VIENTOS DE GUERRA
''Nos metimos en camisa de once varas'', considera
el último embajador en Irak
México no debió ingresar al Consejo de
Seguridad, dice Víctor Rodríguez
La posición del gobierno de Fox debe ser firme
en contra de un ataque unilateral a Bagdad
Fue Estados Unidos quien apoyó y armó
a Saddam Hussein en la década de los 80, rememora
JENARO VILLAMIL
Protagonista de los tiempos difíciles de la guerra
Irán-Irak y de la guerra civil en Líbano, el último
de los embajadores de México en Bagdad, Víctor Rodríguez,
subraya que nuestro país no debió ingresar al Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas ''porque nos metimos en camisa de once
varas'' y destaca que, ante el escenario actual, la posición del
gobierno federal debe ser firme en contra de un ataque unilateral contra
Bagdad.
Jubilado después de 45 años de servicio
en el cuerpo diplomático mexicano, Rodríguez rememora que
Saddam Hussein desde la década de los 80 se sostenía en el
poder mediante un ''Estado policiaco'', y que ''Estados Unidos lo apoyó
y lo armó''. Al heredero del poder del partido Baash (movimiento
arabista laico que llegó al poder simultáneamente en Siria
e Irak), ya se le conocía desde esa época como ''el carnicero
de Bagdad''.
Espionaje y miedo, armas del líder iraquí
Pero ''el espionaje y el miedo es lo que hace fuerte a
Saddam'', sintetiza Rodríguez, quien conoció personalmente
el líder iraquí en 1981, en plena guerra con el país
vecino, Irán, donde triunfó la revolución islámica
chiíta encabezada por el ayatola Jomeini. Rodríguez también
fue embajador en Teherán, en 1992.
A lo largo de la entrevista con La Jornada, el
diplomático recordó dos anécdotas que describen el
férreo sistema de control político que ejerce Saddam: entre
el cuerpo diplomático occidental, ante la falta de información
confiable se acostumbraba, cuando se quería saber qué tanta
fortaleza tenía el régimen unipersonal de Hussein, contar
sus retratos en las calles y en las casas. ''Un día le pregunté
a uno de los dueños de las viviendas que me rentaban por qué
tenían un retrato de Saddam, y me contestó que si sus vecinos
no veían un retrato colgado podían decir que no era afecto
al régimen.
Castigo a opositor al régimen
Otra anécdota, también reveladora, cuenta
que en plena guerra con Irán surgió el rumor de que Hussein
debía dejar el poder. Su ministro de Salud apoyó esa posición
delante del gobernante, en medio de una junta con su gabinete. ''Saddam
lo llamó aparte. Eran amigos y provenían de la misma tribu,
la trikit. En privado, se cuenta que Saddam lo ahorcó. Días
después, cuando la mujer del ministro le preguntó por el
destino de su marido, Hussein le entregó el cuerpo descuartizado'',
remató.
Desde 1983, fecha en la que abandona Rodríguez
la representación diplomática en Bagdad, México no
ha vuelto a tener un embajador en ese país. Indica que en ese entonces
había posibilidades de hacer comercio. Al ministo iraquí
de petróleo le interesó comprar tanques de gas mexicanos,
ya que la nación árabe carece de un gasoducto. También
se estableció la empresa Hylsa en Bagdad. Desde entonces sólo
existe una representación de negocios.
Interrogado sobre la situación étnica y
religiosa en Irak, Rodríguez destaca que en esta nación existe
poco más de un millón de cristianos que representan más
de 10 por ciento de la población general. ''Es la gente más
rica de Irak. Son los dueños de la mayoría de los bienes
raíces'', indica el diplomático. De ahí el activismo
del Vaticano en la zona y su posición en contra de una guerra que
afecte los intereses de la Iglesia católica en Bagdad.
Conocedor del mundo árabe y del intrincado panorama
diplomático que prevalece en la región desde hace décadas,
Víctor Rodríguez destaca que desde la época del gobernante
egipicio Nasser no ha habido otro gran patriarca nacionalista. A él
le tocó llegar a Medio Oriente después de rechazar, en 1978,
ante el entonces canciller Santiago Roel, irse de embajador a Nicaragua.
''No podíamos mantener una representación en plena revolución
popular. Eso hubiera significado apoyar a Anastacio Somoza'', acota. A
cambio llegó a Líbano, a reabrir la embajada mexicana en
1979. La situación regional era muy conflicitiva: acababa de triunfar
la revolución chiíta en Irán, crecían las tensiones
con Irak, donde Saddam Hussein era el auténtico hombre fuerte,
y Líbano se desangraba en una guerra civil que tenía cuatro
años de haber estallado.
''Nuestra relación con Irak se había desplomado
-recuerda Víctor Rodríguez-. En Líbano nuestra misión
fue exitosa, porque pudimos restablecer los vínculos con este país,
donde existen cerca de 2 mil familias con lazos en México. El entonces
embajador en Irak era Arturo Muñoz Ledo. Entonces me encargaron
que también fuera a levantar la relación con Bagdad. Desde
que llegué, en 1981, me di cuenta que se trataba de un Estado policiaco,
con una sociedad temerosa, desconfiada y cerrada.
''La inteligencia es algo muy bien formado por el régimen
de Saddam. Es lo que lo sostiene. Y ese aparato de inteligencia tan amplio
fue adiestrado y apoyado por Estados Unidos'', indica el ex embajador.
Paradójicamente, rememoró, ''Teherán
es una sociedad abierta, cosmopolita, distinta a Bagdad. Me recordó
a la sociedad de Líbano. A pesar del fundamentalismo, no se vivía
en un Estado policiaco''.
Ante la coyuntura actual, el también ex jefe de
protocolo de la cancillería mexicana opinó que nuestro país
cometió un error al integrarse al Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas. ''Nos metimos en camisa de once varas sin necesidad'', acotó.
El gobierno de Vicente Fox Quesada ''debe mantener una posición
de apoyo a la ONU'', concluye.