Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 5 de marzo de 2003
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Mundo

Hugo Gutiérrez Vega

La barbarie tecnocrática

Aveces nos ponemos a pensar en lo que dirán de nuestro mo-mento histórico los futuros escritores de estudios culturales. Este ejercicio tiene su miga y convendría que lo intentaran de vez en cuando "los creadores de cultura" (Jacques Barzun dixit) y, en especial, los hombres de Estado y los autores de las teorías y los programas políticos. Sería conveniente (aunque no veo, en el actual momento de México y del mundo, a muchos políticos dispuestos a jugarse la aventura de pensar), pues ayudaría a la autocrítica e inclinaría a la reflexión. Es claro que la historia pasada es maestra de la vida, pero, también, es verdad que podemos incidir en la historia futura efectuando o refrenando las acciones y las declaraciones.

Una noticia reciente me despertó estas inquietudes y me hizo sentir pena ajena ante lo que dirán a fines del siglo XXI sobre estos torpones, crueles, erráticos, balbuceantes, violentos principios de su siglo los estudiosos de la cultura afectados por nuestras acciones u omisiones. La noticia dice así: "Pide Gil a gobernadores apoyar la guerra; habría más recursos". Así, nada más, así en toda su monstruosa simplicidad, en toda su tecnocrática y hacendaria brutalidad. Es claro que el gélido financiero tenía el propósito de maicear a los virreyes y, por lo tanto, de abrirles ese apetito que no para mientes en los niños asesinados, las casas caídas, las hambrunas y los sufrimientos interminables. El burócrata glacial calculó que las partidas presupuestales para los esmirriados estados de la flaca Federación aumentarían en 25 por ciento si crecen los "petroprecios" por obra y gracia de la conflagración que, salvo la mejor opinión de Corea del Norte que podría volvérnosla mundial, acabaría con una buena porción del Medio Oriente, dejaría en la ruina a Irak, nombraría una monarquía pelele y permitiría a sus perpetradores resolver algunos problemillas financieros domésticos y fijar, ya sin trabas de ninguna especie, la política petrolera.

Mientras el tecnócrata polar jugaba con cifras y convocaba al atracón de maicito a las gallinitas provincianas mimando pío píos y tronando los invitadores dedos, su jefe tranquilizaba a los súbditos de este "edén subvertido", víctima de la implacable metralla de torpezas políticas y sintácticas, del chubasco de mentiras y engañifas y de la tempestad de fundamentalismos y de antitolerancias oscurantistas, dando por hecha la guerra en Irak, modificando su postura inicial, insinuando un próximo cambio de conducta en ese Consejo de Seguridad al que entramos por el capricho y el delirio de grandeza de la política exterior foxista (por su culpa estamos en la situación del político bisoño que informaba de sus problemas a su padre: "Papá, por pendejo y por metiche estoy preso en Teocaltiche") y asegurando que "no hay de qué preocuparse". Este cúmulo de inmadureces y de frivolidades sería pintoresco si no fuera trágico, pues en el fondo se agita de nuevo el jinete apocalíptico y mueve las zarpas el monstruo de la avaricia y del poder financiero. Ahora, el señor presidente de una república que antes tuvo una política exterior que, a pesar de algunos errores, mantuvo una actitud digna y coherente, lanza sus percherones retóricos en contra del "tirano Saddam Hussein" y, con habilidad paquidérmica, saca un nuevo juego de cartas y se convierte en otro defensor de Occidente.

A nadie, que yo sepa, se le ha ocurrido apoyar al dictador de Irak o a los terroristas del tal Bin Landen. No es ese el problema. La propuesta franco-alemana es muy clara al basarse en el multilateralismo y en el informe de los enviados de la ONU sobre el armamento existente y el necesario desarme. El problema consiste también en evitar que la potencia imperial tome una resolución unilateral y, haciéndole un grave daño al sistema internacional, lance a sus jaurías físicas y cibernéticas contra ese "nuevo Hitler" del que habla su empleada doméstica británica (elegante institutriz en casa de rastacueros texanos) y nos haga correr el peligro de que el costo de su tropelía sea de medio millón de civiles muertos y una región del planeta destruida, salvo la mejor opinión del muy misiloso hijito del implacable grafómano Kim Il Sung. En fin... empezamos este siglo con estas barbaridades y la ética ha optado por retirarse de los palacios de gobierno del imperio y de sus alicuijes británicos, españoles, búlgaros y, todo lo indica así, mexicanos. ƑQué dirán los historiadores del draculescamente pragmático señor Gil y de su jefe, el fallido embaucador que nos preside en estos años de horrores y de amenazas? Releo la noticia... me detengo en aquello de los "beneficios de la guerra" y recuerdo, otra vez, ante la posibilidad de los niños asesinados por la violencia ciega y sus nuevas computadoras, las palabras del leproso de Schwob: "Domine infantium, libera-me".

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