ESTADOS UNIDOS, SOLO EN SU AVENTURA
La
lucha contra la guerra moviliza fuerzas cada vez más amplias -en
una histórica resolución, todos los sindicatos europeos pararon
15 minutos, a la misma hora, para rechzarla, y llamaron al resto de los
trabajadores del mundo a secundarlos-, mientras el gobierno de George W.
Bush enfrenta grandes resistencias en la ejecución de sus planes
bélicos. Eso impidió que Estados Unidos presentase su resolución
al Consejo de Seguridad para forzar el voto (como había anunciado
el presidente Bush), y eso hizo, además, que el plazo del 17, fijado
por el proyecto británico por sugerencia de Washington y apoyado
por Madrid, dejara de ser realista. Por otra parte, el 20 de este mes habrá
una conferencia europea que podría complicar aún más
las cosas para la diplomacia estadunidense. De modo que la reunión
del domingo en las Azores se hará bajo la presión del reloj
y presumiblemente tendrá como tema la guerra unilateral de Estados
Unidos prescindiendo de la autorización de Naciones Unidas y de
una postergación de las decisiones en el Consejo de Seguridad. Así
lo hace prever la posición de Washington, que rechazó, sin
siquiera estudiarla, la propuesta chilena, que fijaba condiciones puntuales
a Irak para comprobar su desarme y le concedía tres semanas para
hacerlo. Así lo sugiere también el hecho de que Washington
ha comprobado su aislamiento en el Consejo de Seguridad y teme ser derrotado
si presenta al voto su resolución de guerra, además de saber
que el veto seguro de Francia, y probablemente también de Rusia,
lo obligaría a violar la legalidad de la ONU ignorando una votación
por él mismo convocada.
Pero la llamada Cumbre de las Azores coloca siempre a
Estados Unidos como promotor solitario de la guerra, que rechazan el mundo
y buena parte de la sociedad estadunidense (como lo demuestra el voto antibélico
de los consejos municipales de las principales ciudades, desde Nueva York,
Chicago y Los Angeles hasta la capital texana, Austin). Tony Blair, en
efecto, ha logrado reunir contra su apoyo a Washington a más de
80 por ciento de los ingleses, a su propio partido y a casi la mitad de
su gabinete, y se ve terriblemente presionado a no mandar tropas a la guerra,
mientras a José María Aznar su partido sólo le autoriza
a conceder a Estados Unidos el uso de las bases en España, pero
no soldados. De modo que Bush se encuentra con dos servidores atados y
mutilados, que sólo pueden darle, como Bulgaria u otros países
de Europa Oriental, la ficción de un consenso.
El tiempo juega también a favor de Irak, que acelera
la preparación de sus defensas y aparece claramente ante el orbe
como agredido, mientras el enorme ejército estadunidense ya presente
en Kuwait se desgasta y desmoraliza en un clima asfixiante y un ambiente
hostil. Todo contribuye por consiguiente para que Washington corra hacia
adelante, a la aventura, tratando de disfrazarla de la mejor manera posible,
como acaba de hacerlo con un enésimo Plan de Paz para Medio Oriente,
destinado a no aparecer como antiárabe y demasiado ligado a Israel.
Pero su soledad sin precedente histórico puede costarle muchísimo.
Porque se lanza nada menos que a la organización de una guerra que
enterraría a la ONU y la OTAN, además de unir a Francia,
Alemania, Rusia y China contra sus pretensiones de imponer su hegemonía
imperial y, de paso, controlar los recursos energéticos, para sabotear
el desarrollo de todos sus competidores. Decir no a la guerra, por lo tanto,
como lo harán hoy enormes manifestaciones en nuestro país
y en todo el mundo, es tratar de impedir que la aventura que han decidido
emprender el grupo de petroleros y armamentistas que controla la Casa Blanca,
el Departamento de Estado y el Pentágono avance de un conflicto
local y circunscrito y, por su propia dinámica, pase a ser el preámbulo
de conflictos mucho más generales y mucho más terribles.
No se puede permitir que un puñado de políticos y empresarios
ignorantes de la historia abran la caja de Pandora y dejen sueltos el terrorismo
masivo, amenazas nucleares y guerras intercontinentales.