Productor afín a Aznar pide la dimisión
de la presidenta Marisa Paredes
El gobierno español arremete contra la Academia
por politización de los Goya
Las proclamas contra la guerra y las críticas
por la crisis ecológica del Prestige, la causa
ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL
Madrid, 3 de febrero. La ceremonia de entrega de
los premios Goya, el máximo galardón de la industria cinematográfica
de este país, derivó en un enfrentamiento sin tregua entre
el poder fáctico español, presidido por el conservador José
María Aznar, y quienes hacen posible el sueño del séptimo
arte, actores, directores y miembros de la Academia. Las firmes proclamas
contra la guerra y las críticas irredentas contra la ineptitud del
gobierno español frente a la crisis ecológica y socioeconómica
derivada por el naufragio del Prestige, que se escucharon en la
ceremonia del pasado sábado, despertaron un severo malestar en el
gobierno y en los productores de cine afines, que vieron en la gala una
"manipulación sin precedentes", por lo que pidieron la inmediata
dimisión de la presidenta de la Academia, la actriz Marisa Paredes.
Nunca
antes una ceremonia de los premios Goya había despertado tanto recelo,
malestar y beligerancia en contra de la Academia. El guión y lo
dicho en la gala de los Goya hizo cimbrar de cólera a los gobernantes
españoles, abiertamente afines a una intervención militar
en Irak y siempre sordos a las críticas de la sociedad civil sobre
su gestión en la peor catástrofe ecológica que ha
sufrido Europa en los últimos años, la del Prestige.
El mensaje del pasado sábado, en la ceremonia de
entrega de los premios, era nítido y reiterativo: "No a la guerra".
Así lo manifestaron tanto los presentadores como los propios ganadores
del premio que, en connivencia con la Alianza de Intelectuales Antiimperialistas
-integrada por José Saramago, Manuel Vázquez Montalbán
y Rosa Regás, entre otros-, alertaron sobre la debacle humanitaria
que provocará una guerra en Irak. Ese mensaje pacifista no sentó,
sin embargo, nada bien al gobierno español, que de la mano de Aznar
se ha convertido en uno de los primeros y más firmes aliados de
George Bush en su escalada bélica contra Irak. Y por eso los premios
Goya son casi una cuestión de Estado, en la que no caben la disidencia
ni la crítica.
Los ganadores y presentadores de los premios se presentaron
con una calcomania con fondo negro en la que podía leerse en un
rojo nítido: "No a la guerra". Eso y el insistente mensaje antibélico
de los miembros de la Academia provocó que la noche de los Goya
se convirtiera en un trajín sin sosiego sobre la libertad de expresión.
El propio presidente de la Federación de Asociaciones
de Productores Audiovisuales, Eduardo Campoy, afín al gobierno español,
señaló que lo "ocurrido el pasado sábado" era "insoportable"
y que, por tanto, debían "presentar su dimisión" tanto la
presidenta de la Academia, Marisa Paredes, como sus colaboradores. A juicio
de este productor, el "no a la guerra" de los Goya "fue una desfachatez
absoluta en la que se han equivocado en las formas y en el fondo".
Campoy pidió además la dimisión inmediata
de la presidenta de la Academia por lo que a su juicio representó
un "rechazo al producto televisivo, que ha sido un fracaso rotundo, pues
el el cine español está por encima de la manipulación
política contra cualquier Gobierno. Todo el mundo es libre de opinar,
pero todo el mundo sabe que los españoles son contrarios a la guerra
con Irak y critican la acción del gobierno con el Prestige".
Mientras, la ministra de Educación, Cultura y Deporte,
Pilar del Castillo, aseveró que los sectores vinculados al mundo
del cine deberán decidir qué es lo que quieren que sea la
entrega de los premios Goya, y que "sería una equivocación"
que esa ceremonia se convierta en algo distinto para lo que fue concebida.
Del Castillo eludió referirse en sus declaraciones sobre la ceremonia
de los Goya al tono político que dieron a la gala un gran número
de los participantes. "Yo creo que la ceremonia de los Goya es, en su esencia,
y debe ser en todas sus manifestaciones, una noche de reconocimiento de
las obras más importantes del cine español a juzgar por los
académicos que las determinan, aunque haya también películas
que no obtengan premios y que sean importantes", dijo la ministra.
Por su parte, la Unión de Actores de España
salieron en defensa de Marisa Paredes, a quien respaldaron por sus proclamas
contra Irak y por su mensaje pacificista, que consideraron acorde con su
forma de entender el mundo.
Entanto, Javier Bardem, premio Goya al mejor actor, recordó
"a los gobernantes que ganar unas elecciones no es un cheque en blanco
para hacer lo que se quiera" y una gran mayoría dice "no a la guerra".
Los Goya desataron también otro frente de discusión,
luego que los derechos de transmisión los tenía Televisión
Española y como tal editó las imágenes y comentarios
más combativos de la gala. TVE omitió las protestas, las
críticas al Gobierno y los mensajes contra la guerra en Irak.
Los reclamos de las cadenas televisivas fue inmediata
y la televisora tuvo que enviar un nuevo bloque de imágenes más
acorde con los hechos. Sin embargo, apenas ofreció un par de planos
y un refilón de las protestas contra el gobierno por su postura
bélica en torno a Bagdad y la falta de una solución a la
crisis ecológica desatada por el Prestige.