Recuerdos de infancia y un pollo se escenifica
en la sala Covarrubias
Como torbellino hacia dentro, soledad y manías
destruyen a las personas
Recreo a seres que surgieron de mi memoria y se transformaron
en mi imaginación, dice la directora de la obra El montaje propone
el acercamiento del espectador a la danza
CARLOS PAUL
La soledad, la incomunicación y las ''rutinas obsesivas"
que llevan a una persona a la autodestrucción son los temas sobre
los que reflexiona la coreógrafa Tatiana Zugazagoitia en el espectáculo
creado y dirigido por ella misma, Recuerdos de infancia y un pollo,
que se presenta en la sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario.
La idea, explica la creadora escénica, es llamar
la atención ''sobre la soledad de las personas y cómo éstas
adquieren ciertas manías que les van cerrando su vida, como un torbellino
hacia adentro".
''Con
tintes de humor negro, al estilo del escritor inglés Saki, seudónimo
de Henry Monroe, quien en sus textos siempre hace aparecer un animal raro,
porque habla o aprende a leer'', la obra intenta exponer ''una serie de
personajes que se quedan con sus sueños atorados, que no salen de
su pequeño mundo y que su soledad los lleva a una rutina obsesiva
que aparenta ser una vida normal. Vidas que en este trabajo contrapunteo
con la de un vagabundo que, al final, se ve que es el único sin
tantos rollos en la cabeza.
''Aquí el pollo no tiene esas características
que le atribuye Saki, pero es parte del juego, sirve como hilo conductor
de las historias que se presentan y de alguna manera es causante de la
muerte de los personajes. Por ejemplo, una se vuelve loca porque le roban
sus pollos, otra toma el mismo camino cocinándolos y otra más
pierde el juicio barriendo sus plumas.
''Son seres que surgieron de mi memoria y que se transformaron
en mi imaginación, y que sobre el escenario sus historias se mezclan,
aunque ellos como personas viven sin percatarse ni comunicarse con el otro.
''Cuando era pequeña y vivía en la colonia
Condesa -explica Zugazagoitia- recuerdo a una viejita que daba de comer
a las palomas en el Parque México, a una mujer en el mercado de
Medellín que cortaba pollo, a mi vecina que fue abandonada por su
marido, a don Víctor que se quedó sin casa y, sobre todo,
a mi padre que siempre leía mucho; lo que hago es jugar con todo
eso."
Mundo agridulce
El reto es que la obra -prosigue Tatiana Zugazagoitia-
''sea entendida por el espectador sin tantos movimientos o conceptos abstractos
como los que se emplean en algunas coreografías, lo cual no está
mal, pero yo deseo que las personas que no saben de danza se acerquen a
ésta y puedan apreciarla como parte de un espectáculo dancístico
con elementos teatrales, en el que recurrimos mucho a la utilería
y a tener una escenografía, características que han merecido
ciertas críticas, en el sentido de por qué echar mano de
eso y por qué no decirlo sólo con el cuerpo.
''Sin embargo, como bailarina soy una intérprete
muy teatral. Así fue mi formación. Quise hacer un espectáculo
visualmente atractivo.
''En la obra juego con la simultaneidad de tiempos, con
movimientos que se repiten una y otra vez; de hecho cada personaje tiene
una sola frase de movimiento, para recrear un mundo agridulce en el que
los personajes son víctima de sus propias rutinas."
Con la interpretación de Roberto D' Amico (El lector),
Mónica Rueda (La pajarera), Lucero García (La pollera), Cyntia
Cerón (La portera), Tatiana Zugazagoitia (La cocinera) y Espartaco
Martínez (El vagabundo), escenografía e iluminación
de Juliana Faesler, diseño sonoro de Rodrigo Mendoza, y vestuario
de Ricardo Romero, Recuerdos de infancia y un pollo se presenta
jueves y viernes a las 20 horas, sábados 19 y domingos 18 horas,
en la sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario (Insurgentes
sur 3000).