VENTANAS
Eduardo Galeano
Los pescadores
EN LAS ARENAS de la barra de Guaratiba, las barcas descargan
peces y sucedidos.
Uno de los pescadores, Claudionor da Silva, se estruja
la cabeza, y arrepentido gime. Había atrapado un pargo de buen tamaño,
pero el pez señaló hacia atrás con una aleta, y dijo:
"Ahí viene otro, mucho más grande que yo". Y él le
creyó, y lo dejó escapar.
Nivaldo Rogério Filho paga cerveza para todos.
El pescador jinete celebra su buena faena. Frente a la playa de Ipanema,
en el archipiélago de las Cagarras, montó una orca de media
cuadra de largo. La orca le tiraba tarascones a las piernas, pero él
le había clavado las espuelas y la cabalgó hasta que la consideró
domada.
Jorge Antunes muestra su ropa nueva: llevaba varios días
perdido en la mar, y un oleaje violento lo dejó desnudo y se llevó
su bidón de agua dulce. Ya se había resignado a morir de
sol y de sed, cuando la red le trajo un tiburón que tenía,
en la barriga, una lata de Coca-Cola bien fría, un pantalón
y una camisa.
Reinaldo Alves ríe con todos sus dientes postizos.
No es por despreciar, dice, pero buena fortuna, lo que se dice buena fortuna,
tuvo él. Es de no creer, dice, con tanta mar que hay, y tantos peces.
En plena navegación, estornudó y la dentadura voló
al agua. Se zambulló, la buscó, no la encontró. Y
un par de días después, tuvo la suerte de atrapar la brótola
que la estaba usando.