Marco Rascón
El negocio de la amenaza y el voto de México
El gobierno foxista no hubiera resistido las consecuencias de un voto en favor por su significación, fundamentalmente en política interna, más que en la exterior.
En México la granujería empresarial argumentó que había que votar en favor, "porque nuestro voto no cuenta". No extraña el razonamiento de quienes se congratulan de la debilidad del país y consideran que la nacionalidad es un obstáculo para progresar, por lo que sólo el anexionismo garantiza la sobrevivencia. Pero México no puede sumarse a la guerra tanto por instinto como por sobrevivencia, pues a estas alturas el asunto central ya no es el bombardeo a Irak, sino las condiciones que Bush quiere imponer al mundo bajo esta amenaza.
En esta lógica el verdadero negocio no es la acción bélica en sí, sino la tensión previa durante la cual Estados Unidos exigiría y aseguraría el volumen de sus reservas petroleras, mecanismos para el control de precios, así como para asegurar la venta de armamento a todos los países, es decir, todo lo que le dé salida al stock militar que generó su recesión interna.
Desde esa perspectiva y ante un aplastamiento rápido, Ƒquién sería el nuevo enemigo? ƑCómo mantener el ciclo económico de la guerra, si el pretexto fue aplastado? A Estados Unidos y a su fundamento económico para bombardear Irak se les revertiría, pues haría crecer la producción de armamento alemán, ruso, francés y chino en abierta competencia con la de quienes considera aliados del mal.
En el esquema de amenaza, tensión y expectación, la verdadera agenda del militarismo estadunidense que se plantea para los países que hubieren votado en contra es la aceptación de condiciones en materia de petróleo, militar y económica para los próximos 30 o 50 años.
La gran contradicción mundial, a su vez origen de la soberbia yanqui, es que al medir y comparar el tamaño de los arsenales militares, los de Estados Unidos son 10 veces más grandes que el de todos los ejércitos del mundo. Paradójicamente, la capacidad de destrucción acumulada por Estados Unidos hizo que la producción armamentista se volviera obsoleta, pues rebasó el efecto de disuadir, por lo que la acumulación y mantenimiento sin guerras se tornó excesiva, en un obstáculo para la expansión económica.
El camino que sigue Bush es el de la amenaza no sólo a Irak, sino al mundo entero para que acepte su hegemonía económica y su control de las reservas petroleras mundiales. Dado este panorama, el debate en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas oculta la verdadera agenda, que no tiene más asuntos que vender armas y tener el control de las reglas en la venta de petróleo.
La amenaza de estallar más de 3 mil misiles y bombas, como la MOAB, recientemente exhibida en Florida, es un acto que, además de disuadir, busca vender.
Si la lógica cambiara un milímetro, Estados Unidos vería en Irak un cliente, más que un objetivo militar; el mismo que fue cuando durante su expansionismo industrial bélico explotaba los conflictos con Irán, contra la Unión Soviética en Afganistán, donde los gobiernos islámicos fundamentalistas eran sus principales compradores.
Bush ha dado a la globalización el carácter de tratado de Versalles, ya que está convencido de que la paz es una imposición a su derecho de expansión, lo que reclamó a Alemania luego de firmar las condiciones que pusieron fin a la Primera Guerra Mundial.
Por eso Bush, siguiendo los pasos de Adolfo Hitler, considera su aislamiento internacional fundamento legítimo para lanzar amenazas y ofensivas, luego de presentarse como víctima del derecho de las otras naciones a la paz. El militarismo estadunidense ve que la paz oprime sus derechos, así que mientras Bush se vea más aislado, sentirá que tiene mayor razón. Ese era Hitler. De ahí la facilidad con que los imperialismos pasan al fascismo, haciendo uso del nacionalismo, por eso mismo la argumentación de Bush semeja tanto la de Hitler antes de invadir Polonia.
La guerra está decidida, es cierto, pero, como la gran negociación que es, tiene nuevas reglas e intereses. Es probable que la posición de Estados Unidos empiece a generalizar enemigos, luego que destruyó Naciones Unidas y el derecho internacional con el unilateralismo. Las amenazas estadunidenses son peligrosas, porque son un grito desesperado que reclama su derecho a ser la potencia hegemónica del mundo.
Frente a este esquema, México efectivamente es un actor menor; sin embargo, internamente la intención del voto definió los alineamientos entre los que ya se rindieron y los que seguimos terqueando con la idea de un país existente.
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