A la semana, dos niños con leucemia son
hospitalizados; no llegan medicinas por el embargo
En Irak, residuos tóxicos militares de EU disparan
índices de enfermedades
La gastroenteritis ya se convirtió en un mal
mortal, denuncian médicos en Bagdad
BLANCHE PATRICH ENVIADA ESPECIAL
Bagdad, 28 de febrero. El joven médico se
detiene frente a una de las salas del segundo piso del hospital central
de pediatría Hussein, y mirando a sus interlocutores, un grupo de
visitantes mexicanos y otro de italianos, afirma: "Me da mucha pena decirles
esto, pero los niños que ustedes verán a continuación
-señala, a su espalda, una sala de ocho camas, todas ocupadas- ya
no estarán con nosotros dentro de seis meses".
Mohamed Hassan, pediatra graduado de la escuela de medicina
de Bagdad, apenas de 28 años de edad, ha aprendido a manejar el
duelo con serenidad, pues decenas de pacientes suyos, menores de 10 años,
mueren cada semana.
Instantes antes hacía el siguiente resumen: hasta
la primera mitad de los años 90, los hospitales pediátricos
de la capital diagnosticaban un caso de leucemia cada tres meses. Era un
índice alto. A partir de 1996 la tasa se aceleró de manera
incontenible, se multiplicó por siete. Actualmente se registra el
ingreso de dos niños con leucemia cada siete días. Y la mayor
parte de los casos son menores de siete años, es decir, bebés
que contrajeron la enfermedad antes de nacer, durante el embarazo.
Casi
todas sus madres son mujeres de zonas rurales, del sur principalmente,
donde yacen residuos no cuantificados de cascos de misiles cargados con
uranio empobrecido a flor de tierra. En esas regiones la bendición
de la gestación lleva la marca del duelo prematuro: en pocos años
las futuras madres podrán estar como la mamá de Ali Ahmed,
nacido en Alfeluyeh hace cuatro años, sentada en una cama de hospital,
contemplando sin cesar a su pequeño, tratando de cubrir con su túnica
la llama de esa vida que se va a extinguir dentro de poco.
Explica el doctor Hassan: de 1996 a la fecha, el hospital
ha registrado el ingreso de mil 773 pacientes con leucemia. En tiempos
normales 75 por ciento de estos niños tendrían la oportunidad
de sobrevivir al cáncer, sometidos a un riguroso tratamiento de
medicamentos y quimioterapia. En 25 por ciento de los casos restantes la
expectativa de vida podría ser hasta de cinco años.
Eso ocurría antes. Hoy el embargo comercial impuesto
a Irak ha cambiado radicalmente la estadística. Entre 80 y 90 por
ciento de internados en este hospital mueren antes de los seis años
a partir del diagnóstico.
En el segundo piso del hospital están las dos salas
de pequeños pacientes que en estos días se acercan, en la
enorme lista de espera, a su turno para las sesiones de quimio.
El tratamiento no se aplica como es debido. El comité de adscripciones
de la Organización de Naciones Unidas (ONU) limita al mínimo
el acceso de las autoridades sanitarias de Irak a los compuestos del coctel
médico y a los elementos necesarios para las radiaciones de quimioterapia,
porque, considera, tienen un "doble uso": fines médicos, pero también
militares. Por lo tanto, los niños son sometidos a su tratamiento
muy de vez en cuando, no con la regularidad debida. Y entonces, asegura
el doctor Hassan, el efecto es nulo.
Es momento de avanzar e ingresar a las salas, pero todos
vacilan. Hasta que un abuelo, cubierto con su al-Sidhara (el velo
masculino del atuendo árabe) da la bienvenida a los visitantes con
una sonrisa. Nos conduce al lecho de su nieto. Es Mossin Ibrahim, de ocho
años, nacido en Salahdin. A diferencia de otros niños, él
ya no puede siquiera estar sentado. A su lado yace Kaam, de seis años,
nativo de Saya Daha. Y Hussein Majid, de cinco años, nacido en Assimaia.
En el lecho, al lado de la ventana, una madre recorre la cortina para que
su niña pálida mire la nebulosa y fría mañana
de Bagdad, con sus edificios chatos, sus palmeras y alguno que otro minarete
en el horizonte. Las manos de la pequeña, de 10 años, están
heladas.
En la segunda sala las escenas son similares. En la puerta
una hermosa mujer de ojos verdes y de sonrisa muy dulce y muy triste saluda:
"Hello, welcome". Adentro, otros ocho niños de pestañas
largas, deshauciados, esperan un permiso de importación que los
burócratas de la ONU dilatan interminablemente. Para ellos ya es
demasiado tarde.
"Y esto que han visto aquí -sigue comentando el
joven pediatra, con su bata desgastada- no es lo peor". Ya vamos corriendo
escaleras abajo. En el hospital central sólo hay 50 médicos
y otras tantas enfermeras. No se dan abasto y, sobre todo, a ningún
visitante le niegan la entrada. El breve y doloroso recorrido es una denuncia
que hay que hacer.
"Esto no es lo peor -repite el médico ya en la
planta baja-. Desde hace 12 años la gastroenteritis se ha convertido
en una enfermedad mortal, la primera causa de muerte infantil en el país.
Una simple diarrea puede matar a un niño". La causa: falta de agua
potable, por la destrucción de las plantas de tratamiento durante
el bombardeo estadunidense de 1991. En la lista de importaciones prohibidas
a Irak figuran tres antibióticos básicos: amoxil, cipoflex
y tetracyclin.
"¿Qué doble uso se le puede dar a estos
antibióticos? -se pregunta el médico- Yo no sé, que
alguien me explique esta barbaridad. Adiós". Mohamed Hassan da la
media vuelta y entra corriendo al elevador. Regresa al segundo piso, a
las salas de los niños deshauciados. Antes le habíamos preguntado
por el futuro. Si a 10 años los residuos tóxicos militares
han dejado ese saldo, ¿qué será en 15 o 20 años
más? Sólo entonces el doctor Hassan se permite una expresión
desesperada: "¡Será espantoso! Ese es mi temor".