Iván Restrepo
Salvemos Antigua
En años recientes la ciudadanía se ha enfrentado por todos los medios a su alcance a proyectos modernizadores que algunas autoridades han querido imponer en el campo y las ciudades, a pesar de que afectan no solamente el medio ambiente, sino el patrimonio cultural y la calidad de vida de la población.
Una pequeña muestra de esas iniciativas incluyen, por ejemplo: la construcción de un libramiento carretero en Xalapa a costa del importantísimo bosque de niebla que todavía existe allí o la intención de ceder el vivero municipal a los vendedores ambulantes; la ampliación, en Veracruz, de las instalaciones portuarias sacrificando una importante área natural; la construcción, en Chiapas, de varias hidroeléctricas que afectarían recursos naturales invaluables, así como a comunidades con asentamientos adyacentes a las obras.
En los casos mencionados, la movilización ciudadana logró detener esos proyectos y los medios de comunicación, en especial prensa escrita y radio, fueron vehículo inigualable para expresar el descontento. Pero los negocios con apoyo oficial no tienen fronteras y la prueba está en que se planea construir un centro de diversión y comercio en Antigua, Guatemala, una de las ciudades históricas más bellas del planeta.
El terreno elegido para este fin contempla alrededor de 15 hectáreas (cerca de 150 mil metros cuadrados) que colindan con las ruinas de La Recolección. La mitad del predio se destinaría a locales comerciales, campos deportivos, bares, librerías, mercado de artesanías, cines y hasta un zoológico para niños; el resto serviría para estacionamiento.
El proyecto ocupa casi una sexta parte del área total de Antigua, lo cual la convierte en un punto de atracción de las poblaciones vecinas. Los especialistas en desarrollo urbano han advertido con precisión los problemas que causaría la megaobra de hacerse realidad, afectando no sólo el terreno ambiental, sino la conservación del patrimonio cultural que ha dado a la ciudad un carácter único. No obstante, los promotores del proyecto, como el arquitecto Rodolfo Solares, sostienen que no se trata de erigir un centro comercial, sino un "desarrollo urbanístico" que proveería de estacionamientos suficientes que ayudarían a "descongestionar el tráfico de la ciudad" y que permitiría convertir en peatonal buena parte de las calles de Antigua.
Como suele ocurrir con los proyectos patrocinados por el gran capital, el que brevemente reseñamos hoy cuenta con su respectivo estudio de impacto ambiental, mismo que, como también sucede con frecuencia, justifica el megaproyecto. Sin embargo, sus deficiencias se expresan al asegurar que no va a atraer más vehículos de los que ya circulan por la ciudad, cuando el mismo documento advierte la llegada de visitantes del valle donde se asienta la ciudad del siglo xviii declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad, y cuando es un hecho que los coches ya causan serios problemas en sus calles.
Es importante señalar que hace dos años se intentó la construcción de otro centro comercial a 50 metros del que ahora se ha proyectado. Iba a ocupar casi dos hectáreas, pero los especialistas y la ciudadanía lograron que se cancelara luego de exponer numerosas razones, todas válidas. En esa lucha contaron con el apoyo del Congreso de Guatemala, así como de diversos grupos vinculados con la arquitectura, la cultura y la historia, con la restauración y la conservación. El nuevo proyecto es nueve meses mayor al entonces desechado.
Es fácil comprobar cómo los megaproyectos que afectan a la población y a la naturaleza de diversa manera siempre son presentados por sus impulsores adornados con argumentos que hablan de beneficiar a la gente, crear empleos, elevar el nivel de vida de la población, etcétera, etcétera, pero al final de cuentas las utilidades siempre van a parar a unos cuantos bolsillos, mientras el daño que se causó lo tienen que soportar las comunidades y el medio ambiente.
En el caso que nos ocupa, la protesta mundial no se ha hecho esperar y va en el sentido de resolver los problemas de Antigua con acciones que no la deterioren, sino que la enriquezcan, como bien merece la patria chica de un guatemalteco ilustre que durante más de medio siglo iluminó el quehacer cultural de México, don Luis Cardoza y Aragón.