VIENTOS DE GUERRA
Abren zanjas en avenidas principales y aparecen baterías
antiaéreas en edificios
Empiezan los preparativos en Bagdad para hacer frente
a las tropas invasoras
Tormenta de rumores envenena la convivencia diaria
de ciudadanos y periodistas
BLANCHE PETRICH ENVIADA ESPECIAL
Bagdad, Irak, 7 de marzo. Una nueva tormenta de
rumores enturbió la víspera el informe de los inspectores
de la Organización de Naciones Unidas (ONU), de la misma forma en
que las tormentas de arena nublan las puestas de sol. El jueves, desde
las ventanas del hotel El Rashid, donde se pueden ver atardeceres privilegiados
sobre el río Tigris, nadie estaba para paisajes. Es el mismo hotel,
las mismas ventanas, desde donde hace 11 años la CNN grabó
imágenes de una ciudad a oscuras, indefensa, sometida a una lluvia
de luces de bengala verdes que no eran juego, sino armas mortíferas.
En Washington, el secretario de Estado, Colin Powell,
acababa de advertir a los enviados y corresponsales de prensa estadunidenses
alojados en el hotel que lo desalojaran en 24 horas. En éste, además,
se encuentra casi toda la prensa internacional (La Jornada está
en otro hotel, en el otro extremo de la ciudad). La advertencia precisaba
que esa zona y, en particular, el Ministerio de Información, a pocas
cuadras de ahí, serían "blanco seguro" de los bombardeos
estadunidenses.
La declaración fue secundada por un rumor según
el cual un alto jefe militar británico habría advertido al
director de la agencia Reuters -"plano de la ciudad en mano", detallaban
los repetidores de la versión- que "sacara a su gente de ahí
de manera inmediata". Algunos medios reaccionaron a esta vieja táctica.
Entre otros, el equipo de Televisión Azteca recogió sus bártulos
y a pesar de que sus visas habían sido renovadas 10 días
más salió inmediatamente del país.
Este viernes, en el pequeño cubículo de
Reuters, en el centro de prensa, los corresponsales británicos laboraban
con flemática minuciocidad y negaban, hasta fastidiados, el rumor
que los involucraba. En el área de Internet, turcos, rusos, griegos,
egipcios, mexicanos, españoles, filipinos y japoneses se afanaban
en su labor diaria, mostrando efectos del estrés sufrido en la víspera.
"Es que sí pegan esas crisis de nerviosismo -comenta Eduardo Salazar,
enviado de Televisa, asignado en la zona desde enero-. Uno lleva tanto
tiempo esperando el golpe, que cuando de pronto parece que va a venir se
tensa uno demasiado".
Entre los enviados de las grandes cadenas, los corresponsales
de las agencias de prensa y los principales medios del mundo, están
acreditados en el Ministerio de Información más de 80 equipos.
En la azotea del centro de prensa están instalados, sin protección
alguna, los equipos satelitales de las televisoras y agencias, que pagan
al ministerio 450 dólares diarios por cada tres acreditados, más
el precio de guías -obligatorios-, traductores y choferes.
Pero a partir de ayer, en la azotea del Ministerio de
Información, al lado del centro de prensa, aparecieron por primera
vez armas de artillería antiaérea. Y los administradores
de los hoteles rompieron el trato de cortesía que suelen dar a los
representantes de los medios de información, generalmente buenos
clientes, para pedir el pago de cuentas atrasadas. Dada la devaluación
del dinar iraquí, que hace 10 años se cambiaba a un dólar
por tres y ahora a más de 2 mil dinares por dólar, para cumplir
con la condición muchos reporteros tuvieron que dedicar la mañana
a ir al banco, con cajas de cartón, a cambiar sus dólares
y después a contar en las cajas de los hoteles los paquetes de dinero.
"¡Pónganse el casco!"
Entre
los diplomáticos -los pocos que aún quedan oteando el horizonte
cada día- la oleada de rumores y señales ominosas también
impactó. En no pocas misiones se dio la orden: "Ahora sí,
pónganse el casco". Hoy, la atmósfera se cargó aún
más de malos presagios. Las noticias de que en la frontera Irak-Kuwait
habían amanecido tres tramos de malla ciclónica cortados,
según reportaron los cascos azules de la ONU, tuvieron una lectura
alarmante.
Ocurre que las dos bases conjuntas de Estados Unidos y
Gran Bretaña asentadas en Kuwait, una aérea y otra del ejército,
son fundamentales para que el ataque logre su estrategia "envolvente vertical"
-según la descripción de la BBC de Londres-, que consiste
en una saturación de bombardeos de 3 mil cohetes en un lapso de
48 horas. En dos días la cantidad de bombas duplicará en
número y devastación lo que se hizo a lo largo de la ofensiva
de 1991. Esta acción, desde el aire, sería apoyada con un
movimiento rápido por tierra, que establecería en el sur
una "frontera no lineal", ocupando con máximo poder de fuego una
serie de blancos ya establecidos. Es por eso, se consideró, que
la cerca fue cortada, es decir, para facilitar y hacer más expedito
el movimiento de tropas terrestres.
Desde los distintos sitios en los que se han desplegado
los escudos humanos internacionales, varios "enviados" incursionaron
al anochecer en las salas de prensa, sedientos de información cibernética.
Al final pudieron regresar a sus sitios con rendijas de esperanza para
sus compañeros, y en las misiones diplomáticas se volvió
a cambiar el semáforo de rojo a amarillo.
Más que por lo que dijo el sueco Hans Blix, jefe
de los inspectores de armas, que se cuidó de no inclinar la balanza
en favor de ninguna posición y dejar el tablero 0-0, el alivio provino
de la intervención de Mohammed El Baradei, director de la Agencia
Internacional de Energía Atómica. Su reporte fue una contundente
certificación de que Irak no posee, sin margen de error, capacidad
alguna para fabricar armas nucleares.
A su informe se sumó la posición de Francia,
con su clara advertencia de que esta guerra no se trata únicamente
del futuro de Irak, sino del mundo. Otros países sobre los que había
alguna duda -Angola, Camerún, Guinea y Paquistán mantuvieron
firmes sus posiciones contra la guerra-, México y Chile, cantinflearon
un poco y no se atrevieron a salir del tono ambiguo que han adoptado recientemente.
En suma, quienes desde aquí vigilian todas las
señales del exterior en espera de lo desconocido, pudieron ir a
consultar con la almohada, con la percepción de que todavía
a estas alturas de marzo hay una oportunidad para parar la guerra. Ahora
se abre un nuevo compás de 10 días.
Entre tanto, los preparativos de la sociedad ante una
eventual agresión empiezan a asomar lentamente. Este viernes feriado,
de poco tráfico, los trascavos del municipio aprovecharon para abrir
zanjas en casi todas las principales avenidas. Los hoyos son demasiado
profundos para tratarse de remozamiento de banquetas. En muchos camellones
de la ciudad han aparecido patrullas y pequeñas trincheras cubiertas
con bolsas de arena.
En la televisión, en tanto, hay escenas reveladoras
en las emisiones oficiales. Ayer, por ejemplo, todos los canales locales
se encadenaron en una transmisión nacional. Se veía en la
pantalla al mismísimo presidente Saddam Hussein sentado como en
un trono, intercambiando saludos y palabras con los soldados. En el salón
se encontraban los comandantes de todas las zonas militares del país
y los jefes de las guardias republicanas. Estos son la crema y nata del
ejército de este país. Cada uno, a lo largo de una transmisión
que duró horas, se presentó ante su comandante supremo y
le juró lealtad.
Con todo, suponiendo que los preparativos que se perciben
en las ciudades fueran la gran política de resistencia de la que
todos hablan, nada indica que sean dos fuerzas semejantes las que en estos
días velen armas. Los iraquíes, si acaso, esperan como David
a Goliath.