Armando Labra M.
Preguerra, posguerra, nuestra guerra
Ante la insustanciada argumentación del gobierno estadunidense se ha levantado la voz de la sociedad mexicana y de millones de personas en todo el mundo para tratar de abatir la amenaza de un conflicto bélico en Medio Oriente. Para pasar de la preguerra a la posguerra sin la factura innecesaria de muertes y trastornos planetarios. Y es que por más que se esfuercen los belicistas del norte, no se ha logrado calibrar la llamada amenaza iraquí. Ni en la región, ni en el mercado petrolero, menos aún a escala continental y mucho menos en los espacios del otro lado del Atlántico existen muestras de que Irak represente peligro para nadie afuera de sus fronteras.
A la mayor parte del mundo queda claro que un conflicto de la magnitud y actores involucrados necesariamente acarreará consecuencias perniciosas en todo el planeta. En esta atmósfera de preguerra se encuentran en riesgo no sólo la tranquilidad y la paz global, sino la economía, el desarrollo, la salud y la educación de millones de seres humanos. Y todo porque Irak posee las segundas reservas de petróleo del mundo, después de Arabia Saudita, que Estados Unidos quiere controlar por razones estratégicas propias y para tener mayores elementos de presión sobre la Unión Europea. Hasta los niños lo saben.
El alegato místico sobre el eje del mal, construido por el vicepresidente Cheney desde que asesoraba a papá Bush, siempre envolvió el tema del interés petrolero en una especie de cruzada mesiánica por defender la libertad y la democracia en el mundo y a su suprema expresión, Estados Unidos, a cualquier precio. Hoy, con una economía débil, se piensa que además una buena guerra inyectaría estímulos a la economía estadunidense para animar a los inversionistas a invertir y a los consumidores a consumir.
Paradójicamente, la nueva tecnología bélica no acarrea esos tortuosos beneficios porque la derrama se concentra en muy pocas manos. La novedad se llama vircator, sinónimo de un arma electromagnética que explota y descompone todos los sistemas electrónicos del enemigo y noquea a los humanos, a los que además se puede nulificar quemándoles la piel con rayos láser, que aplicados de cerca también matan. Usadas en combinación con las armas convencionales, causaría mucho más muertes, según los expertos. En otras palabras, se trata de un negocio entre un puñado de amigos, pero con repercusiones catastróficas para la humanidad entera, no sólo porque habrá un franco genocidio a un pueblo pobrísimo, sino porque los trastornos irradiarán por doquier.
Quienes piensen que a México le beneficiará cualquier alza del precio del petróleo a consecuencia de semejante conflicto olvidan que habremos de importar, instantáneamente, todo mucho más caro.
No debemos olvidar las trágicas lecciones que han dejado dos guerras mundiales y otros conflictos bélicos que caracterizaron al siglo xx. La historia ha comprobado una y otra vez que son mayores las pérdidas que los logros de cualquier guerra, mayormente para los países pobres en tanto los recursos para el desarrollo, de suyo escasos, se desvían hacia fines totalmente alejados al propósito de crear bienes, servicios, empleos productivos, bienestar y paz.
Toda guerra puede ser evitable, más aún cuando no hay razones para el pleito. Nadie piensa que aun siendo el mayor sátrapa en escena, Hussein amerite una conflagración de la escala que alienta el gobierno de Estados Unidos.
Existen alternativas de solución pacífica para esta controversia, que en verdad nada tiene de internacional en sus causas, sino más bien de obsesión imperial que, esa sí, a todos dañaría. Así lo han manifestado decenas de millones de seres humanos, principalmente en los países cuyos gobiernos son los más aguerridos -Estados Unidos, Inglaterra y España-, que de esa forma más desdeñan y envilecen a la democracia que dicen enarbolar y por la cual dan la vida... de otros.
La Organización de Naciones Unidas y en concreto su Consejo de Seguridad tienen el gran reto de mantener una muy valiosa paz mundial. Si fracasa la ONU, habrá de desaparecer, porque su utilidad quedaría anulada, quizá para siempre.
ƑQué hacer? Dar cabida a la inspección del territorio iraquí, durante el tiempo que sea necesario y al diálogo multilateral hasta agotar todo resquicio de duda sobre la supuesta amenaza. En todo momento pugnar por el respeto al derecho internacional y el cumplimiento pleno de las resoluciones de Naciones Unidas sobre la neutralización de armas de destrucción masiva.
Nuestro país posee una larga tradición diplomática comprometida con la paz mundial. Los mexicanos tenemos una sana y persistente voluntad pacifista y preferimos el diálogo como forma de convivencia internacional. Nuestros enemigos no están en Medio Oriente, sino aquí mismo, y son la ignorancia y la desigualdad. Escuchémonos y hagamos todo lo que sea necesario para sortear esta preguerra inútil y no nos detengamos en proseguir hacia una posguerra constructiva, inteligente y vital que nos permita derrotar nuestra verdadera, propia y más urgente adversidad.