Carlos Bonfil
El ladrón de orquídeas
Adaptación es, en su sentido biológico, la aclimatación de un organismo a las condiciones externas de la existencia, lo que le permite sobrevivir, reproducirse y evolucionar como especie; es también, en el terreno artístico, la relaboración de una obra literaria para adecuarla a su representación teatral o cinematográfica. El título original de El ladrón de orquídeas, del joven realizador Spike Jonze, es justamente Adaptation, y se refiere a las dos definiciones aludidas. Un guionista de cine, Charlie Kaufman (Nicolas Cage), acepta el encargo de adaptar para la pantalla la novela The orchid thief, un bestseller de Susan Orlean (Meryl Streep), colaboradora de la revista The New Yorker, sobre la pasión de un hombre por las orquídeas y su obsesión por recolectar en los pantanos de Florida variedades tan extrañas como la orquídea fantasma.
Desde sus primeras imágenes, esta singular comedia del absurdo, muy en el tono de la realización anterior de Jonze, ƑQuieres ser John Malkovich? (1999), se aplica a combinar documental y ficción, resumiendo en minutos la historia del planeta y detallando, en ponencia darwiniana, la evolución de las especies, para llegar a la obsesión por las orquídeas y a los relatos de aventureros que desafiaron enfermedades y peligros para obtener la especie más preciada. Luego de dicha exposición, transitamos a la más miserable de las especies, un triste representante del género humano en su categoría guionista de cine. Asistimos a un breve monólogo (genial) de Nicolas Cage como Charles Kaufman (en la realidad, el guionista predilecto de Jonze), entregado a un ejercicio de autoescarnio, describiendo su calva, su vientre, sus glúteos ya desbordantes, su sudoración, su catálogo de inseguridades personales -un preludio sombrío para su desventura principal en la cinta: su incapacidad para adaptar de modo interesante la novela-investigación de Susan Orlean, su bloqueo artístico, y la paralela e irónica ascensión de su hermano gemelo Donald (el propio Cage, camaleónico), improvisado guionista, quien conquista Hollywood con una historia delirante sobre un asesino serial con personalidad múltiple.
Si en ƑQuieres ser John Malkovich? el hallazgo más interesante era la incursión del personaje central, y de varios más, en el cuerpo y mente del actor hollywoodense, todo a través de un misterioso pasadizo, en El ladrón de orquídeas el cine incursiona en su propio mundo, capturándose en el momento de filmar, confundiendo lo filmable y lo filmado. Los personajes de ficción alternan en el set con actores que interpretan su propio papel, Malkovich termina el rodaje de la cinta referida, mientras aparecen en cameo John Cusack y el propio Jonze; el verdadero guionista Charles Kaufmann se cruza con Cage, quien lo interpreta, y éste a su vez comparte su casa con Donald (personaje casi virtual), que es su reflejo físico y profesional, su alter ego exitoso: un recordatorio impiadoso de sus propias frustraciones como mal amante y escritor paralizado. Hay continuos saltos temporales y narrativos, se refiere por ejemplo la génesis de la novela por adaptar y se narra la historia afectiva de la investigadora literaria y el aventurero cazador de orquídeas, se plantea cierto enigma porno, y se inicia luego una aventura de persecuciones donde la autora amenaza al guionista, quien, para mayor protección, se deja suplantar por su hermano gemelo, quien aparecerá también en los créditos como co-guionista (sin existir en realidad), y así hasta el mayor absurdo. La reina africana, de John Huston, al encuentro de los Hermanos Marx.
A Spike Jonze, de 34 años, se le reprocha en ocasiones su abuso de los efectos especiales, la artificiosa proyección duplicada o multiplicada de un mismo personaje como un recurso insustancial, meramente llamativo. En El ladrón de orquídeas, el director despliega un gusto muy acentuado por narraciones paralelas que se entrecruzan alterando la evolución (adaptación) de los personajes, observados casi como especies en peligro de extinción. Sorprendentemente, el desenlace (pretendidamente paródico) no deja de ser sentimental y algo meloso, con una Meryl Streep incontenible, con un mundo súbitamente luminoso, y el afán por conseguir, voluntariosamente, todo lo que se desea. Esta reflexión de último momento rompe con el ritmo febril de la película, y con su inventiva -como si luego de llevar al espectador por las avenidas más desconcertantes, el director decidiera depositarlo en un territorio más seguro. Pese a estas irregularidades, que autorizan preferir la audacia sostenida y la redondez narrativa de ƑQuieres ser John Malkovich?, habrá que reconocer en Jonze un gran talento para dirigir actores. Nicolas Cage -por partida doble, siempre estupendo- es el acierto mayor de esta cinta.