Juan Saldaña
De las mujeres
Desde los justos reclamos de las primeras luchadoras feministas hasta los sesudos testimonios de sociólogos, sicólogos sociales, economistas y políticos de la contemporaneidad, la presencia y acción de las mujeres en el proceso de desarrollo de las sociedades modernas ha sido motivo de observación y comentario, en el mejor de los casos, cuando no ha provocado debate y querella con los sexistas que periódicamente se revelan en el pensamiento y en la vida cotidiana de la sociedad. Surgen entonces sus prejuicios atávicos y los supuestos racionalismos que sólo esconden un masculinismo vergonzoso. El machismo mexicano constituye todavía un lamentable ejemplo de estos extremos.
La lucha por el reconocimiento social de la paridad de los sexos viene de lejos. Desde los matriarcados fundacionales de los tiempos primitivos, la primacía en razón del sexo se abre paso en la historia para otorgar -demasiado pronto- la "razón" y la fuerza al hombre que desde tiempos tempranos aseguró para su masculinidad el carácter primero y preponderante en la historia de nuestro mundo. Las peculiaridades de Oriente y Occidente en la historia universal de la injusticia no registran tiempos de igualdad, o siquiera de equivalencia, entre los sexos. La sumisión de la mujer ha sido la misma, guardando las reservas históricas, culturales y sociales entre pueblos diferentes.
He tenido acceso, de manera muy reciente, a una publicación que detalla con seriedad y amenidad los pormenores de esta historia de la sumisión femenina. Se trata del libro titulado Breve historia de la desigualdad de género, que debemos a la pluma acuciosa de Alejandro Carrillo Castro y, por si hiciera falta, me permito recomendar ampliamente su lectura al parvo pero distinguido número de mis lectores.
Cuenta la publicación con el docto apoyo del jurista mexicano Sergio García Ramírez, quien lo prologa, quien recorre con apretada premura las viscisitudes de tales desigualdades.
Deseo destacar la abundante ilustración que preside al libro con justo equilibrio entre la palabra y la imagen. Ambas resaltan la cruda injusticia presente siempre en esta historia de la masculinidad. Es una edición del gobierno de Veracruz, que me estimula promover, porque sintetiza con fortuna el transcurso histórico de la arbitrariedad.
La inequidad de género es pues un mal universal que adquiere, sin embargo, intensidades y peculiaridades en diferentes pueblos y culturas. México registra extremos repulsivos que pueden originarse quizá en la genealogía indoespañola de su estirpe, en sus luchas peculiares, en el desarrollo de su economía, en las influencias de fuera, en la demografía, en la distribución social del trabajo, en no sé qué, pero que hoy señalan al país como singular reducto de injusticias intersexuales.
Algo debe pasar para impedir que prevalezcan los baldones. ƑAdónde está la autoridad?
Dos tristes ejemplos del presente mexicano contribuyen con eficacia feroz a destacar este terrible pasaje de la historia de la desigualdad en México: Digna Ochoa y las mujeres mártires de Ciudad Juárez constituyen la tragedia que a todos debe avergonzarnos. Forman parte de la historia contemporánea del machismo. Ofenden frontalmente a la equidad de género y a la ambición igualitaria de nuestra historia. No me cabe duda. Y, Ƒadónde está la autoridad?