CAMPO: OBSTINACION E IRREALISMO
Mientras
el mundo campesino se une y moviliza pasando por sobre las afiliaciones
e ideologías, y reúne desde El Barzón hasta la Confederación
Nacional Campesina, desde UNORCA hasta la UCIZONI itsmeña y el Congreso
Nacional Indígena, el gobierno se obstina en mantener su sordera
ante los reclamos mientras sostiene, contra toda evidencia, las supuestas
bondades del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Ni lerda ni perezosa la embajada de Estados Unidos interviene
por su parte ante las autoridades para manifestar su inquietud ante la
movilización campesina y exhortar al gobierno mexicano a no ceder:
o sea, actúa abiertamente en la política mexicana, como siempre,
en favor de las trasnacionales estadunidenses y de la política de
subvenciones masivas a los farmers aplicada por la Casa Blanca en abierta
violación de la letra del TLCAN. De modo que la movilización
del campo no plantea solamente un problema nacional urgente sino que también
tiene repercusiones internacionales.
Pero el campo no recibe del gobierno ni respuestas ni
medidas paliativas de la grave situación actual en que se debate.
Los campesinos describen los daños resultantes del dumping estadunidense
y de la violación de las cuotas de importación fijadas por
el TLCAN, y el gobierno responde diciendo que éste es, globalmente,
positivo, incluso magnífico para México.
Los campesinos se quejan de la falta de compensación
gubernamental de las subvenciones que reciben los productos importados,
y sobre eso reina el silencio oficial. Ellos sostienen que carecen de crédito
y tampoco se les responde mientras que la principal fuente de ingreso de
cientos de miles de pequeños propietarios agrícolas -los
indígenas productores de café- ha desaparecido. Ven crecer
la pobreza y la emigración, y reciben del gobierno no apoyo sino
consejos sanitarios y botiquines de primeros auxilios para emigrar y tratar
de sobrevivir en el desierto.
Claman por ayuda, exigen discutir sus problemas, y las
autoridades creen que pueden seguir ganando tiempo y mirando para otro
lado diciendo que el campo tendrá un blindaje suficiente y que defenderán
los intereses de los campesinos con los instrumentos del TLCAN, que hasta
ahora han sido inocuos y no han evitado que dichos intereses fuesen lesionados.
La alianza de organizaciones campesinas ha presentado
reivindicaciones concretas: la peor política es ignorarlas, y una
política sabia sería discutir su factibilidad ante el país,
con urgencia y sin intentar dividir por partidos a los campesinos. Si se
quiere evitar la contaminación de las movilizaciones campesinas
por intereses electorales de diferentes partidos, no se puede dejar de
tener en cuenta el pluralismo del movimiento y su unión en torno
a puntos concretos, cuya importancia puede ser ponderada y cuantificada.
No es posible fingir que no hay una crisis en el campo: hay que enfrentarla,
discutir con los campesinos, buscar el modo de aliviar su suerte, crear
las condiciones para obtener con ellos la construcción de nuevos
instrumentos políticos que, además de reducir la intolerable
pobreza en las zonas rurales, aseguren a México lo esencial, o sea,
su soberanía alimentaria.