LAS VICTIMAS DE BUSH
A
las 5:40 de esta madrugada, hora de Bagdad, el gobierno de George W. Bush
lanzó las primeras agresiones de su guerra contra Irak, y unos momentos
más tarde el propio gobernante estadunidense confirmó que
la operación había comenzado.
En su alocución, Bush repitió que la guerra
no está dirigida contra la población de ese país árabe,
sino contra el régimen de Saddam Hussein, al que acusó de
ubicar civiles cerca de los blancos militares. El señalamiento mismo
parece una justificación adelantada por los asesinatos de inocentes
que en la jerga de Washington se denominan "bajas colaterales" y que son,
en los cálculos del Pentágono, "inevitables". Pero aun si
los ataques pretendidamente quirúrgicos se dirigieran exclusivamente
a blancos militares y si ni uno solo de los proyectiles inteligentes
se desviara de su ruta, los civiles iraquíes serán de todos
modos víctimas obligadas de la maquinaria de guerra de Estados Unidos.
Así lo han advertido diversos organismos humanitarios oficiales
y civiles, incluida la ONU por voz de su secretario general, Kofi Annan.
Cálculos del Alto Comisionado de Naciones Unidas
para los Refugiados (ACNUR), del Programa Mundial de Alimentos (PMA), del
UNICEF y de la Secretaría General Adjunta para Asuntos Humanitarios,
entre otras agencias internacionales, indican que la agresión bélica
obligará a unos 2 millones de personas a abandonar sus hogares (desplazados),
a más de medio millón a escapar a países vecinos (refugiados),
y dejará sin agua potable a unos 13 millones de iraquíes,
más de la mitad de la población, una vez que los aviones
estadunidenses e ingleses destruyan las plantas generadoras de energía
eléctrica y se interrumpa el funcionamiento de plantas potabilizadoras;
organismos no gubernamentales indican que la falta del líquido podría
costar la vida a unos 300 mil niños. Adicionalmente, 60 por ciento
de los iraquíes, que dependían por completo del programa
Petróleo por Alimentos -establecido tras la derrota de Bagdad en
1991, y que permitía canjear cantidades limitadas de petróleo
por productos de primera necesidad-, se encuentran en situación
de emergencia desde anteayer, cuando el programa mencionado hubo de ser
suspendido a consecuencia del ultimátum lanzado por Bush al gobierno
iraquí.
Estas concatenaciones catastróficas ocurrirán,
o ya están ocurriendo, en un contexto de previa devastación
en el que, a decir de la jefa del equipo del UNICEF en Irak, Carel de Rooey,
"la incidencia de la diarrea, las infecciones respiratorias agudas y en
particular la desnutrición ya es muy alta entre los niños",
y en el que muchos de los beneficiarios del programa Petróleo por
Alimentos se ven obligados a vender parte de la comida que reciben para
procurarse medicinas.
Las promesas de Bush de que atenderá a la población
civil iraquí afectada por el conflicto resultan poco verosímiles
si se considera que, de los 120 millones de dólares que se requieren
para las tareas más urgentes de asistencia humanitaria, no hay más
que un ofrecimiento no concretado del representante estadunidense ante
la ONU, John Dimitri Negroponte, de aportar 40 millones. Por lo que hace
al PMA -que necesitaría unos 23 millones de dólares "sólo
para responder en las primeras horas de la crisis", a decir de su portavoz
en Kuwait, Antonia Paradela-, sólo ha recibido 5 millones de Washington.
Al contrario de lo expresado anoche por Bush, los niños,
las mujeres y los ancianos de Irak están, pues, en la mira de la
maquinaria bélica de Estados Unidos. Washington está violentando
gravemente la legalidad internacional con su empeño por derrocar
al régimen iraquí y está a punto de embarcarse, además,
en la comisión de crímenes de lesa humanidad contra la población
de la infortunada nación árabe.