León Bendesky
Guerra
El plazo se va venciendo de modo fatal (literalmente será fatal), y parece que no hay manera de evitar una guerra que ya está decidida en Washington y con la cual el gobierno del presidente Bush está muy comprometido. Lo que estamos presenciando es una campaña política a escala mundial que, además, está muy bien orquestada en los medios de comunicación para justificarla y convencer no sólo de su necesidad, sino de lo justa que es.
Es llamativa la manera como lo expuso Bush en su reciente mensaje ante el Congreso. Ahí dijo algo con lo que se puede estar por completo de acuerdo como una premisa general, pero que no solamente puede plantearse de manera abstracta, sino que requiere de contenido específico: "la libertad es el derecho de cada persona". Lo que no es igualmente aceptable en esos mismos términos es que sea, como también dijo: "el futuro de toda nación", y lo es aún menos la concepción propuesta acerca de que la libertad que valoramos "es un regalo de Dios a la humanidad" y como si nos hiciera falta saberlo, pues también nos involucra, aclaró que "no es un regalo de Estados Unidos al mundo".
Desde el punto de vista histórico, político y religioso, la formulación del tema de la libertad que intentó Bush es muy cuestionable, más bien prosaica. Pero en el contexto en el que la hizo, y al borde de la guerra, provoca una serie de cuestionamientos para los que la visión predominante no ofrece mucha ayuda.
En este caso hay que moverse en el margen, ahí donde los políticos se sienten más incómodos y que se ubica más allá de donde los medios fijan de manera estrecha los límites de la discusión y, desafortunadamente, también de buena parte del pensamiento. Sólo en el margen parece posible sostener unas apreciaciones que en otras circunstancias serían lógicas.
Se puede querer ver la caída de Saddam Hussein y la de muchos otros regímenes en el mundo y, al mismo tiempo, rechazar los métodos de Bush y su equipo más cercano en el gobierno (véase el artículo de John Le Carré en El País, 20/1/03).
También se puede estar en principio de acuerdo con los argumentos generales que presentaron ocho presidentes europeos respecto a la unidad que debe prevalecer entre Europa y Estados Unidos. Pero, al mismo tiempo, se puede legítimamente preguntar qué peso tiene en esa alianza la cuestión iraquí en relación con las armas de destrucción masiva y los derechos humanos. Y, de modo alternativo, puede centrarse la atención en el carácter de las relaciones políticas y económicas de los gobiernos europeos con Estados Unidos. Esto en una era en la que todos reconocen su enorme poder, que ejerce de modo unilateral y del que forma parte la defensa militar y el control del abastecimiento de petróleo de la región de Medio Oriente. En ese marco se puede entender la postura que hoy mantienen Francia y Alemania frente a otros gobiernos como el de Blair, Aznar y, sobre todo, Berlusconi.
En el margen se puede preguntar cómo fue que la atención original sobre Bin Laden desatada el 11/9 y que llevó a la invasión de Afganistán y la salida de los talibanes, se haya trasladado de modo completo a Irak y no a Pakistán, que parece más comprometido con el terrorismo.
Hans Blix, el jefe de inspectores de armas químicas y biológicas enviados por la ONU a Irak, se ha desligado de las declaraciones del gobierno de Bush a partir de los reportes que ha hecho. "No he armado mi reporte para satisfacer los deseos políticos de Bagdad o de Washington", dijo Blix. Cuestionó abiertamente el argumento de que una acción militar sea requerida para evitar el riesgo de ataques terroristas como los del 11/9 (véase el New York Times, 31/1/03). Y habrá que esperar a que el 5 de febrero Colin Powel presente las pruebas contundentes ofrecidas al Consejo de Seguridad para justificar la guerra.
En el margen están también las advertencias en contra de la guerra que hizo el general Schwatzkoff, ex jefe del Estado Mayor, y que ahora deberían ser puestas en la perspectiva de un agravamiento del conflicto con Corea del Norte que abre otro flanco en el terreno militar y político.
El almirante Fargo, que comanda las fuerzas estadunidenses en el Pacífico, solicitó más apoyo aéreo y naval en esa zona. Ahí el asunto se centra en el complejo nuclear de Yongbyon y está aún por verse la reacción de China ante un ataque en su frontera oriental, mientras que del otro lado la guerra puede desestabilizar seriamente los regímenes de Irán y Pakistán.
Una segunda guerra contra Irak desatada por la familia Bush parece tener los mismos orígenes políticos y económicos que la primera, pero tendrá en esta ocasión más posibilidades de ampliar su duración y de extenderse geográficamente. Este es un aspecto que también en el margen puede plantearse de modo más explícito, pues la visión dominante que surge de un fuerte control político no expone con claridad. Hay ya 150 mil soldados en la región de la guerra y muchos más llegarán en los días siguientes. Sólo en el margen se puede ahora empezar a elaborar una posición pacifista para el siglo xxi, que tiene mayores posibilidades de destrucción de vidas, recursos y de la libertad de los individuos que el diabólico siglo xx.