Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 8 de marzo de 2003
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Mundo
VIENTOS DE GUERRA

Abren zanjas en avenidas principales y aparecen baterías antiaéreas en edificios

Empiezan los preparativos en Bagdad para hacer frente a las tropas invasoras

Tormenta de rumores envenena la convivencia diaria de ciudadanos y periodistas

BLANCHE PETRICH ENVIADA ESPECIAL

Bagdad, Irak, 7 de marzo. Una nueva tormenta de rumores enturbió la víspera el informe de los inspectores de la Organización de Naciones Unidas (ONU), de la misma forma en que las tormentas de arena nublan las puestas de sol. El jueves, desde las ventanas del hotel El Rashid, donde se pueden ver atardeceres privilegiados sobre el río Tigris, nadie estaba para paisajes. Es el mismo hotel, las mismas ventanas, desde donde hace 11 años la CNN grabó imágenes de una ciudad a oscuras, indefensa, sometida a una lluvia de luces de bengala verdes que no eran juego, sino armas mortíferas.

En Washington, el secretario de Estado, Colin Powell, acababa de advertir a los enviados y corresponsales de prensa estadunidenses alojados en el hotel que lo desalojaran en 24 horas. En éste, además, se encuentra casi toda la prensa internacional (La Jornada está en otro hotel, en el otro extremo de la ciudad). La advertencia precisaba que esa zona y, en particular, el Ministerio de Información, a pocas cuadras de ahí, serían "blanco seguro" de los bombardeos estadunidenses.

La declaración fue secundada por un rumor según el cual un alto jefe militar británico habría advertido al director de la agencia Reuters -"plano de la ciudad en mano", detallaban los repetidores de la versión- que "sacara a su gente de ahí de manera inmediata". Algunos medios reaccionaron a esta vieja táctica. Entre otros, el equipo de Televisión Azteca recogió sus bártulos y a pesar de que sus visas habían sido renovadas 10 días más salió inmediatamente del país.

Este viernes, en el pequeño cubículo de Reuters, en el centro de prensa, los corresponsales británicos laboraban con flemática minuciocidad y negaban, hasta fastidiados, el rumor que los involucraba. En el área de Internet, turcos, rusos, griegos, egipcios, mexicanos, españoles, filipinos y japoneses se afanaban en su labor diaria, mostrando efectos del estrés sufrido en la víspera. "Es que sí pegan esas crisis de nerviosismo -comenta Eduardo Salazar, enviado de Televisa, asignado en la zona desde enero-. Uno lleva tanto tiempo esperando el golpe, que cuando de pronto parece que va a venir se tensa uno demasiado".

Entre los enviados de las grandes cadenas, los corresponsales de las agencias de prensa y los principales medios del mundo, están acreditados en el Ministerio de Información más de 80 equipos. En la azotea del centro de prensa están instalados, sin protección alguna, los equipos satelitales de las televisoras y agencias, que pagan al ministerio 450 dólares diarios por cada tres acreditados, más el precio de guías -obligatorios-, traductores y choferes.

Pero a partir de ayer, en la azotea del Ministerio de Información, al lado del centro de prensa, aparecieron por primera vez armas de artillería antiaérea. Y los administradores de los hoteles rompieron el trato de cortesía que suelen dar a los representantes de los medios de información, generalmente buenos clientes, para pedir el pago de cuentas atrasadas. Dada la devaluación del dinar iraquí, que hace 10 años se cambiaba a un dólar por tres y ahora a más de 2 mil dinares por dólar, para cumplir con la condición muchos reporteros tuvieron que dedicar la mañana a ir al banco, con cajas de cartón, a cambiar sus dólares y después a contar en las cajas de los hoteles los paquetes de dinero.

"¡Pónganse el casco!"

Entre los diplomáticos -los pocos que aún quedan oteando el horizonte cada día- la oleada de rumores y señales ominosas también impactó. En no pocas misiones se dio la orden: "Ahora sí, pónganse el casco". Hoy, la atmósfera se cargó aún más de malos presagios. Las noticias de que en la frontera Irak-Kuwait habían amanecido tres tramos de malla ciclónica cortados, según reportaron los cascos azules de la ONU, tuvieron una lectura alarmante.

Ocurre que las dos bases conjuntas de Estados Unidos y Gran Bretaña asentadas en Kuwait, una aérea y otra del ejército, son fundamentales para que el ataque logre su estrategia "envolvente vertical" -según la descripción de la BBC de Londres-, que consiste en una saturación de bombardeos de 3 mil cohetes en un lapso de 48 horas. En dos días la cantidad de bombas duplicará en número y devastación lo que se hizo a lo largo de la ofensiva de 1991. Esta acción, desde el aire, sería apoyada con un movimiento rápido por tierra, que establecería en el sur una "frontera no lineal", ocupando con máximo poder de fuego una serie de blancos ya establecidos. Es por eso, se consideró, que la cerca fue cortada, es decir, para facilitar y hacer más expedito el movimiento de tropas terrestres.

Desde los distintos sitios en los que se han desplegado los escudos humanos internacionales, varios "enviados" incursionaron al anochecer en las salas de prensa, sedientos de información cibernética. Al final pudieron regresar a sus sitios con rendijas de esperanza para sus compañeros, y en las misiones diplomáticas se volvió a cambiar el semáforo de rojo a amarillo.

Más que por lo que dijo el sueco Hans Blix, jefe de los inspectores de armas, que se cuidó de no inclinar la balanza en favor de ninguna posición y dejar el tablero 0-0, el alivio provino de la intervención de Mohammed El Baradei, director de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Su reporte fue una contundente certificación de que Irak no posee, sin margen de error, capacidad alguna para fabricar armas nucleares.

A su informe se sumó la posición de Francia, con su clara advertencia de que esta guerra no se trata únicamente del futuro de Irak, sino del mundo. Otros países sobre los que había alguna duda -Angola, Camerún, Guinea y Paquistán mantuvieron firmes sus posiciones contra la guerra-, México y Chile, cantinflearon un poco y no se atrevieron a salir del tono ambiguo que han adoptado recientemente.

En suma, quienes desde aquí vigilian todas las señales del exterior en espera de lo desconocido, pudieron ir a consultar con la almohada, con la percepción de que todavía a estas alturas de marzo hay una oportunidad para parar la guerra. Ahora se abre un nuevo compás de 10 días.

Entre tanto, los preparativos de la sociedad ante una eventual agresión empiezan a asomar lentamente. Este viernes feriado, de poco tráfico, los trascavos del municipio aprovecharon para abrir zanjas en casi todas las principales avenidas. Los hoyos son demasiado profundos para tratarse de remozamiento de banquetas. En muchos camellones de la ciudad han aparecido patrullas y pequeñas trincheras cubiertas con bolsas de arena.

En la televisión, en tanto, hay escenas reveladoras en las emisiones oficiales. Ayer, por ejemplo, todos los canales locales se encadenaron en una transmisión nacional. Se veía en la pantalla al mismísimo presidente Saddam Hussein sentado como en un trono, intercambiando saludos y palabras con los soldados. En el salón se encontraban los comandantes de todas las zonas militares del país y los jefes de las guardias republicanas. Estos son la crema y nata del ejército de este país. Cada uno, a lo largo de una transmisión que duró horas, se presentó ante su comandante supremo y le juró lealtad.

Con todo, suponiendo que los preparativos que se perciben en las ciudades fueran la gran política de resistencia de la que todos hablan, nada indica que sean dos fuerzas semejantes las que en estos días velen armas. Los iraquíes, si acaso, esperan como David a Goliath.

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