Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 9 de marzo de 2003
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Editorial
 

8 DE MARZO: LAS MUJERES POR LA VIDA

Día en que las mujeres condenan el asesinato colectivo de decenas de trabajadoras en una fábrica textil de Estados Unidos, a finales del siglo XIX, se conmemoró en el contexto de una protesta mundial masiva contra la guerra, el neoliberalismo y la discriminación y opresión sexuales. Cientos de miles de mujeres en todo el mundo tomaron las calles no sólo para reivindicar sus derechos sino para oponerse a la guerra que Washington está decidido a lanzar contra Irak.

La conjunción entre las demandas de género y la lucha por la paz se alimenta de la historia. En todas las guerras coloniales del siglo pasado y en las más recientes (la del Golfo, Somalia, Bosnia, Kosovo, Serbia, Afganistán) las mujeres son las que más han sufrido. Las supuestamente liberadas afganas siguen llevando el burka, ese siniestro velo que las convierte en cosas, las de Kosovo vieron sus hogares destruidos por sus supuestos liberadores y en Irak el bloqueo unilateral angloestadunidense ha causado la muerte, en 10 años, de casi 2 millones de niños, mujeres y ancianos, afectados por la carencia de alimentos y de medicinas provocado por el bloqueo económico y comercial. La guerra que Bush prepara causará, según el Pentágono, miles de muertos civiles. Más de la mitad de ellos serán niños y mujeres.

Independientemente de luchar por sus derechos y libertades, las mujeres aseguran la reproducción de la vida social y de la cultura y, por eso, son víctimas tanto del paternalismo imperialista como del colonialismo de quienes las reputan inferiores, al igual que a sus pueblos. Si en tiempos de supuesta paz la miseria aumenta a un ritmo impresionante, si las mujeres campesinas se cuentan entre sus principales víctimas, es de calcular cuál será el efecto devastador de una guerra, no sólo en Irak sino también en el resto del mundo donde aumentará el desempleo, se reducirán los salarios, crecerá la carestía de la vida, se perderán derechos seculares.

Toda guerra reduce los espacios democráticos en todas partes. Si ya hoy y en México siguen impunes los aterradores asesinatos múltiples de Ciudad Juárez; si las tres indígenas tzeltales violadas en Chiapas por militares en 1994 o las otras seis guerrerenses violadas también por soldados, todavía no han recibido satisfacción jurídica o resarcimiento alguno pese a la intervención de Amnistía Internacional y de la Comisión Internacional por los Derechos Humanos; si sigue pendiente el caso de Digna Ochoa, es posible prever que los tiempos que vienen serán aún más difíciles de lo que han sido para las mujeres, especialmente para las campesinas indígenas.

Por eso, este 8 de marzo la movilización femenina tuvo un doble carácter. Por un lado fue una acción de rechazo a la opresión y discriminación que surge de su condición de género; por el otro, constituyó, una protesta airada contra la guerra anunciada para el 17 de marzo. Este Día Internacional de la Mujer se apostó por la vida y contra la muerte.
 

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