz latino, que aquellos que se dicen innovadores.
Muchos lo aman, otros le temen, y quienes no lo conocen y lo descubren
en una foto con ese aspecto de guapo de barrio, con sombrero, gafas oscuras,
manos vendadas y su actitud hostil, han de pensar que es cierta esa fama
de maldito que ha alimentado el cinerrealizador español Fernando
Trueba.
"Yo no se por qué, si soy un tipo tranquilo", comenta
Jerry al tiempo que ríe arqueando un ceja. "Gracias a Fernando muchos
son los que van a mí para descubrir si es cierto eso, si traigo
un puñal y me le voy pa' encima. No hay nada de eso, chico."
Jerry González tiene una historia tan larga y luminosa
como cola de cometa. Su discurso musical lo expresa en dos fases: el Jerry
conguero y el Jerry trompetista; en ambas expresiones demuestra un inconmensurable
talento. En la primera es el tamborero capaz de generar los argumentos
rítmicos más picantes gracias a su impulso abakuá,
que hace saltar los duendes yorubas de los cueros. En la segunda tenemos
a un trompetista suelto, desarrollando con relajada indeterminación
melódica escalas sónicas que develan ambientes inéditos
y nuevas rutas para el jazz latino.
"La gente olvida que las experiencias afroamericana y
afrocaribeña son los dos lados de la misma moneda", nos dice este
maestro que ha impartido seminarios de música y ha participado en
foros como el Smithsoninano. "Si a los negros en Estados Unidos les hubieran
permitido conservar sus tambores como esclavos, probablemente habrían
desarrollado una música muy cercana a la esencia afrocaribeña.
Lo mismo que si el jazz continuara como música de baile, la dirección
del jazz latino estaría determinada por las formas bailables como
mambo, cha cha chá u otro.
"Nosotros hemos trabajado con la misma esencia que viene
de diferentes momentos y lugares. Por ello los gatos que nunca han escuchado
un tambor de conga o una banda latina se asombran cuando ven a Lester Bowie
tocando con una banda dominicana y no saben por qué motivo o cuál
es la relación. Si ellos supieran algo de la cronología del
jazz entenderían que Machito es nuestro Duke Ellington y Tito Puente
nuestro Count Bassie.''
La Fort Apache Band
Durante sus años en el New York City College, donde
se ligó con el trompetista Kenny Dorhan en un quinteto de jazz latino
en el que también estaba su hermano Andy en el bajo, Jerry González,
de 53 años, asegura nunca haberse doblado ante el reto o el rechazo.
"Siempre he estado luchando contra la corriente. Todo el tiempo estoy batallando
para mantenerme vivo y esa actitud la cargo conmigo donde quiera que voy",
señala con voz queda mientras recuerda a sus gurús en la
música: los trompetistas Louis Armstrong, Dizzy Gilliespie, Miles
Davis, pero sobre todo al baterista Rashied Alí, su primer guia
en la vanguardia, quien además lo puso en contacto con personajes
como Archie Shepp y Dewey Redman.
Con ellos trabajó arduamente en busca de una personalidad
tonal. Se involucró en grabaciones de "pan y mantequilla" y entre
actuaciones y grabaciones de discos con Dizzy Gillespie, Ray Barreto y
George Benson le sorprendió la década de los 70 jugando un
papel de pivote entre el hard jazz y la rumba tradicional. Experiencia
que se refleja en el álbum The Gardens of Harlem (JCOA),
de Clifford Thorton, trabajo seminal en ese tipo de fusiones con acercamientos
a los cantos afrocubanos tradicionales.
En la década de los 80, mientras colabora con Tito
Puente y McCoy Tyner, Jerry pone en marcha su proyecto más ambicioso:
la Fort Apache Band (FAB), en la que junto a su hermano Andy en el contrabajo,
Carter Jefferson en el sax tenor, Larry Willis al piano y Steve Berrios
en la batería, desarrolla un sonido que ya venía gestándose
con elementos de todo lo hecho en años anteriores.
"Los integrantes de la FAB son músicos que saben
tocar blues, jazz y entienden la clave. Nosotros partimos de estándares
estadunidenses y latinos y hacemos un cambio de roles. Podemos tomar una
balada latina y hacerla como una balada jazz. Temas viejos, como los que
conocen mi abuela y gente latina de su edad. Así (Ford, Jefferson
y Willis) tienen que escuchar el jazz en ellos, y darles la vuelta sin
quitarles la esencia latina. Tal como lo hicimos en Rumba para Monk,
donde Monk convive con Los Roncos y se sabe quién es quién.''
Los piratas del flamenco
La primera aproximación de Jerry González
a los ritmos del flamenco vino de la mano de Miles Davis. Posteriormente
descubre a Manolo El Caracol, aunque reconoce que no le prestó
atención, y fue el más reciente disco de Paco de Lucía
y Camarón el que despertó su interés por la música
flamenca.
Fue con Diego el Cigala que concreta este ''divertimento'',
como ambos llaman a su material conjunto Jerry González y Los
Piratas del Flamenco, el cual es, según los músicos,
"simplemente el fruto del intercambio de sonidos y de experiencias (...)
Una mezcla de flamenco y jazz, rumba y ritmos afrocubanos al frente de
un agrupación austera" . Porque finalmente los piratas son sólo
Jerry González, José Heredia, Niño Josele, el percusionista
Israel Suárez Piraña y el propio Diego, que, dicho sea de
paso, hace una versión espléndida de Obsesion de Pedro
Flores.
Pocas veces se está frente a una de las grandes
leyendas de la música y esas pocas veces hay que aprovecharlas (para
no maldecir mil veces haber dejado escapar la oportunidad de aprender y
aprehender) y sucumbir ante una personalidad tan inquietante como la de
Jerry González, el niño maldito del jazz latino, quien hoy,
en compañía de Diego el Cigala, estará en el
Teatro de la Ciudad como parte del programa Radical Mestizo, idea
de José Luis Paredes Pacho, para el Festival de México en
el Centro Histórico.