Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 25 de enero de 2003
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Política

Gustavo Leal F.*

Una cajita feliz para el campo

Las políticas tecnocráticas de los pasados 10 años consolidaron el empobrecimiento de los habitantes del agro. La gran mayoría de sus 8 millones de trabajadores enfrenta pobreza extrema: dos de cada tres habitantes rurales son indigentes. Hasta el Banco Mundial reconoce que esos índices sectoriales superan los de los años 90. La pobreza expulsa a la población hacia las ciudades y a Estados Unidos: un promedio de 600 campesinos deja diariamente su tierra y con el TLCAN el campo ha perdido 780 mil empleos.

El crecimiento de los jornaleros indígenas representa 40 por ciento del millón 200 mil trabajadores migrantes: mixtecos, nahuas, zapotecos, totonacos, triquis, mazatecos, tlapanecos y tepehuanos. Entre 1994 y 1999 su expulsión desde los 803 municipios indígenas creció de 25 a 38 por ciento y se orientó hacia los valles más fértiles. Hoy, jornaleros nahuas de la Huasteca hidalguense trabajan en cañaverales de la potosina y la veracruzana. Muchos que trabajan en Sonora y Sinaloa proceden de la Huasteca hidalguense.

La situación de los jóvenes rurales es también penosa: obtienen su primer trabajo antes de los 14 años y hasta 76 por ciento de aquellos que tienen entre 12 y 29 años se ocupan como jornaleros, empleados u obreros. Un creciente proceso de "proletarización", toda vez que el sector ocupa los empleos más precarios y sin garantías sociales mínimas. Sus opciones de trabajo son escasas: continuar -cuando se tiene- el negocio familiar (comercio, rentar maquinaria), migrar a la ciudad para laborar en la escala ocupacional más baja, convertirse en jornalero agrícola en Estados Unidos o en los campos cercanos.

Lo anterior se traduce en deserción escolar, embarazo temprano y baja participación política. Es claro que dentro de los diferentes niveles de "ingreso" rural, pobreza, migración y proletarización contribuyen a una vida "sanitariamente peligrosa". A estos riesgos hay que agregar: problemas nutricionales crónicos, vivienda inadecuada y precario acceso a servicios educativos, urbanos y recreativos; intensas cargas de trabajo (desgaste), exposición a químicos (plaguicidas), a agentes biológicos (animales de carga, labranza, insectos venenosos y microorganismos) y físicos (condiciones ambientales), así como los riesgos sicosociales (estrés por temor a la pérdida de la cosecha, estrechez económica y falta de acceso al crédito), sin olvidar nunca los accidentes laborales y en trayecto.

El perfil sanitario de los migrantes (al extranjero, golondrinos y "por un día") reúne una compleja combinación de todos estos ingredientes, que salen de unos escenarios riesgosos para entrar a otros.

Frente a este cuadro desolador, el ciudadano rural del foxismo es, apenas, el ciudadano de los paquetes básicos. Los programas para ampliar la cobertura se resumen en el rudimentario paquete básico de servicios de salud y sus 13 intervenciones preventivas, con baja capacidad curativa y escasa resolutividad. Las 32 entidades federativas operan ese paquete y ocasionalmente agregan otras intervenciones adecuadas al perfil epidemiológico regional. Para el campesinado esta es toda la oferta pública que recibe del gobierno del cambio.

La "innovación" sanitaria del foxismo, el malhadado Seguro Popular, es un paquete básico esencial plus. Aspira a ampliar las 13 intervenciones, pero preservando su tinte preventivo, con baja capacidad curativa y peores problemas de resolutividad médica que el paquete básico. Además, el Seguro Popular cuesta: asocia los medicamentos a ese pago y está orientado hacia la "demanda" de los trabajadores del sector informal con "capacidad de pago", localizados en zonas urbanas y periurbanas. Sus dudosas "bondades" distan mucho de la realidad sanitaria del agro. Frente a los 8 millones de trabajadores del campo, el propio IMSS reporta apenas, para octubre de 2002, 583 mil asegurados.

Aunque los foxistas son también responsables de otras "iniciativas" vergonzantes como, por ejemplo, el insultante programa Vete Sano Regresa Sano y la cajita feliz. El subsecretario de Salud, Roberto Tapia, sostuvo que la salud "es uno de los primeros valores que el ser humano pierde en su calidad de migrante". Hay que ofrecer "herramientas preventivas a esta población", difundir un "conocimiento mayor de qué hacer para conservarse saludables". Por ello, la Secretaría de Salud diseñó Vete Sano Regresa Sano para que "tengan a su alcance los elementos que les permitan prevenir enfermedades".

Meses antes, desde la Presidencia de la República, el ahora defenestrado Juan Hernández urdió otro programa "genial" para "apoyar" a los migrantes que intentan ingresar a Estados Unidos por zonas desérticas: dotarlos de "cajas de sobrevivencia" con sueros orales, medicamentos contra picaduras y mordeduras de animales del desierto, comida deshidratada, cereales y preservativos. La iniciativa ganó de inmediato su bautizo popular: la cajita feliz. šSigno de los tiempos de la "revolución silenciosa" del foxismo!

* Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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