"Estaré con ustedes mientras tenga conciencia de que puedo ser útil", sostiene
Religen a Fidel Castro para un sexto mandato de cinco años al frente de Cuba
Confirma que no considera cambios de fondo en el andamiaje político y económico del país
GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL
La Habana, 6 de marzo. A los 76 años de edad, con cuatro décadas en el poder y más de medio siglo de liderazgo en Cuba, Fidel Castro fue relegido hoy como jefe de Estado y de gobierno para un sexto mandato quinquenal, tras lo cual invocó su propia muerte como único límite a la vida pública.
"Sabemos que el tiempo pasa y las energías se agotan", dijo el mandatario, en una referencia personal insólita en sus discursos. "Quizá la incesante lucha nos entrenó para tan larga batalla. Pienso que el secreto puede estar en la fuerza de una gran ilusión, de un entusiasmo inagotable y de un amor a nuestra noble causa que creció cada día de la vida. Pero esta tiene sus leyes inexorables".
Hablando ante el parlamento, Castro añadió: "Les prometo que estaré con ustedes, si así lo desean, mientras tenga conciencia de que pueda ser útil y si antes no lo decide la propia naturaleza. Ni un minuto menos, ni un segundo más. Ahora comprendo que mi destino no era venir al mundo para descansar al final de la vida".
La Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP, legislativo unicameral) de 609 diputados electos en enero pasado, se instaló hoy para iniciar un periodo de cinco años y eligió al órgano superior de poder, el Consejo de Estado, cuyo presidente es jefe de Estado y preside de oficio el Consejo de Ministros, por lo cual también es jefe de gobierno.
La relección de Castro estuvo acompañada por la ratificación del mecanismo sucesorio, al repetir como primer vicepresidente del Consejo de Estado el hermano menor del mandatario, Raúl Castro, de 71 años, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y único general de ejército del país.
En una fecha tan señalada en el calendario político cubano, como la apertura de la nueva legislatura, Fidel Castro recurrió, como suele, al lenguaje implícito, para ofrecer tres señales de moderación: vistió traje civil oscuro, contra su costumbre de encabezar reuniones internas con uniforme militar, de diario o de gala; leyó un discurso de una hora, no improvisó una intervención que, por ejemplo hace cinco años en la misma ocasión, le llevó siete horas; y concluyó su mensaje con el lema "Viva el socialismo, viva la independencia, viva la paz", no el habitual grito de "Socialismo o muerte, Patria o muerte".
En su mensaje, transmitido en vivo en cadena nacional de radio y televisión, Castro confirmó que no considera cambios de fondo en el andamiaje político y económico del país. En una reseña de su reciente viaje por Asia, elogió ampliamente la apertura vietnamita, que incluye inversión extranjera, rasgos capitalistas, una fuerte rectoría estatal y defensa de la ideología socialista.
Pero el líder cubano descartó cualquier tránsito hacia ese modelo: "Las diferencias de situación con Cuba son grandes. Nosotros estamos rodeados de un conjunto de vecinos que no tienen nada que invertir y el más rico del mundo nos bloquea con rigor. A esto se une nuestro especial celo por preservar el máximo de riquezas y beneficios para las presentes y futuras generaciones, lo cual no empaña en absoluto nuestra gloriosa y eterna amistad (con Vietnam)".
De China, Castro subrayó la cálida acogida que tuvo en su viaje y el alto nivel de relaciones entre los dos países, pero no mencionó en su discurso ni una palabra sobre la experiencia del gigante asiático ("una nación, dos sistemas") de abrirle paso al capitalismo, de haber prohijado el surgimiento de una clase empresarial nativa e, incluso, de aceptarla en las filas del Partido Comunista.
Castro hizo repetidas adhesiones al actual sistema de partido único y propiedad estatal y alertó sobre lo que considera los principales riesgos internos: el narcotráfico y la corrupción.
Aunque el conflicto bilateral con Estados Unidos impregnó varios tramos del discurso y condicionó algunos enfoques, Castro se detuvo esta vez a censurar la actividad del jefe de la Sección de Intereses (oficina diplomática con rango inferior al de embajada) de ese país en La Habana, James Cason.
El mandatario recordó que Cason participó en una reunión de opositores el pasado 24 de febrero e hizo declaraciones a la prensa extranjera, ratificando el apoyo de su gobierno a la disidencia local y afirmando no temer represalias cubanas. "Cualquier ciudadano comprende que se trata de una provocación desvergonzada y desafiante", dijo Castro.
A continuación, y por segunda vez en dos años, el lider cubano evocó la posibilidad de cerrar la representación diplomática estadunidense, una medida que claramente supondría la medida recíproca del cierre de la Sección de Intereses de Cuba en Washington.
"Al parecer, él y los que le ordenaron esa grosería de guapetón con inmunidad diplomática, estaban revelando precisamente miedo; de lo contrario, resulta tan extraño que cualquiera tendría derecho a preguntarse qué cantidad de bebidas se consumió en ese patriótico acto", señaló Castro en la más fuerte alusión a un jefe de misión estadunidense desde que ambos países abrieron esas oficinas de enlace migratorio y consular en 1977.
La elección del Consejo de Estado confirmó, además, que la cúpula cubana se mantiene invariable: fueron relectos como vicepresidentes del organismo el comandante de la Revolución Juan Almeida; el general de Cuerpo de Ejército y ministro del Interior, Abelardo Colomé Ibarra; el jefe de organización del PCC, José Ramón Machado Ventura; el líder del partido en La Habana, Esteban Lazo, y el principal ejecutor de la política económica, Carlos Lage.
Como líder del parlamento fue ratificado Ricardo Alarcón. En el Consejo de Estado, de 31 miembros, 10 fueron remplazados; ingresó Ramiro Valdés, uno de los comandantes históricos de la revolución, como parte de su paulatino retorno al primer plano y fue excluido el hasta ahora ministro de Economía, José Luis Rodríguez, enmedio de versiones de una restructuración en la cartera.