8 DE MARZO: LAS MUJERES POR LA VIDA
Día
en que las mujeres condenan el asesinato colectivo de decenas de trabajadoras
en una fábrica textil de Estados Unidos, a finales del siglo XIX,
se conmemoró en el contexto de una protesta mundial masiva contra
la guerra, el neoliberalismo y la discriminación y opresión
sexuales. Cientos de miles de mujeres en todo el mundo tomaron las calles
no sólo para reivindicar sus derechos sino para oponerse a la guerra
que Washington está decidido a lanzar contra Irak.
La conjunción entre las demandas de género
y la lucha por la paz se alimenta de la historia. En todas las guerras
coloniales del siglo pasado y en las más recientes (la del Golfo,
Somalia, Bosnia, Kosovo, Serbia, Afganistán) las mujeres son las
que más han sufrido. Las supuestamente liberadas afganas siguen
llevando el burka, ese siniestro velo que las convierte en cosas, las de
Kosovo vieron sus hogares destruidos por sus supuestos liberadores y en
Irak el bloqueo unilateral angloestadunidense ha causado la muerte, en
10 años, de casi 2 millones de niños, mujeres y ancianos,
afectados por la carencia de alimentos y de medicinas provocado por el
bloqueo económico y comercial. La guerra que Bush prepara causará,
según el Pentágono, miles de muertos civiles. Más
de la mitad de ellos serán niños y mujeres.
Independientemente de luchar por sus derechos y libertades,
las mujeres aseguran la reproducción de la vida social y de la cultura
y, por eso, son víctimas tanto del paternalismo imperialista como
del colonialismo de quienes las reputan inferiores, al igual que a sus
pueblos. Si en tiempos de supuesta paz la miseria aumenta a un ritmo impresionante,
si las mujeres campesinas se cuentan entre sus principales víctimas,
es de calcular cuál será el efecto devastador de una guerra,
no sólo en Irak sino también en el resto del mundo donde
aumentará el desempleo, se reducirán los salarios, crecerá
la carestía de la vida, se perderán derechos seculares.
Toda guerra reduce los espacios democráticos en
todas partes. Si ya hoy y en México siguen impunes los aterradores
asesinatos múltiples de Ciudad Juárez; si las tres indígenas
tzeltales violadas en Chiapas por militares en 1994 o las otras seis guerrerenses
violadas también por soldados, todavía no han recibido satisfacción
jurídica o resarcimiento alguno pese a la intervención de
Amnistía Internacional y de la Comisión Internacional por
los Derechos Humanos; si sigue pendiente el caso de Digna Ochoa, es posible
prever que los tiempos que vienen serán aún más difíciles
de lo que han sido para las mujeres, especialmente para las campesinas
indígenas.
Por eso, este 8 de marzo la movilización femenina
tuvo un doble carácter. Por un lado fue una acción de rechazo
a la opresión y discriminación que surge de su condición
de género; por el otro, constituyó, una protesta airada contra
la guerra anunciada para el 17 de marzo. Este Día Internacional
de la Mujer se apostó por la vida y contra la muerte.