José Luis Soberanes Fernández *
En deuda con las mujeres
Trabajar por que sea una realidad la garantía de que las mujeres gocen de los derechos que ampara el orden jurídico mexicano, en igualdad de condiciones al resto de la población, es, sin duda, la mejor manera de conmemorar el Día Internacional de la Mujer.
Sin embargo, en nuestro país esta fecha ha quedado marcada desde hace una década con un moño negro, una señal de luto. Los homicidios insuficientemente esclarecidos de más de 230 mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua, no sólo son una vergüenza pública nacional, sino una emergencia nacional. Prácticamente cada día que pasa se cometen nuevos homicidios de mujeres en Juárez, sin que se solucionen los anteriores.
No podemos cerrar los ojos a la evidencia: las muertas de Juárez, además de mujeres, eran pobres, morenas, trabajadoras en su mayoría. Así se configura un múltiple agravio que se ejerce sobre una vulnerabilidad de muchos flancos, alimentada con los ingredientes del sexismo, del clasismo y del racismo. Por si fuera poco, muchas de esas mujeres llegaron de otras partes del país, cargando también con la vulnerabilidad del migrante.
A Ciudad Juárez todos hemos llegado tarde: autoridades locales y federales, organizaciones no gubernamentales -incluso la CNDH. Más allá de las actitudes displicentes de las primeras investigaciones y el desorden de las últimas, las autoridades locales y federales han tardado demasiado tiempo en reconocer que el problema rebasa con mucho los alcances de un municipio, hasta convertirse en una cuestión que nos pone en evidencia como país.
En Juárez ha habido negligencia en la procuración de justicia. Ni siquiera se han podido establecer los patrones de acción de los criminales, y tampoco se han tomado las medidas que dichos patrones aconsejan. No se sabe de campañas cívicas informativas ni de seguridad pública para disminuir los riesgos de las mujeres en esa ciudad. No se conoce de acciones conjuntas entre los distintos niveles de gobierno y las organizaciones de la sociedad civil, sindicatos, organizaciones no gubernamentales, etcétera. Sólo algunas ONG locales se han salvado de caer en actitudes omisas o remisas. No se ha reconocido, en suma, la situación de emergencia social que ahí prevalece.
Ante estos hechos, la Comisión Nacional de Derechos Humanos ha iniciado una queja de oficio respecto al caso y decidió que su oficina en Ciudad Juárez, que pronto se encargará de proporcionar atención a migrantes, conozca también las quejas por violaciones a los derechos humanos, resultado de esas muertes. Pero estamos muy conscientes de que esto no es sino un paliativo, en tanto no se reconozca la magnitud del problema.
Así, mirándonos en el cruel espejo de las muertas de Juárez, la CNDH se pronuncia por que vayamos eliminando todo trato discriminatorio por razón de género y que las mujeres gocen plenamente de todos los derechos que consagra nuestro marco jurídico, así como también de un trato respetuoso en el caso de las que permanecen en centros de reclusión o internamiento.
La protección de las mujeres demanda políticas de Estado -educativas, sociales- y estrategias de actuación encaminadas a abatir, entre otras conductas, la explotación y el acoso sexuales, la violencia familiar, la discriminación y la marginación.
Hoy más que nunca debe lucharse por que se haga realidad la garantía rectora de que todos somos iguales ante la ley, así como por abatir todo trato que vulnere los derechos de las mujeres. En tanto no se cumplan esas premisas, estaremos en deuda con la mitad de la población en lo referente a la protección y defensa de sus derechos fundamentales y, en consecuencia, poco habrá que celebrar en ocasión del Día Internacional de la Mujer. Concluyo con el lema que se está convirtiendo en clamor nacional: šen Juárez, ni una muerta más..!
* Presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos