Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 22 de enero de 2003
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Política

Carlos Martínez García

ƑQué es conflicto religioso?

Por alguna razón, y desde distintos frentes, existe en nuestro país la renuencia a reconocer la fuerza que tiene lo religioso como elemento de conflicto, a menudo violento, en las comunidades con mayor apego a las tradiciones. Es así que funcionarios, periodistas y expertos en conflictividad social hablan de "supuestos motivos religiosos", así entrecomillado, para referirse a casos en los que piensan está involucrado algo el tema de la diversidad religiosa enfrentada, pero casi siempre terminan por afirmar que la verdadera causa de la diferencia es en realidad política o económica.

Para personas y grupos en los que la conversión a un credo distinto al tradicional o dominante, sobre todo en las comunidades indias, significa transformar el núcleo de creencias llamadas espirituales y sus derivaciones culturales, es muy nítido que su cambio religioso es el factor nucleante de su conducta ética como individuos y colectividad. Por ejemplo, muy variados estudios muestran cómo la conversión a religiosidades que ponen énfasis en un modo de vida abstemio con el tiempo se torna en un elemento disruptor del orden social que privilegia, y hasta sacraliza, la embriaguez colectiva en festividades tradicionales.

Cuando, además, agregamos que los conversos -sean evangélicos o testigos de Jehová- se niegan a cooperar económicamente para la realización de tales festividades (ligadas a la religión mayoritaria), entonces tenemos que surge un conflicto que desde una perspectiva que no toma en cuenta las razones de los disidentes afirma que la cuestión es meramente económica: la negativa a cooperar con una fiesta que es de todos.

A los renuentes se les dice que pueden creer lo que quieran, pero que las tradiciones deben cumplirse o que asuman las consecuencias: pérdida de derechos ejidales, corte de servicios y hasta expulsión del poblado. Quienes ya decidieron por otra adscripción religiosa argumentan que su posición económica se explica por sus creencias religiosas, contrarias a la ingestión de bebidas alcohólicas. A la explicación religiosa, con mayor frecuencia le agregan que el marco jurídico protege su posición, ya que no se puede forzar a nadie a contribuir con festividades como las descritas. Una y otra parte sostienen sus posturas, con frecuencia la mayoría hace valer su número y poder y hostiga de distintas maneras a los desobedientes.

No son pocas las ocasiones en que las autoridades encargadas de estos asuntos minimizan las razones de quienes defienden su derecho a dejar de compartir las tradiciones, y tratan de convencerlos de que el conflicto nada tiene que ver con la libertad de creencias, sino que es un tópico meramente económico.

Este último enfoque muestra desconocimiento del papel que juega lo religioso en lo que sociológicamente, que no valorativamente, se conoce como expresiones religiosas tipo secta. Por la connotación negativa y descalificadora del término preferimos usar el concepto iglesias de creyentes, acuñado al interior de estos mismos grupos y que hace referencia a la asociación voluntaria de un conjunto de personas que comparte determinada creencia religiosa.

En las iglesias de creyentes se ingresa por conversión, y éste es un elemento de ruptura con la religión de la que se es integrante por herencia cultural. Por lo tanto decirle, como frecuentemente hacen funcionarios, que se supone están para hacer valer la libertad de cultos, a los heterodoxos que nadie se está metiendo con sus convicciones religiosas y que todo se solucionará si dan muestra de buena voluntad y se pliegan a la exigencia pecuniaria mayoritaria, es simple y llanamente contribuir a vulnerar la conciencia religiosa de quienes teniendo el dinero para cooperar rehúyen hacerlo porque si cedieran sienten que traicionan creencias que no buscan imponerle a otros, pero por las que están dispuestos a resistir todo tipo de ataques.

Termino con un ejemplo histórico, que creo nos ayudará a entender mejor cómo las rupturas religiosas pueden llevar a confrontaciones de otro tipo.

En 1525, en Zurich, Suiza, un pequeño grupo disidente de las enseñanzas del reformador Ulrico Zwinglio (quien contaba con el apoyo de las autoridades), decidió que la Biblia enseñaba, entre otras cosas, que el bautismo era un acto testimonial que debería realizarse después de la conversión a las enseñanzas de Jesucristo. Por lo tanto se opusieron al paidobautismo (bautizo de infantes), que seguía practicándose en Zurich.

El reformador y las autoridades de la ciudad buscaron, primero, convencer a los disidentes y, después, cuando sus esfuerzos fueron inútiles y se toparon con la resistencia de éstos y sus argumentos de que no era el papel de las autoridades imponer a la población las creencias religiosas, convinieron encarcelarlos, darles un ultimátum para que se arrepintieran, expulsarlos de la ciudad y a los reincidentes los sentenciaron a muerte.

La ruptura religiosa se convirtió en ruptura política, y al igual que en Zurich, los contrarios al paidobautismo sufrieron persecuciones por toda Europa. Lo religioso puede ser detonante de conflictos que parecieran originarse en esferas políticas y económicas.

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