Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 10 de febrero de 2003
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Política

Javier Oliva Posadas

México en vísperas de la invasión a Irak

Apartir de octubre del año pasado, México se convirtió en el suministrador número uno de petróleo de Estados Unidos, superando a Arabia Saudita, Venezuela, Canadá e Irak. De hecho, de acuerdo con las cifras del propio Departamento de Comercio de la primera potencia militar del mundo, a partir de aquel mes le fue suspendido a Irak el intercambio de un millón de barriles cada 30 días. Entre enero y junio de 2002, nuestro país colocó 264 millones 737 mil barriles en Estados Unidos.

Por supuesto, se ha incrementado la venta de petróleo mexicano a ese país, hasta lograr un aumento de 6.6 por ciento respecto de 2001. En otras palabras, lo que Venezuela e Irak han perdido, México lo ha ganado. La inminencia del conflicto en una zona donde se calcula que está 40 por ciento de las reservas probadas de hidrocarburos, remite a una situación de enorme complejidad e incertidumbre para todo el planeta. A su vez, lo anterior solamente acarreará enormes movimientos bursátiles especulativos y presiones sobre países como el nuestro, para que con base en un aumento en su producción el mercado mundial logre cierta estabilidad a pesar de la situación.

Otros datos para completar nuestro cuadro de referencia resultan de utilidad. El pasado 3 de febrero, George W. Bush presentó el proyecto de presupuesto para 2004. De acuerdo con las cifras publicadas, el Departamento de Defensa (Pentágono) alcanzó la cifra récord de 395 mil millones de dólares. Pero esto no es todo: el recientemente creado Departamento de Seguridad Interna contará con 23 mil 900 millones. El total asciende a 418 mil 900 dedicados solamente a instancias militares y de seguridad nacional, sin contar que faltan los recursos destinados a la CIA y al FBI.

Para México la situación es y será más compleja. Sin embargo, las opciones para hacer frente a las presiones pasan por algunas medidas que contribuyen a mantener distancia y fortalecer la identidad en una supuesta e irrefrenable tendencia de globalización. En efecto, las posiciones de algunos de los integrantes permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU han señalado su mediana o abierta oposición, como el caso de Francia, a que de forma unilateral y sin más demora se inicien las acciones dirigidas a derrocar al tirano Saddam Hussein.

Nuestro país, si en serio valora su capacidad para enarbolar y encabezar la posición de muchos países con escasos recursos, lo mismo de Latinoamérica que de otras partes del mundo, requiere precisamente de la consideración que incluye la aplicación de la ley y los convenios internacionales.

Rechazar la invasión de Estados Unidos no es apoyar al régimen dictatorial de Bagdad. Tanto en uno caso como en otro, la postura mexicana debiera ser guiada por los principios más que por el pragmatismo de la coyuntura. Esto lo pueden hacer aquellas potencias con intereses geopolíticos distribuidos en varios rincones del planeta, que por lo tanto requieren de tratamientos específicos. De allí que considerar la determinación de Estados Unidos de invertir en su capacidad militar y en el resguardo de su seguridad nacional indica que las presiones, para empezar con sus vecinos, entrará a una fase de mayor intensidad que garantice su acceso a recursos invaluables (no dinerarios, sino estratégicos) como es el petróleo.

Si el gobierno de Vicente Fox no calcula o establece probables escenarios en el incremento de las presiones provenientes de Estados Unidos, cuando éstas se presenten la reacción, además de tardía, será precipitada. De allí que sea sustancial en nuestra relación con Estados Unidos, desde el punto de vista de seguridad continental, que México mantenga cierta distancia y autonomía, en vez de buscar ser comparsa lamentable, como es el caso del gobierno de José María Aznar en España. Si México muestra capacidad crítica y principios no tendrá por qué ser objeto de represalias. Esto le conviene a Estados Unidos y, por supuesto, a nuestro país.

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