La abadesa de la congregación recibió
la más alta distinción del gobierno cubano
Condecoran a Fidel Castro con la Cruz Ecuménica
de Santa Brígida
Los obispos de la isla no asistieron a la apertura del
convento ni a la cena de gala
ROSA ELVIRA VARGAS Y GERARDO ARREOLA ENVIADA Y
CORRESPONSAL
La Habana, 9 de marzo. El desembarco de las monjas
brigidinas en Cuba, gestionado activamente por un sector de la Iglesia
católica de México, culminó el sábado en la
noche con la entrega de una condecoración de la orden al presidente
Fidel Castro, y propició un sutil pero claro debate sobre el clima
de libertades en la isla.
En una ceremonia solemne en la se
de del Consejo de Estado, en el Palacio de la Revolución,
la religiosa italiana Tekla Famiglietti, abadesa general de
la congregación, entregó a Castro la Cruz
Ecuménica con Estrella de Comendador, "como especial reconocimiento
por la promoción de los altos ideales que se inspiran en el diálogo
ecuménico y en los valores promovidos por Santa Brígida".
La monja recibió a su vez la Orden Félix
Varela, la condecoración más alta que entrega el Estado cubano
en el sector de la cultura y la educación y que lleva el nombre
del sacerdote independentista del siglo XIX.
En
un discurso improvisado, que pronunció con voz grave y muy pausada,
Castro agradeció la distinción de las brigidinas y elogió
ampliamente la misión de las monjas. Dijo que el reconocimiento
"nos compromete a tratar de entregarnos más a hacer aquello que
creemos estar haciendo bien". La frase de Castro se ubica en línea
con su discurso ante el parlamento el jueves pasado, en el inicio de su
sexto mandato como jefe de Estado y de gobierno, en el que ratificó
la vigencia del modelo político y social y descartó reformas
significativas.
El homenaje de la orden de origen medieval al mandatario
cubano contrastó con la ausencia de los obispos cubanos en la apertura
del convento brigidino, el sábado por la tarde, en la ceremonia
de condecoración y en una posterior cena de gala.
La carta pastoral No hay patria sin virtud, difundida
hace dos semanas por el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana,
dice, entre otras críticas a la situación local, que el pueblo
cubano vive con "un temor difuso y generalizado al porvenir", que faltan
en el país "propuestas que levanten el ánimo y acrezcan la
esperanza", que la ausencia de escuelas católicas es "una espina
en el corazón de la Iglesia", que los sacerdotes acogen "con una
frecuencia mayor que la esperada las angustias de la gente" y que "la desesperanza
es hoy la primera causa de emigración".
Las palabras de Ortega, ausentes en la ceremonia del sábado,
han estado resonando en los templos católicos de Cuba en las misas
de los domingos recientes y circulando profusamente entre la comunidad
creyente.
Durante el acto de condecoraciones, el cardenal italiano
Crescenzio Sepe, prefecto de la Congregación para la Evangelización
de los Pueblos y enviado papal a la instalación de las brigidinas
en Cuba, leyó un mensaje especial de Juan Pablo II a Castro.
En forma muy comedida, el Papa recuerda su viaje de hace
cinco años a la isla y agradece las atenciones que recibió.
Pero invocando las demandas que planteó durante su estancia en Cuba
en enero de 1998, el pontífice dice también: "hago votos
para que esa nación camine siempre por verdaderas sendas de reconciliación
y de paz, de desarrollo espiritual y material, de justicia, libertad y
solidaridad, trabajando con empeño por una meta común que
es el auténtico bienestar de la nación y de sus habitantes".
El arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez,
uno de los promotores del convento brigidino en Cuba, dijo a la prensa
que la apertura de esa casa de monjas en La Habana es "un gesto que va
en la línea de lo que pidió el Papa, una apertura".
Pero Sandoval declinó pronunciarse sobre la pastoral
de su par cubano: "Ni la comparto ni la combato. Es un asunto propio de
Cuba (...) si en otros rubros falta apertura, que se pida de la mejor manera
posible".
La llegada de la orden fundada por la santa sueca tuvo
en Cuba un tratamiento oficial nunca visto para un caso semejante. Además
de la presencia y las reiteradas deferencias de Castro hacia la abadesa
y su orden, la cadena nacional de radio y televisión transmitió
en vivo la apertura del convento, incluso el ritual católico de
bendición del edificio, a cargo del cardenal Sepe. Se trata de las
únicas emisiones de su tipo desde la visita papal.
La jerarquía que atribuyó Castro a este
convento se reflejó, en términos materiales, en el gasto
de rehabilitación del inmueble (millón y medio de dólares
en gasto directo en moneda dura y otros 135 mil dólares en el equivalente
en pesos cubanos).
El empresario mexicano José María Guardia,
quien también tiene el rango de comendador de Santa Brígida
y es un efusivo partidario del líder cubano, informó a la
prensa que gastó 250 mil dólares en el vuelo chárter
y el hospedaje de unos 150 invitados a las ceremonias.
Sandoval, Guardia y otros mexicanos, altos dignatarios
de la Iglesia Católica, como Luis Morales Reyes, Abelardo Alvarado
y Luis Barrera, constituyeron hace dos años un grupo que buscaba
desatar un movimiento adverso al bloqueo económico estadunidense
contra Cuba, según reveló el propio Castro en la víspera.
El eslabón con aquel conglomerado, señaló el mandatario,
fue el desaparecido político y jefe policiaco Fernando Gutiérrez
Barrios.